SAL EMERGUI /La lluvia hace una benévola pausa en un merecido guiño divino a Haifa. Nadie diría que las calles de esta ciudad al norte de Israel padecieron hace un mes un incendio sin precedentes. Decenas de miles de personas apagan con su sola presencia las chispas de un fuego que amenazó con quemar los puentes de la convivencia.
ENLACE JUDÍO MÉXICO –Cristianos, judíos y musulmanes se reúnen en el barrio de Wadi Nisnas, en la vieja zona baja de Haifa, para celebrar las festividades de sus credos y participar en las de los otros: la Navidad, Janucá y el nacimiento del Profeta. La llamada Fiesta de las Fiestas, creada en 1993 para promover la tolerancia, congrega una heterogénea marea humana en torno a la comida, la música, las actividades infantiles, el arte y el consumo.
“¡Jo, jo, jo!”, se ríe Papá Noel cada vez que un niño cruza el umbral de su vivienda. Los pequeños, sean cristianos, judíos o musulmanes, comparten la misma timidez antes de saludarle y cumplir el deseo que tienen sus padres de inmortalizar el momento con una fotografía. “Lo que tenemos que hacer para recibir un regalo”, piensan, quizá, las pequeñas criaturas, absortas en la barba blanca del abuelo de rojo. En Haifa, Papá Noel es Nicola. Desde hace 30 años, este veterano cristiano se disfraza como mandan los cánones y abre su residencia decorada para la Navidad. “Cada año vienen niños cristianos, pero son de otras religiones en su mayoría. Por supuesto, todos reciben el mismo trato”, explica Papa Noel a EL MUNDO antes de hablar con una cría que está recién llegada de Tel Aviv. La sonrisa de un niño no conoce creencias.
Nicola comparte con Papá Noel el mensaje de concordia haifai, que ha sido puesto a prueba por la oleada de incendios que, a finales de noviembre, provocaron daños en más de 1.000 viviendas y la evacuación de más de 80.000 vecinos. El Gobierno israelí los consideró intencionados y los calificó como actos de terrorismo. Varios palestinos fueron detenidos por la supuesta autoría de estos hechos y la tensión entre judíos y árabes aumentó con rapidez. “No hay que caer en la generalización. Quien hizo eso no representa a nadie. Las gentes de Haifa seguimos defendiendo la tolerancia y la convivencia entre las distintas etnias y religiones”, afirma Nicola antes de volver al trabajo.
Tres niños abren su obsequio en la puerta de la casa de Santa Claus, Père Noël o Babbo Natale. Su padre comenta: “Somos judíos, pero está bien que los chavales sepan lo que es la Navidad. Yo la conozco de mi infancia en Rusia. Esto es bueno para el entendimiento entre las culturas y los pueblos que reina en Haifa”.
En realidad, no haría falta la oronda presencia de Papá Noel para darse cuenta de que Haifa se resiste a caer en la ola populista que invade las redes sociales en Israel.
A los pies del Monte Carmelo y con vista al mar, se levanta una villa en la que se mezclan religiones y orígenes. Es conocida por su estratégico puerto, los colgantes Jardines Bahai (que son Patrimonio Mundial), el histórico club de fútbol Maccabi o el Technion científico. Sus 300.000 habitantes (el 15% son árabes) tienen como alcalde desde 2003 a Yona Yahav.
Haifa es una burbuja de sentido común. El incendio no puede estropear algo que ha funcionado durante 115 años. Ésta es una tradición iniciada por el primer alcalde, que era musulmán. De la misma forma que trató como se merece a la entonces minoría judía, yo trato a las minorías con mucho respeto. No estoy dispuesto a que nadie rompa nuestra convivencia”, asevera.
Este ex diputado laborista, que fue elegido con un elevado porcentaje de votos árabes, destaca que la coexistencia que hay en Haifa ha sobrevivido a los atentados palestinos, a los proyectiles del grupo Hezbolá desde el vecino Líbano y las llamas. “No hay localidad árabe que no me llamara para ofrecerme su solidaridad y su ayuda para combatir las llamas”, explica con orgullo.
En el distrito de Kababir se encuentra Mohamed Sharif, líder de la comunidad musulmana progresista Ahmadía. “La composición humana en Haifa es muy sólida, y ha superado momentos muy duros, como la guerra o el incendio. Como musulmán, le puedo decir que realmente hay convivencia. Una de las claves es el liderazgo tolerante que se ocupa de las minorías”, asegura.
El imam Rashad Abu Elhida abrió su mezquita a los judíos afectados por el fuego. “Les quisimos ayudar y prestar un lugar en el que estar, por si lo necesitaban. Nos ofrecimos, por ejemplo, a reconstruir una sinagoga calcinada”, explica a este periódico.
“Los musulmanes, los judíos y los cristianos en Haifa intentamos transmitir a los más jóvenes un mensaje de tolerancia, por lo que creo que los incendios no afectarán a la relación que tenemos”, considera. “No creo que el fuego fuera intencionado, pero, si alguien lo hizo, debe ser castigado severamente por la Justicia”.
Los sugerentes olores de la cocina árabe y judía se funden en un pequeño restaurante. La estrella del festival gastronómico A-Shams de Haifa es Nof Atamna Ismail. Hace dos años, esta árabe doctorada en Microbiología hizo caso al paladar de los suyos y se presentó al MasterChef de Israel. Con sus sabores y recetas, ganó el certamen conquistando a los exigentes miembros del jurado y a los espectadores.
“Si se demuestra que el incendio ha sido obra de una o dos personas, ¿vas a dejarles que ganen frente a los 100.000 visitantes que han venido al festival y que creen en la coexistencia?”, se pregunta, en relación a un evento sobre la cocina del Levante que reúne a chefs árabes y judíos junto al Monte Carmelo. “Aunque no soy una ilusa, estoy convencida de que la cocina tiene un significado especial. Sé que no traerá la paz mundial, pero sí que va a ayudar a las 100.000 personas que están en el festival. Es una enorme victoria sobre todas las cosas, porque ellos no piensan en los árabes de forma despectiva o con miedo, sino que lo asocian a disfrutar”, opina.
Como es Navidad, no podía faltar un poco de mazapán. Nof recuerda una entrañable anécdota para demostrar que los fogones son los mejores diplomáticos para acercar culturas y personas. “Vino a vernos la cocinera española Sara Rodríguez, que es muy brillante. No la conocía y no habíamos hablado nunca, hasta que, un día, trajo un dulce hecho con almendras típico de Navidad. Lo probé y estaba delicioso. El intercambio de recetas hizo que nos conociéramos mejor”.
A diferencia de lo que ocurre en Jerusalem, en Haifa nadie protesta por el hecho de que se haya colocado un árbol de Navidad en un lugar público. El abeto es enorme y está situado en una emblemática plaza. Se acerca la noche y está a punto de iluminarse, junto a una paloma con forma del candelabro judío de Janucá, la Fiesta de las Luces.
Fuente: elmundo.es
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