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jueves 21 de noviembre de 2024

La cumbre de París o una hipócrita manera de perder el tiempo

IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO – Se ha publicado el texto completo de la resolución tomada por 71 naciones en París (el Reino Unido se abstuvo en un sorprendente pero grato posicionamiento), y me llaman la atención varios párrafos que, a continuación, voy a comentar. O tal vez sea más preciso decir que voy a despedazar.

El primer punto de la resolución plantea que “siguiendo la junta de ministros llevada a cabo en París el 3 de Junio de 2016, los participantes se encontraron en París el 15 de Enero de 2017 para reafirmar su soporte a una resolución justa, permanente y comprensiva del conflicto israelí-palestino. Reafirmaron que una solución negociada de dos estados, Israel y Palestina, viviendo lado a lado en paz y seguridad, es el único camino para lograr una paz duradera”.

Es una postura ingenua. Pasa por alto la realidad de que los palestinos no están en condiciones sociales de mantener un estado viable. Sus divisiones políticas y religiosas son tales que el panorama más factible para ellos sería el de una guerra civil. Fundar un estado no es cualquier cosa. No es algo que se resuelva por decreto, y menos aún algo que se resuelva en Europa. Los países firmantes deberían ser más conscientes –pero parece que es imposible pedirles eso– de los problemas reales en el entorno palestino, antes de decir que la única solución es la de dos estados. No lo es mientras uno de ellos sea inviable. Lamentablemente, en todo el documento hay cero menciones a esa realidad palestina.

Concederles un estado en este momento es sentenciarlos al más penoso fracaso.

El documento sigue: “Se enfatiza la importancia de que las partes reinicien su compromiso con esta solución, y tomen pasos urgentes en orden de revertir las actuales tendencias negativas en el terreno, incluyendo los continuos actos de violencia y las actividades constantes en los asentamientos, y a comenzar negociaciones directas y significativas”.

Hay dos detalles monstruosos con este párrafo. El primero es la cínica y absurda manera de equiparar las “actividades en los asentamientos” con “los continuos actos de violencia”. Guste o no, equivale a decir que la presencia de judíos en ciertas zonas es tan perniciosa y grave como el terrorismo asesino de los palestinos. Pero no es cierto. No hay la mínima comparación posible. La actividad en los asentamientos no se traduce en homicidios o intentos de homicidio.

El segundo es que se olvidan los irrefutables antecedentes históricos: el más relevante, que el tema de los asentamientos nunca fue una exigencia palestina, hasta que Barack Obama lo puso de moda. El otro –también muy significativo– que incluso en las épocas en las que el gobierno israelí no tenía ningún interés en expandir asentamientos (como durante las gestiones de Ehud Barak, Ehud Olmert o Tzipi Livni), o incluso cuando se hizo un retiro unilateral y se desmantelaron todos los asentamientos en Gaza (por órdenes de Ariel Sharón), o también cuando se congeló por completo cualquier actividad de construcción en los asentamientos (por orden de Netanyahu en 2009), los palestinos de todos modos se rehusaron a regresar a la mesa de negociaciones.

Un posicionamiento honesto sobre este punto debería ir dirigido enfática y directamente contra los palestinos y su reticencia absoluta a cualquier acercamiento directo. Pero no. No sólo se evita referir esa realidad objetiva, sino que se intenta dibujar a israelíes y palestinos como “igualmente culpables” o “igualmente malos”, bajo la perversa premisa de que la construcción de casas para judíos es tan grave como una abierta campaña de terrorismo asesino.

Dos párrafos más adelante, el texto dice: “Da la bienvenido a los esfuerzos internacionales para avanzar en la paz del Medio Oriente, incluyendo la adopción de la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 23 de Diciembre de 2016, que claramente condena la actividad de los asentamientos, la incitación y todos los actos de violencia y terror…”.

Sí, pero también define a Jerusalén “Este” como “territorio palestina ocupado”, y declara “ilegítima” la presencia judía allí, lo que implica que –en la lógica de la ONU– los judíos ya no tenemos derecho a rezar en nuestro lugar más sagrado.

