DAVID HARRIS, DIRECTOR EJECUTIVO DE AJC (American Jewish Committee)
Me tomo la libertad de escribir esta carta abierta tras el último atentado terrorista palestino en el que cuatro jóvenes israelíes fueron asesinados y muchos otros resultaron heridos en un asalto similar al de Niza en julio y días antes de la “Conferencia de Paz en Oriente Medio” que usted organiza en París.
Lo hago con respeto, viniendo de un hogar francófono, con profundas raíces en la cultura francesa.
Lo hago representando a una organización, el Comité Judío Americano, que se ha comprometido con Francia en los niveles más altos durante décadas, y que, incluso cuando hemos discrepado vigorosamente, ha rechazado a los miembros de la comunidad judía que han llamado a boicots y difundido “noticias falsas” sobre la situación en su país.
Y lo hago, si me permite decirlo, no menos ansioso que usted de encontrar una solución duradera al conflicto israelí-palestino, idealmente basada en un acuerdo de dos estados.
Para mí, el tema no es otro pantano geopolítico que requiere de una solución. Como judío, también tengo un vínculo metafísico con la tierra ancestral en la búsqueda milenaria de la paz, sin mencionar el hogar contemporáneo de muchos de mis familiares más cercanos y amigos.
Señor Ministro, por favor comprenda las razones por las que hemos expresado la esperanza de que la reunión de París sea cancelada.
Como dijo el solo y único La Rochefoucauld: “Es más fácil ser sabio para los demás que para nosotros mismos”.
Con todo lo que sucede hoy en Europa, ¿es esta la cuestión que merece un esfuerzo tan grande?
La Unión Europea, que pronto celebrará 60 años del Tratado de Roma, está en peligro, especialmente tras el voto de Brexit en junio. Los terroristas están exponiendo la debilidad del acuerdo de Schengen. Sociedades paralelas descontentas han surgido en las ciudades y los suburbios de Francia, Bélgica y otros lugares. Los partidos populistas que se oponen a la UE y a la eurozona, que promueven la xenofobia y el antisemitismo, están amenazando el orden establecido. Ucrania, en la frontera oriental de la Unión Europea, sigue siendo una tierra parcialmente ocupada, al igual que Chipre, un Estado miembro de la UE. Turquía, tan clave para el desafío europeo de la migración, se precipita hacia el autoritarismo. Grecia y España, entre otros países europeos, tienen tasas alarmantes de desempleo juvenil.
Pero en lugar de enfocarse en estas cuestiones, el Quai d’Orsay está organizando otro esfuerzo internacional para abordar un conflicto que todo el mundo sabe, a priori, que sólo puede ser resuelto por las propias partes, independientemente de cuántas naciones viajen a París para la conferencia que está organizando.
Quisiera agregar que si Francia, no obstante, ha decidido que es necesario celebrar una conferencia internacional de algún tipo en este momento, ¿qué tal una sobre Siria? La mayor tragedia humana de este siglo y un país que Francia ha reclamado desde el Acuerdo Sykes-Picot de 1916 que dibujó las fronteras del Medio Oriente.
¿O sobre Libia? Donde una decisión francesa para ayudar a derrocar a Muammar Gaddafi en 2011 alcanzó su objetivo inmediato, pero dejó al país en la ruina, un caldo de cultivo para el yihadismo y un grave peligro para los intereses europeos.
¿O sobre los kurdos? Un pueblo de Oriente Medio con todos los elementos de la nacionalidad – y entre nuestros aliados más confiables – pero al que se le niega el derecho a la soberanía debido a los intereses geopolíticos de las grandes potencias.
¿Qué tal una cumbre sobre la intromisión de Rusia en la Unión Europea, incluyendo su apoyo financiero a partidos políticos extremistas contra la UE, la creación de grupos ambientales falsos que se oponen a proyectos energéticos sin la participación de Rusia y la manipulación maliciosa de los medios?
Pero la conferencia prevista para el 15 de enero en París es sobre el conflicto israelí-palestino, a pesar de que una de las principales partes, Israel, se ha opuesto a la idea; pese a que Estados Unidos, clave para cualquier avance en este frente, tendrá un cambio de gobierno (y política) exactamente cinco días después; y que Francia, debe decirse, no puede ser vista como un intermediario honesto.
¿Por qué? A pesar de las fuertes relaciones bilaterales entre París y Jerusalem en algunas esferas, en la arena internacional, Francia suele estar del otro lado. Esto ocurrió en la reciente votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre la Resolución 2334, y en la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud en mayo, cuando Francia votó a favor de una medida que extrañamente señaló a Israel como el único país del mundo que socava la “salud mental, física y ambiental”. En la UNESCO, cuando Francia se abstuvo ante una resolución que niega los vínculos del judaísmo (y cristiannismo) con los sitios sagrados en Jerusalem.
Si el objetivo es promover un acuerdo de dos estados, es el momento de enfrentar los hechos.
Desde el informe de la Comisión Peel de 1937 hasta nuestros días, los palestinos y sus partidarios han rechazado todos los compromisos puestos sobre la mesa para encontrar una solución viable.
Cada esfuerzo que elude la mesa de negociaciones frente a frente refuerza en los palestinos la creencia que pueden obtener todo lo que quieran sin mantener un diálogo con Israel, y respetar los inevitables compromisos que resultarían de cualquier acuerdo.
La incitación palestina no es un asunto menor, lanzado en las resoluciones de la ONU y los discursos diplomáticos como idea de último momento o nota de pie de página, sino la raíz del problema. Mientras los palestinos glorifiquen los atentados suicidas y el “martirio”, y nieguen la legitimidad del pueblo judío en Israel, no habrá solución.
Las naciones de buena voluntad deben enviar un mensaje claro a los palestinos de que sus caprichos, no importa cuán contraproducentes sean a la causa de la paz, no serán aceptados. Por su parte, Israel ciertamente ha recibido los claros mensajes de la comunidad internacional, pero desafortunadamente el otro lado no lo ha hecho.
Talleyrand, el legendario canciller francés que una vez ocupó su puesto, dijo: “El arte de gobernar es prever lo inevitable y acelerar su ocurrencia”.
Lo inevitable no debería ser más reuniones internacionales sin fin, sino más bien conversaciones directas entre israelíes y palestinos. Cuando todo el mundo despierte a esa dura realidad, tal vez se pueda acelerar un acuerdo de dos estados.
Fuente: The Times of Israel
Traducción: Esti Peled
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