RICARDO ROA
Ocurre que se abre un caso, no que se cierra. Lo que se cierra es un ciclo que no permitía que se abriera. Es un alivio para la conciencia colectiva que a dos años de presentada al fin se abra a la investigación la denuncia del fiscal Nisman contra Cristina Kirchner.
Todo el país que quiso ver vio las maniobras de jueces y operadores kirchneristas para sacarle la denuncia de encima a la ex presidente. Tomaron esa decisión y luego construyeron el argumento para justificarla: falta de pruebas. A veces la ideología es como un tatuaje: no se puede borrar.
Fracasaron por la insistencia de los jueces y fiscales que resolvieron resistir. Son los autores de este alivio de conciencia que se siente una reparación y hasta un regalo de Fin de Año. También por la insistencia de la AMIA. Sus abogados encontraron la rendija jurídica: una grabación con el ex canciller y también acusado Timerman reconociendo la vieja pista iraní por el atentado de 1994, el peor de nuestra historia.
Dos veces y en el orden exacto en que debían pronunciarse, el juez Rafecas y los camaristas Ballesteros y Freiler cerraron la puerta a la denuncia contra Cristina. También cerraron la puerta a que la AMIA se convirtiera en parte querellante. Un empecinamiento más fuerte que la búsqueda de la verdad.
El vergonzoso rechazo exprés y sin realizar ni una sola prueba de Rafecas fue el 26 de febrero de 2015. El 7 de mayo Cristina lo premió: ordenó archivar todas las causas en la Magistratura. Una era porque debía investigar a Boudou en el escándalo de Ciccone y les avisaba a los que debía investigar como si fuera parte de la defensa. Y otra sobre corrupción en el INCAA. Debió haberse excusado porque un hermano suyo había recibido subsidios del organismo y no lo hizo.
Ballestero es el mismo que fue juez preferido del menemismo y después juez preferido de Scioli. Y Freiler es el mismo que saltó a la fama cuando se le descubrió una suntuosa mansión frente a la quinta presidencial de la que dijo “no me acuerdo cuánto pagué”. Está claro cuál hubiera sido el destino de la denuncia de Nisman de no haber cambiado el Gobierno.
La defensa de Cristina se desplegó en una línea de presión directa sobre los camaristas Borinsky y Hornos. Con Zaffaroni por fuera y el presidente de Casación Slokar por dentro y la ayuda de Ana Figueroa, jueza preferida de Zannini y jefe de la sala que debía mantener frenada o dar luz verde a la investigación.
Todos esperaban de ella una nueva jugada. Pero Figueroa sorprendió. Como Freiler y Rafecas está apuntada en la Magistratura. Presionada por no quedar mal parada, votó por abrir la investigación. Y sólo en eso admitió que había perdido. Insistió en que no hubo delito, igual a negar validez a la denuncia, y que había que apartar al fiscal Pollicita. Pollicita seguirá.
Hasta los sorteos quieren que se de vuelta a esta página judicial: la denuncia cayó en Lijo, uno de los jueces convencidos de que Nisman no se suicidó y mentor de Ercolini, que acaba de procesar a Cristina por asociación ilícita. Nisman está muerto. Su denuncia no.
Fuente:clarin.com
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