GEORGE CHAYA
¿Podemos esperar que otros dignatarios de la Iglesia y la política presten atención a las palabras del arzobispo Welby o seguirán siendo convenientemente ignoradas?
Por primera vez una figura del establishment europeo de la Iglesia se ha pronunciado contra un argumento esgrimido con frecuencia por las élites políticas y culturales de Occidente que exonera al Estado Islámico (ISIS) de su brutalidad.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, declaró que para hacer frente a la violencia de motivación religiosa en Europa es necesario distanciarse de la postura, cada vez más popular, que sostiene que ISIS “no tiene nada que ver con el islam”. “Hasta que los líderes religiosos no asuman su responsabilidad por los actos de quienes cometen crímenes en nombre de su religión, no veremos ninguna solución”, declaró Welby.
El arzobispo indicó también: “Si no se tiene cierto conocimiento religioso y político del mundo árabe islámico, es muy difícil entender las cosas que llevan a las personas a cometer los terribles actos que vemos en los últimos años en nombre de la religión”.
A mi juicio, es evidente que el conocimiento religioso ha escaseado en materia del mundo árabe, especialmente en el continente europeo. Sin embargo, en Estados Unidos y América Latina, personas con poco o ningún conocimiento del islam, incluidos dirigentes políticos, académicos, periodistas y formadores de opinión, se han convertido repentinamente en “expertos” en Oriente Medio, islam y el Corán. Esas personas aseguran a todo el mundo que ISIS y sus organizaciones terroristas afiliadas y similarmente genocidas no tienen nada que ver con el islam.
Llama la atención, por tanto, oír por fin una voz del establishment, especialmente un hombre de la Iglesia, que se opone, aunque con cautela, a la línea discursiva del Papa del Vaticano, y confronta esa postura curiosamente uniforme y alarmantemente desinformada sobre el terrorismo islámico.
Hasta ahora, las iglesias del establishment, a pesar de las atrocidades cometidas por terroristas musulmanes contra cristianos, han estado excesivamente ocupadas con el llamado “diálogo interreligioso”. El Papa Francisco incluso ha regañado a los europeos por no ser más obsequiosos con los inmigrantes que han saturado Europa. “¿Qué ha pasado con la Europa del humanismo, defensora de los derechos humanos, la democracia y la libertad? ¿Dónde ha quedado la madre de grandes hombres y mujeres que dedicaron e incluso sacrificaron sus vidas por la dignidad de sus hermanos y hermanas? ¿Qué te ha sucedido, Europa?”, se preguntaba el Papa en un reciente sermón desde el Vaticano.
Según veo, no es complejo de entender, el Papa Francisco debería saberlo, y es que ante los ataques terroristas islámicos en suelo europeo, antes de pedir retóricamente a los ciudadanos que sacrifiquen sus vidas por sus “hermanos y hermanas” inmigrantes, quizás Francisco debería preguntarse cuántos de esos inmigrantes musulmanes en Europa consideran a los europeos sus “hermanos y hermanas”.
Las recientes declaraciones del arzobispo de Canterbury sobre el islam son declaraciones especialmente significativas en boca del máximo obispo y líder de la Iglesia Anglicana, cuya composición actual es de unos 85 millones de fieles en todo el mundo.
Hace tan sólo un año, en unas declaraciones sobre las masacres de París, el arzobispo seguía la ortodoxia políticamente correcta pontificando: “La perversión de la fe es uno de los aspectos más acuciantes de nuestro mundo actual”. Él explicó: “Los terroristas de ISIS distorsionaron su fe hasta el punto de creer que estaban glorificando a su dios”. Desde entonces, es evidente que ha cambiado de opinión, y no está mal.
¿Podemos esperar que otros dignatarios de la Iglesia y la política presten atención a las palabras del arzobispo Welby o seguirán siendo convenientemente ignoradas?
No hay duda de que mucho liderazgo occidental ha escuchado de manera selectiva durante años, ha ignorado las verdades que no se ajustaban al relato que a los políticos “del mundo libre” les gusta imaginar, especialmente cuando son dichas por auténticos expertos en Oriente Medio e islam.
Cuando, en noviembre de 2015, el jeque Mohammed Abdullah Nasr, experto en ley islámica y licenciado por la Universidad egipcia de Al Azhar, denunció por qué la prestigiosa institución que forma alumnos en la corriente mayoritaria del islam sunita se negó a acusar al ISIS de ser antiislámico, nadie lo escuchó.
Personalmente, conozco a Nasr y sé que dijo la verdad; tengo la convicción íntima de que el Estado Islámico es un subproducto de los programas de estudio de Al Azhar. En consecuencia, ¿cómo puede esa universidad condenarse a sí misma? Al Azhar sostiene que debe haber un Califato y que es una obligación para el mundo musulmán apoyarlo. Al Azhar enseña en su currícula la ley de la apostasía, apoya indirectamente el asesinato del apóstata; es hostil hacia las minorías religiosas; enseña cosas como que no que hay que permitir la construcción de iglesias y es reciamente judeófoba. Al Azhar defiende la institución de la yizia —tributo exigido a los no musulmanes— y no se pronunció jamás sobre la lapidación de personas que no paguen tal impuesto. En consecuencia, ¿cómo puede Al Azhar denunciarse a sí misma acusando a ISIS? Jamás lo haría. Tampoco los líderes occidentales han querido ver que “el Estado Islámico es islámico, muy islámico”, aunque atrajo y reclutó psicópatas y mercenarios conversos de Europa. Pero la religión que predican sus más fogosos seguidores se deriva de interpretaciones coherentes e incluso eruditas del islam.
Otra figura del establishment, Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano y jefe del gabinete entrante de Donald Trump, efectuó también unas declaraciones similares a las de Welby. “Claramente, hay aspectos de esa religión que son problemáticos, y los conocemos: los hemos visto”, dijo Priebus. Agregó: “El islam es una ideología política que se oculta tras una religión”.
Que gran parte de la sociedad estadounidense opine que el islam es una ideología política no deja de ser polémico, a pesar de que las doctrinas políticas y militares del islam, resumidas sucintamente en el concepto de yihad, se codifican en la ley islámica —sharia— y se encuentran en el Corán y los hadices. Sin embargo, los yihadistas que cometen atentados al servicio de ISIS, por ejemplo, sólo están siguiendo las órdenes del Corán, que indica: “Combate y mata a los no creyentes allá donde los encontréis” (9:5) y “Combátelos hasta que no haya más fitna [‘lucha’] y se sometan todos a la religión de Allah” (8:39).
La pregunta es si otras figuras del establishment también reconocerán lo que alguien como el arzobispo Welby y el “sagaz” presidente de Egipto, Abdel Fattah Al-Sisi, han tenido por fin el coraje de decir en público. Esto es, que si las personas insisten en seguir siendo unos analfabetos religiosos, entonces es imposible resolver el problema de la violencia terrorista de motivación religiosa.
Fuente:cciu.org.uy
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