La guerra contra Israel nunca termina

DOUGLAS J. FEITH

Los asentamientos no son la cuestión. Muchos de los enemigos del estado judío ni siquiera creen en su derecho a existir.

La resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra Israel de la semana pasada es un arma de guerra fingiendo ser una súplica por la paz. Los enemigos de Israel dicen que no tiene derecho a existir. Ellos afirman que el estado entero fue construido sobre tierra árabe y que es una injusticia que los judíos ejerzan soberanía allí. Los palestinos todavía promueven ampliamente esta falsedad en su televisión y diarios oficiales, ya sea desde la Margen Occidental controlada por la OLP o desde la Gaza controlada por Hamas. Ese es el subtexto inconfundible de la Resolución 2334 de la ONU del viernes, a pesar de la palabrería hueca prestada para la paz y la “solución de dos estados.”

La resolución describe poblados cisjordanos de Israel y barrios de Jerusalem oriental como asentamientos que son un “obstáculo principal” para la paz. Pero hubo un conflicto árabe-israelí de vida o muerte antes que fueran construidas esas áreas, y antes de que Israel adquiriera la Margen Occidental en la guerra de 1967.

La oposición árabe a la existencia de Israel precedió–de hecho causó–esa guerra. Incluso precedió al nacimiento de Israel en 1948, motivo por el cual ocurrió la guerra de 1948-9. Antes de la Primera Guerra Mundial, cuando Inglaterra terminó la posesión turca de 400 años de Palestina, los anti-sionistas árabes negaron el derecho de los judíos a un estado en cualquier parte de Palestina.

Funcionarios de Egipto (en 1979) y Jordania (en 1994) firmaron tratados de paz con Israel, pero la hostilidad anti-sionista sigue siendo fuerte. La Autoridad Palestina firmó los Acuerdos de Oslo en 1993 pero continúa exhortando a sus niños en campamentos de verano y escuelas a liberar toda Palestina a través de la violencia.

Los esfuerzos árabes por dañar a Israel han sido persistentes y variados, incluyendo guerra convencional, boicots, aislamiento diplomático, terrorismo, violencia de intensidad más baja tal como lanzamiento de piedras, y ataques con misiles y cohetes. Los éxitos defensivos de Israel, sin embargo, han restringido a los líderes palestinos a depender ahora principalmente de la guerra ideológica para deslegitimar al estado judío.

Destacar los “territorios ocupados”–en las resoluciones de la ONU, por ejemplo–implica moderación. Sugiere un interés sólo en las tierras que ganó Israel en 1967. Pero la Autoridad Palestina relativamente “moderada”, en su diario oficial Al-Hayat Al-Hadida se refiere continuamente a las ciudades israelíes como “Haifa ocupada” o “Iafo ocupada”, por ejemplo. En otras palabras, incluso el Israel anterior a 1967 es “territorio ocupado” y todas las ciudades israelíes son “asentamientos.”

Cuando David Ben-Gurión declaró la independencia de Israel en 1948, invocó la “conexión histórica del pueblo judío con Palestina”, como fue reconocido en la Palestina del Mandato aprobada en 1922 por la Sociedad de Naciones. Esa conexión se aplicó a lo que ahora es llamado la Margen Occidental como lo fue para el resto de Palestina. Debido a que ninguna nación ha ejercido soberanía reconocida en forma general sobre la Margen Occidental desde la era turca, el mandato apoya la legalidad del asentamiento judío allí. Ese es el motivo por el cual es tan insidioso atacar la legalidad de los asentamientos–como opuesto a cuestionar si son prudentes. Argumentar que es ilegal que los judíos vivan en la Margen Occidental es equivalente a rechazar el derecho de Israel a existir.

La resolución de la ONU del viernes está llena de falta de lógica y hostilidad anti-Israel. Dice que las cuestiones disputadas deben ser “acordadas por las partes a través de negociaciones.” Entre las cuestiones cruciales abiertas está quién debe controlar la Margen Occidental y Jerusalem oriental. Sin embargo la resolución llama “territorio palestino” a estas áreas. Bravo por las negociaciones.

La resolución dice que los “asentamientos” judíos cisjordanos y de Jerusalem oriental “no tienen ninguna validez legal.” Sobre la base de un análisis legal distorsionado que ignoró los derechos judíos anteriores a 1967, el Presidente Jimmy Carter llamó ilegales a los asentamientos. Sabiendo que la conclusión de Carter fue errada y hostil hacia Israel, el Presidente Ronald Reagan la repudió, y todos los gobiernos estadounidenses desde entonces fueron cuidadosos de evitarla.

Hasta ahora. Al revivir el ataque legal del Sr. Carter contra los asentamientos, el Presidente Obama rompe con el buen juicio y décadas de política norteamericana.

La resolución exhorta a todos los países a distinguir entre los territorios en cualquier lado de las líneas de armisticio de 1949. Cuando Israel, antes de 1967, estuvo confinado dentro de esas líneas, ninguno de sus vecinos árabes las respetó como las fronteras legales de Israel. En cada uno de los acuerdos de armisticio de 1949, por insistencia de la parte árabe, hay léxico negando que las líneas signifiquen derechos de cualquier parte a alguna tierra. Cuando las líneas podrían haber protegido a Israel, sus vecinos, sin protesta de la ONU, las rechazaron y las violaron. Ahora que esas líneas de armisticio han desaparecido hace mucho tiempo, la ONU finge que son sagradas.

La pretensión tiene un propósito, ayudar a los activistas anti-Israel que llaman a boicotear los productos de asentamientos israelíes. Los boicots tienen un lugar sombrío en la memoria histórica judía similar al de los nudos corredizos para los afro-americanos.

Ellos han sido durante mucho tiempo un arma favorita de los enemigos más detestables de los judíos–a fines del siglo XIX y principios del siglo XX en Francia en la época del Caso Dreyfuss, por ejemplo, y en Alemania en la época nazi. La ONU y la delegación de Estados Unidos en particular debieron haber sido sensibles a las connotaciones feroces de alentar al movimiento de boicot. Tal vez lo fueron.

La causa de la paz no es servida a través de que Israel surja vulnerable. Las relaciones armoniosas entre Estados Unidos e Israel son la mejor esperanza para convencer a los enemigos de Israel que sus campañas costosas para destruir al estado judío serán infructuosas. Ellos no se comprometerán si creen que tienen otra opción.

Ese es el motivo por el cual el Presidente electo Donald Trump puede hacer algo constructivo cumpliendo su promesa de mudar la Embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalem. Mientras está en ello, tal vez deba insistir en mudar la ONU a un lugar más apropiado, tal vez Alepo.

Douglas Feith es miembro principal en el Hudson Institute, se desempeñó como subsecretario de defensa para política (2001-05)

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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