Plus ça change, plus ça devient le même.
(Entre más cambia la cosa, más regresa otra vez a lo mismo.)
Proverbio francés
FRANCISCO GIL-WHITE
En su campaña, Donald Trump denunció la inmigración libre de musulmanes y la presunta renuencia de Barack Obama y Hillary Clinton para enfrentarse al Estado Islámico (ISIS), a Irán y al terrorismo yihadista más ampliamente. Ya viene mano dura, dicen emocionados los patriotas israelíes, contra el yihadismo en el Medio Oriente —y allende—. Osan imaginar la gran voltereta estadounidense: un Donald Trump proisraelí.
Mis alumnos y lectores me han preguntado que qué pienso. ¿Será que sí? ¿Cambiarán las cosas? Los investigadores de DEBKAfile así lo afirman:
“No se puede discernir mucho sobre las políticas futuras del gobierno del presidente electo Donald Trump en el Medio Oriente … excepto que sus puntos de partida sin duda serán diametralmente opuestos a los de Obama”.
Pero cabe la hipótesis de que todo aquel sturm und drang de Trump fuera montaje —un show—, pues sin tomar todavía posesión, él canta ya, sobre varios temas, muy distinto. Según reportaba El Financiero a finales de noviembre de 2016, Trump, con algo de prisa, debilitaba ya —o descartaba— sus promesas de campaña. Lo que dijo sobre el muro fronterizo, el calentamiento global, enjuiciar a Hillary Clinton —eso no era, al parecer, del todo serio—.
¿Y las promesas del Medio Oriente? Entre otras cosas, Trump prometió “desmantelar” el tratado nuclear de Estados Unidos con Irán, haciendo eco a las críticas que presentara Benjamín Netanyahu, Primer Ministro israelí, cuando viajó a Washington para explicar a los congresistas estadounidenses el peligro que implica para su país y para el mundo. Ese acuerdo, dijo, permite que Irán se convierta en poder nuclear.
Le da la razón el texto del acuerdo, pues libera enormes sumas para Irán sin imponer un régimen adecuado de inspecciones y garantías. A los hechos: como han señalado varios analistas, Irán ya recibió 100 000 millones de dólares, y cuando viola los compromisos firmados no se hace nada. El daño, pues, está hecho —y bien hecho—, aun si Trump cumple su promesa de abolir el acuerdo.
Pero ahora que Trump es Presidente electo, Netanyahu de pronto ya “no busca abolir el acuerdo con Irán”, reporta el Jerusalem Post, “sino que busca una actitud firme de Trump contra Irán”. Gramática política: si el otro —aquel “machísimo patriota” israelí centrado en la mira nuclear iraní— puede vivir con el acuerdo, Trump podrá bajar de su escalón.
¿Cuál será entonces la “actitud firme… contra Irán”? Se escuchan propuestas pusilánimes: renegociar algunos puntos, hacer inspecciones más firmes, reimponer sanciones por agresiones terroristas. Nada de eso importará; será una finta. Para frenar el creciente poderío de Irán en Asia occidental, y el yihadismo más ampliamente, Trump tendría que enfrentarlos de veras.
¿Cuál es la probabilidad de eso? No es el tema de este artículo. Aquí nos interesa lo siguiente: ¿Cómo podremos evaluar en qué dirección va Trump?
Sin duda escucharemos mucha retórica anti iraní, mucha denuncia del extremismo yihadista, y las homilías de cajón sobre el presunto apoyo estadounidense a Israel. Se oye cada vez. Pero valdría la pena preguntarse, ¿cuáles hechos duros y fríos de política exterior serán consistentes con un verdadero empuje contra el yihadismo y a favor de Israel?
No le exijamos a Trump que derrote el yihadismo, ni mucho menos. Pidamos tan solo que sus “puntos de partida” sean, en efecto, “diametralmente opuestos a los de Obama”. En ese caso deberá implementar, como mínimo, las siguientes políticas: 1) no más armas para los yihadistas; 2) apoyo a la Revolución Rojava; y 3) el no a la “Solución de Dos Estados” y el sí a exponer los lazos entre Irán y OLP/Fatah (la “Autoridad Palestina”).
No más armas para los yihadistas
Durante la campaña presidencial, Trump acusó a Obama y a su ex Secretaria de Estado, Clinton, por el surgimiento del Estado Islámico. Sobre esto tenía razón.