Lo terrible es el modo en el que se intenta reescribir la Historia. No existe Jerusalén “Este”. Jerusalén siempre ha sido una sola ciudad, y la única etapa en la que quedó dividida fue entre 1949 y 1967, cuando los Jordanos sólo pudieron ocupar la zona oriental, e intentaron borrar de allí todo vestigio judío. Porque hay que señalar que la mayoría de los habitantes de esa zona eran judíos. Había alrededor de cien sinagogas y dos grandes academias rabínicas, además de que desde siglos atrás muchos judíos se reunían a rezar al pie del Muro Occidental, en ese entonces llamado Muro de los Lamentos.

Ahora, resulta que toda presencia judía allí es ilegítima, y que además los judíos tenemos que aceptar esa determinación como “un esfuerzo internacional para avanzar hacia la paz”.

El grotesco trasfondo de este párrafo es que para “avanzar hacia la paz” el pueblo judío tiene que resignarse a ser despojado, y simplemente contemplar como sus bienes históricos más preciados (como Jerusalén) son entregados a un grupo que ni siquiera tiene conciencia histórica nacional.

Esta primera sección finaliza diciendo que se nota “… la importancia de abordar la grave situación humanitaria y de seguridad en la Franja de Gaza y llamar por pasos rápidos para mejorar la situación…”.

Es curioso: se habla de crisis humanitaria en Gaza, pero no se menciona que su población vive sujeta a un régimen fundamentalista brutal que sabe de cualquier cosa, menos de Derechos Humanos. Que además tiene como objetivo principal la destrucción de Israel. Por supuesto, menos aún se menciona que Israel tomó en Gaza justamente las medidas que ahora se le quieren imponer para la Franja Occidental: un retiro absoluto. ¿Qué ganó Israel con ese retiro? Más de 12 mil cohetes disparados contra su población civil.

Otra vez estamos ante un mensaje nefasto: la única manera de “avanzar hacia la paz” es obligando a Israel a exponerse a los ataques palestinos. Y cuando haya que discutir cualquier cosa en el futuro, se olvidará la relación entre “retirada israelí” y “ataques terroristas”, y si acaso se llega a mencionar dichos ataques, sólo será bajo la condición de que se les compare en gravedad con la construcción de casas para judíos.

El segundo punto del documento inicia así: “Los participantes destacan el potencial de seguridad, estabilidad y prosperidad para ambas partes que puede resultar de un acuerdo de paz…”.

Correcto, pero no tiene sentido hablar de las bondades posteriores a un acuerdo de paz (que, por cierto, son obvias en teoría), si antes no se dan las condiciones para que ese acuerdo sea posible. Y a juzgar por todas las omisiones en el punto inicial, así como la absoluta inconsciencia (o hipócrita complacencia) sobre las implicaciones que hemos señalado, todas claramente agresivas sólo contra Israel, me queda claro que las naciones firmantes en París están construyendo castillos en el aire.

Y para muestra, las sugerencias del documento.

Por ejemplo, hablan de una participación especial de la Unión Europea como “socio” para promover, activar, hacer crecer y consolidar la economía de la Autoridad Palestina.

Olvidan que a ese liderazgo ya se le dieron casi 32 billones de dólares (la cifra más grande en la historia para ayudar a un proyecto de país; a Alemania, después de la II Guerra Mundial, sólo se le dieron apoyos por 1.2 billones pese a que tenía 40 millones de habitantes; los palestinos sólo son 5 millones). Y, por supuesto, olvidan que mucho del dinero que Europa ya está dando se usa para financiar el terrorismo. Se ha demostrado cualquier cantidad de veces que muchos recursos financieros para la Autoridad Palestina son usados para recompensar a los terroristas o a sus familiares, y la Unión Europea no ha tomado una sola medida al respecto. Al contrario: reaparece para ofrecerse como socio para darle más dinero a la Autoridad Palestina.

Y yo pregunto: si uso el dinero para incitar al terrorismo, y la Unión Europea reacciona diciendo que me va a dar más dinero, ¿por qué habría de cambiar mi conducta?

No es tan difícil de entender. Pero parece que es demasiado para Hollande, muchos otros ministros de Europa, y todavía más ministros de otros lados del mundo.

Otra sugerencia brillante: “dar soporte y fortalecer los pasos palestinos para que ejerciten sus responsabilidades como estado, por medio de consolidar sus instituciones y la capacidad de sus instituciones…”.

Ahora pregunta: ¿Pues qué han estado haciendo todos estos años? Desde 1993 se firmaron acuerdos para lograr la consolidación de un Estado Palestino. Desde entonces, la Unión Europea ha soltado cualquier cantidad de dinero y de apoyo a los palestinos. ¿Apenas ahora hablan de capacitarlos para lograr un estado viable? Es increíble el cinismo con el que, implícitamente, admiten que todo lo anterior fue tiempo y dinero perdido. Y los palestinos son “castigados” con más promesas de apoyo y de dinero.

