SOHRAB AHMARI
Los sueños vanos de reforma no han muerto con el ex presidente de la República Islámica.
Akbar Hashemi Rafsanjani fue el Sr. Moderación original. Los observadores occidentales veían al ex presidente iraní como una suerte de Deng Xiaoping en ropas clericales: un fundador de la República Islámica que estaba destinado a transformar al país en un estado normal. Rafsanjani, pensaban ellos, era muy corrupto para ser un ideólogo.
Pero Rafsanjani, quien murió el domingo a los 82 años, desafió constantemente tales esperanzas. Su vida y legado nos recuerdan que el fanatismo y la vanalidad no son mutuamente excluyentes. Es una lección de la persistencia de las fantasías occidentales acerca del régimen iraní.
Nacido en la aristocracia terrateniente en el sudeste de Irán, Rafsanjani ingresó al seminario en la ciudad santa de Qom. Allí el Ayatola Ruhola Khomeini lo adoptó como un protegido y compañero revolucionario.
La teocracia totalitaria que reemplazó al Trono del Pavo Real después de la Revolución de 1979 fue tanto creación de Rafsanjani como de Khomeini. Khomeini proporcionó los fundamentos teológicos para su modelo de gobierno clerical absoluto. Pero fue Rafsanjani quien desarrolló las ideas, como presidente del Parlamento en la década de 1980 y como presidente durante la década de 1990.
Rafsanjani hizo el llamado a despertar a los liberales e izquierdistas iraníes, quienes todavía soñaban con compartir el poder con los islámicos. “Hasta que tuviéramos a nuestra gente en el lugar”, dijo él a uno de tales liberales en 1981, “estábamos dispuestos a tolerar a [otros] caballeros sobre el escenario.” Pero ahora el régimen no soportaría a ninguna facción aparte de las que seguían la “línea del Imán”-Khomeini. Siguió una década de purgas, violaciones en prisión y ejecuciones.
La muerte de Khomeini en 1989 ocasionó el peor mal paso político de Rafsanjani. Pensando que él podría manejar los acontecimientos tras bambalinas, Rafsanjani promovió exitosamente a su archirrival, Ali Khamenei, como el siguiente líder supremo. Pero Khamenei, mucho más asertivo que lo que había imaginado Rafsanjani, pronto consolidó su poder.
Los apologistas occidentales del régimen enmarcaron esa rivalidad como un conflicto ideológico genuino entre el “intransigente” Khamenei y el “pragmático” y “moderado” Rafsanjani (junto con otros, como el actual Presidente Hassan Rouhani). El acuerdo nuclear del Presidente Obama estuvo basado en la misma fantasía: Rafsanjani había acumulado riqueza vasta y mal obtenida, “aquí hay alguien con quien podemos hacer negocios”.
Sin embargo Rafsanjani nunca falló en seguir la “Línea del Imán”, mucho menos en asuntos exteriores. Khomeini convirtió el terror en una plataforma de la política iraní, y así permaneció.
En 1992, durante la presidencia de Rafsanjani, agentes iraníes abatieron a tiros a cuatro disidentes en un restaurante de Berlín. El “pragmático” Rafsanjani se sentaba con regularidad en un “Comité para Asuntos Especiales” que supervisaba asesinatos en el extranjero, según un funcionario de inteligencia iraní que testificó en un juicio penal en Alemania.
Fiscales argentinos han presentado pruebas estableciendo el rol del gobierno de Rafsanjani en el bombardeo en 1992 de la embajada israelí y el bombardeo en 1994 de un centro comunitario judío, ambos en Buenos Aires. Los dos ataques mataron a más de 100 personas.
El gran pragmático era presidente también cuando en 1996 agentes iraníes bombardearon las Torres Khobar en Arabia Saudita, matando a 19 miembros del ejército de Estados Unidos. Y fue Rafsanjani quien dijo en el año 2001: “Si un día el mundo islámico es equipado también con armas como las que posee ahora Israel, entonces la estrategia de los imperialistas alcanzará un cese porque el uso de por lo menos una bomba nuclear dentro de Israel destruirá todo.”
Pero las ilusiones perduran. Minutos después que fuera anunciada la muerte de Rafsanjani, el corresponsal del New York Times en Teherán tuiteó que “es un golpe importante para los moderados y reformistas en Irán.”
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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