Se ha documentado ampliamente que el Estado Islámico emergió de las prisiones militares estadounidenses en Irak, cuyos custodios, tan complacientes, permitieron a los yihadistas señorear la vida social de los prisioneros. Ahí, los yihadistas podían reclutar (por la fuerza, cuando fuera necesario) y enseñar, con pizarrón y todo, los principios de la yihad, cómo construir una bomba, y cómo vencer el miedo para hacerse bombardero suicida. El propio general estadounidense a cargo llamó a su sistema de prisiones “universidad yihadista”.
Al concluir 5 años de eso (una licenciatura), las autoridades estadounidenses desmantelaron el sistema y ¡dejaron ir a todo mundo! Luego vino el Estado Islámico. Todos sus principales líderes, incluido el “califa” Abu Bakr al Bagdadi, son graduados de esa “universidad yihadista”. Si eso no fuera demasiado, luego de causar una guerra civil en Siria, el Estado Islámico recibió armamento y también personal entrenado por Estados Unidos, pues los “rebeldes” sirios favorecidos por el gobierno estadounidense se le unieron en masa.
Si el gobierno de Trump secara los canales que llevan armamento y entrenamiento a los yihadistas, sería la señal de un verdadero cambio de política. Si, por el contrario, los yihadistas continúan siendo abastecidos por Estados Unidos y sus aliados, sabremos que hay continuidad.
Apoyo a la Revolución Rojava
La gran esperanza para revertir la tendencia yihadista es la Revolución Rojava, un movimiento multiétnico, liderado por los kurdos del norte de Siria, aliados políticamente con los asediados kurdos del PKK en Turquía, contra quienes Recep Tayyip Erdogan ha lanzado una guerra de limpieza étnica. Los rojavanos han tenido logros impresionantes contra el Estado Islámico a pesar de pelear casi completamente solos y de sufrir bombardeos turcos.
Estos kurdos y sus aliados árabes y de otras etnias son casi todos musulmanes. Creen en la participación popular democrática, la igualdad de género, la libertad religiosa, la tolerancia étnica y la sustentabilidad ecológica. Protegen e integran al proceso democrático a todas las minorías étnicas y religiosas del norte de Siria. Si vencen, serán un faro de esperanza, empoderando a los musulmanes moderados en todo el mundo para defender la alternativa democrática.
Por lo tanto, si Trump movilizara de forma decisiva los recursos simbólicos y militares de Estados Unidos a favor de los rojavanos, creando un oasis ideológico y político para los musulmanes que aman la libertad, y fortaleciendo así a la némesis del Estado Islámico, tendríamos una política cabalmente consistente con sus desplantes públicos en contra del yihadismo. Sería un golpe maestro geopolítico no solo para la paz en el Medio Oriente, sino para la defensa de Occidente. Si, por el contrario, no se hace un esfuerzo importante por asistir al movimiento rojavano, habrá entonces que preguntarse en qué sentido se opone al yihadismo, realmente, el gobierno de Trump.
No a la “Solución de Dos Estados”; sí a exponer los lazos entre Irán y OLP/Fatah
Desde Ruhollah Jomeini hasta hoy, los ayatolás iraníes prometen exterminar a los israelíes. De ahí que Trump, si realmente está con Israel y en contra de Irán, no puede favorecer en Israel una política iraní. Por lo tanto, deberá oponerse a que OLP/Fatah (hoy mejor conocida como la “Autoridad Palestina”) reciba un Estado en Judea y Samaria. ¿Por qué? Porque OLP/Fatah fue quien creó el Estado teocrático iraní de Ayatolá Ruholla Jomeini. Leyó Usted correctamente.
Ya nadie lo sabe. Lo constaté hace 3 años cuando viajé a Israel para hacer un breve recorrido de antropología política y conocer a los patriotas israelíes —el movimiento de “derecha”, como lo llaman—. Ni siquiera esta gente, la más preocupada por la seguridad israelí, se acuerda de algo que estuvo en primera plana, en 1979, en The New York Times: OLP/Fatah armó y entrenó a las guerrillas de Jomeini.
Luego de la Revolución islámica, OLP/Fatah fungió por un tiempo, de facto, como el Ministerio de Relaciones Exteriores de Jomeini, y ayudó a crear SAVAMA, la policía secreta iraní, y la Guardia Revolucionaria. Esta última es 1) protectora del régimen; 2) exportadora de terrorismo iraní a todo el mundo, y 3) madrina de Hezbolá, milicia terrorista dedicada a la destrucción de Israel).