Vuelvo a plantear mi inquietud: ¿Por qué habrían de cambiar? No tienen razones para hacerlo.

Concluyen las ideas brillantes: “convocar a la sociedad israelí y palestina a foros para mejorar el diálogo entre las partes, reavivando el debate público y fortaleciendo el rol de la sociedad civil en ambos lados”.

No sé si los firmantes de este papel están enterados de que la Autoridad Palestina ejerce un control brutal sobre su población. Para poder llegar a este “debate público” con Israel, primero habría que lograr que los palestinos tengan la posibilidad de debatir sus propios asuntos libremente. Sin eso, es una absoluta ridiculez y estupidez apostar por un diálogo de las dos sociedades civiles.

Es cierto que ese connato de diálogo ya se da entre israelíes y palestinos. Pero se da al margen de cualquier apoyo institucional de la Autoridad Palestina. De hecho, a los palestinos que apuestan por esa apertura se les sigue tratando y persiguiendo como traidores.

Obviamente, el documento firmado en París no habla absolutamente nada sobre la necesidad de presionar a la Autoridad Palestina (y no se diga a Hamas, todavía más violenta e intolerante que la AP) para que se revierta esto que, en términos simples, es sólo otra de tanta flagrantes violaciones a los Derechos Humanos. Y vuelvo a mis preguntas: si nadie les está pidiendo que cambien, ¿por qué habrían de cambiar los líderes palestinos?

El tercer y último punto del documento es un listado de lo que los participantes en la conferencia piden (obviamente, a israelíes y palestinos).

Primero llaman a ambos lados a “oficialmente reiniciar su compromiso con la solución de dos estados, deslindándose de las voces que rechazan esta solución”.

No sé si los firmantes tengan contacto con la realidad, pero me parece que no. Donde más rechazo hay hacia la solución de dos estados es en la sociedad palestina, cuya inmensa mayoría sigue oponiéndose a reconocer el derecho de los judíos a tener un Estado propio. No es de gratis que los libros de texto escolar para las primarias y secundarias palestinas siempre hablen de todo el territorio como “Palestina ocupada”, dando a entender con ello que el objetivo es destruir a Israel. Por supuesto, la conferencia en París no mencionó el punto, pese a que si intentaran un mínimo de coherencia con esta primera petición, tendrían que hacer un agresivo llamado a la Autoridad Palestina y a Hamas para que dejen de implementar ese tipo de estrategias educativas.

Retomo mis preguntas: si no lo hacen, ¿por qué la Autoridad Palestina y Hamas habrían de abandonar su permanente llamado a la destrucción de Israel? No importa lo que digan 71 países firmantes: los palestinos serán quienes más sigan oponiéndose a la solución de dos estados, porque se les ha educado y se les sigue educando para eso.

Siguiente petición: “Llama a ambas partes para demostrar de manera independiente, por medio de políticas y acciones, a un genuino compromiso con la solución de dos estados y a abstenerse de medidas unilaterales que prejuzguen el resultado de las negociaciones sobre el estatus final de los temas…”. Dejando de lado la desastrosa y ambigua redacción del punto, sorprende el nivel de hipocresía de lo que aquí se expresa.

Tal como se establece al inicio del documento, la base es la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU, tomada el 23 de Diciembre de 2016. Dicha resolución fue solicitada por los palestinos, en una clara medida unilateral cuyo objetivo no era otro sino imponer, desde la ONU, cambios en las condiciones de negociación por parte de Israel.

Oh, pero ahora viene esta conferencia a pedir que eso ya no se haga más.

Da asco tanta hipocresía, porque al final de cuentas sólo se refleja el miedo de que está por llegar un nuevo presidente de los Estados Unidos, que ha demostrado siempre que la corrección política no le interesa, y que puede empezar a tomar medidas unilaterales muy radicales. Justo en un momento en el que muchos sectores del gobierno y la sociedad israelí empiezan a pedir que también se tomen medidas unilaterales relevantes como respuesta al hecho indiscutible que, desde 1993, la estrategia palestina siempre se ha basado en medidas unilaterales.

Después de los Acuerdos de Oslo, los palestinos no volvieron a firmar ningún compromiso con Israel. Se han dedicado, sistemáticamente, a usar la simpatía a su causa (o, más bien, la judeofobia internacional) para intentar obtener en este tipo de foros lo que no se atreven a negociar directamente con el Estado judío (y no, no es culpa de Netanyahu; se comportaron exactamente igual con Ehud Barak, Ehud Olmert y Tzipi Livni).

Por eso es que la Resolución 2334 fue vista por Israel y las comunidades judías de todo el mundo, así como muchos simpatizantes, como una artera puñalada en la espalda. Fue un movimiento unilateral palestino el que culminó con una irracional y penosa declaración de la ONU en la que las zonas medulares de la historia judía en Jerusalén fueron borradas de un plumazo y declaradas ilegítimas.

Por medio de este tipo de conductas y peticiones, la Comunidad Internacional sólo garantiza la absoluta indisposición israelí para atender esto, que no es otra cosa sino una patética farsa.

Concluyen las ideas inteligentes de los firmantes: “Dar la bienvenida a la posibilidad de una cooperación más cercana entre el Cuarteto y los miembros de la Liga Árabe, y otros actores relevantes, para llevar más lejos los objetivos de esta Declaración”.

Veamos: desde el inicio de sus actividades oficiales en 2002, el llamado Cuarteto (Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU) no ha logrado absolutamente nada (es lógico: si nunca se presionó explícitamente a los palestinos para dejar de lado sus políticas terroristas ya señaladas, no había por qué lograr absolutamente nada). Por su parte, la postura oficial de los miembros de la Liga Árabe siempre ha sido que Israel tiene que desaparecer.

Es cierto que en los últimos años, y como consecuencia de la desastrosa política exterior de Obama, Arabia Saudita e Israel se han acercado extraoficialmente como nunca nos llegamos a imaginar, pero recalco: eso todavía es extraoficial. La política de la diplomacia árabe en la ONU y otros organismos sigue siendo muy agresiva contra Israel.

Entonces, lo primero que estos cabezudos firmantes de la Declaración deberían hacer es exigir a los miembros de la Liga Árabe a reconocer al Estado de Israel, firmar tratados de paz, intercambiar embajadas y normalizar todas las relaciones. Sin eso, no tiene ningún sentido que se pida una mayor colaboración de la Liga Árabe en la búsqueda de una solución al conflicto, porque en términos políticos y oficiales, la Liga Árabe es una parte del conflicto.

Pero no. No se trata realmente de eso. Se trata, más bien, de pedirle a Israel de la manera más amable que permita una mayor intrusión por parte de varios países que no reconocen el derecho de los judíos a tener nada. Ni siquiera sus espacios religiosos milenarios. Menos aún un país propio.

Es la misma basura de siempre: Europa al frente del mundo para exigirnos que nos rindamos.

¿Qué hace un judío, un israelí, o un simpatizante nuestro, ante tanta felonía, tanta hipocresía, tanta basura?

Se me ocurre citar un Salmo. Digo, porque hay Salmos para todo. Y este es perfecto para esta ocasión:

Salmo 2

¿Por qué se sublevan las naciones y en vano conspiran los pueblos?
Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido.
Y dicen: Hagamos pedazos sus cadenas, librémonos de su yugo.
El rey de los cielos se ríe, el Señor se burla de ellos.
En su enojo los reprende, en su furor los intimida y dice:
He establecido a mi rey sobre Sion, mi santo monte.
Yo proclamaré el decreto del Señor:
Tú eres mi hijo, me ha dicho; hoy mismo te he engendrado.
Pídeme y como herencia te entregaré las naciones.
Tuyos serán los confines de la tierra.
Las gobernarás con puño de hierro, las harás pedazos como a vasijas de barro.
Ustedes, los reyes, sean prudentes.
Déjense ensear, gobernantes de la tierra.
Sirvan al Señor con temor, con temblor ríndanle alabanza.
Bésenle los pies, no sea que se enoje
Y sean ustedes destruidos en el camino
Pues su ira se inflama de repente.
Dichosos los que en Él buscan refugio.

P. S.: En Siria han muerto alrededor de 400 mil personas en los últimos cinco años. ¿Se dan cuenta que ni Francia ni ningún otro país convocó a una conferencia similar para hablar del problema en Siria? Tal vez la vida de los sirios les importa muy poco; o tal vez tienen una obsesión insana con Israel. O ambas cosas.

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