Todo esto se reportó en los principales diarios entre 1979 y 1981. ¿Por qué nadie se acuerda? Porque la gente se relaciona con el mundo a través de los medios, y hace tiempo ya que los medios dejaron de mencionar esto.
Los curiosos dispuestos a invertir 5 minutos descubrirán, empero, que abundan en internet las imágenes de Yasser Arafat celebrando con Jomeini la Revolución islámica en Irán. Él y Mahmud Abbas —su socio de siempre y colíder de OLP/Fatah— fueron los primeros dignatarios internacionales, inmediatamente después del golpe, en apearse en Teherán para los festejos. Las turbas iraníes recibieron a Arafat cual mesías y se disputaban el pañuelo de su cabeza para atesorarlo como reliquia.
Mientras Jomeini y su hijo anunciaban que la prioridad del nuevo Irán sería “Palestina”, Abbas explicaba a los reporteros árabes en Teherán su “Plan de Fases”. OLP/Fatah prometería paz para obtener un territorio israelí (primera fase), y después procedería, con la ayuda de Irán, a destruir Israel (segunda fase). Ahora lo llaman “Proceso de Paz”.
No ha cambiado la cosa. En agosto de 2015, mientras que Obama preparaba el acuerdo nuclear con Irán, la prensa oficial iraní dio a conocer un dato que The New York Times no se molestó en comunicar: OLP/Fatah e Irán renovaban sus votos con un “acuerdo de cooperación total”.
¿Qué puede hacer Trump?
En política democrática solo pueden hacerse cosas que la población entienda. Y en materia política, como en el idioma, si algo no es gramatical entonces no se entiende. Para muchos, escuchar que OLP/Fatah debe ser removido de suelo israelí sería como escuchar un sacrilegio. Luego de escucharlo dirán: “¡Qué disparate! ¡Pues si nos dijeron que la salud geopolítica del mundo depende de concluir el Proceso de Paz con un Estado para la Autoridad Palestina!” En efecto, nos dijeron todo eso. Luego entonces, para quien entienda al mundo así, quitar a OLP/Fatah (i.e. la Autoridad Palestina) de Israel no es una propuesta “gramatical”, es decir, no es una decisión “políticamente correcta”.
¿Puede volverse gramatical? Claro, pero solo que la verdadera OLP/Fatah —la verdadera “Autoridad Palestina”— sea primero bien conocida por todos.
¿Quién podría educar a la gente? Pues Trump. Si Trump realmente es el enemigo de Irán y amigo de Israel que histriónicamente se jacta de ser, puede entonces, encaramado en su nuevo pódium, con el megáfono mundial que ahora empuña, dar a conocer la relación entre OLP/Fatah e Irán. Puede, enseñando la evidencia, explicar que OLP/Fatah, aliada con Irán, se propone convertir a la población árabe palestina —entera— en bomba suicida para exterminar al pueblo judío israelí.
Cuando la gente haya entendido eso, el prestigio de OLP/Fatah habrá sido destruido. Entonces Trump podrá proponer que ese instrumento genocida de Irán, opresor también de los árabes palestinos, OLP/Fatah, sea removido de Israel. Dicho así, es gramático. Sí computa. Con esto, podrá encontrarse una verdadera solución al conflicto.
En un abrir y cerrar de ojos, pues, Trump puede proteger a las poblaciones —musulmana y judía— del Medio Oriente, iniciar en serio la defensa de Occidente, y voltear el ajedrez de la política mundial. Ése es —en principio— el poder del presidente de Estados Unidos.
¿Qué podemos esperar? Sospechamos que, si bien el discurso será distinto, las políticas de Trump en el Medio Oriente serán muy parecidas a las de Obama. Justificaremos esta sospecha en un artículo posterior.
FRANCISCO GIL-WHITE es doctor en Antropología Evolutiva y Socicultural por la University of California, Los Angeles (UCLA). Es analista político e historiador, y profesor de tiempo completo en el Departamento Académico de Administración del ITAM. Es autor de El Colapso de Occidente: El Siguiente Holocausto y sus Consecuencias, cuyos temas imparte en su curso “La Historia Política de Occidente y el Antisemitismo”. (Visite su revista electrónica para leer los otros artículos de esta serie.)
Fuente:revistafal.com
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