Salman, que es el presidente de la Confederación Asiática, se ausentó sin excusa de la reunión del Consejo cuando se puso encima de la mesa el problema de los asentamientos de Israel.
GONZALO CABEZA
Semana de pasillos y reuniones en Zúrich. La FIFA, que aún se lame las heridas de un pasado reciente convulso, celebró un nuevo Consejo, lo que anteriormente se llamaba Comité Ejecutivo y ahora ha cambiado el nombre para dejarlo todo prácticamente igual. Son muchas las cuestiones que están sobre la mesa, no pocas relacionadas con el aún reciente terremoto que asoló la institución y dio con Gianni Infantino en la presidencia.
Algunas son puramente organizativas, como la idea de ampliar el Mundial a 48 equipos, una medida que entusiasma a los dirigentes y deja fríos, cuando no profundamente enfadados, a muchos aficionados y analistas. No sorprendió que saliese adelante la propuesta, al fin y al cabo era una promesa electoral del nuevo presidente que, además, contaba con el respaldo inequívoco de cientos de pequeños países que ven en esta acción un hilo de esperanza para colarse en la gran fiesta del fútbol universal. Pero no todos los miembros del Consejo estaban tan de acuerdo, no al menos antes de llegar a Zúrich. La delegación africana tenía dudas, pues cree que a más equipos jugando menos toca en el reparto económico. Bastó una cena en la que Infantino explicó sus posiciones para convertir el no en sí y llegar a la unanimidad.
Hay otro tipo de cuestiones que no se arreglan con una cena, pero se tratan en el sanedrín del fútbol mundial. Una de ellas es especialmente espinosa, dolorosa, con derivadas políticas imposibles de sortear. Es el caso de la siempre tensa, casi imposible, relación entre Israel y Palestina que, por supuesto, tiene ramificaciones en el deporte. Desde que llegó, Infantino ha mostrado cierta sensibilidad por el tema, que se incorpora con asiduidad en las reuniones y tiene un comité conjunto hecho ‘ex profeso’ para resolver la cuestión dirigido por Tokyo Sexwale, el sudafricano que optó a la presidencia de la FIFA en el último congreso.
Hay, en concreto, una reivindación palestina que cuenta con el respaldo de las principales organizaciones de derechos humanos. Reclama que no pueda haber equipos de la Federación Israelí de Fútbol en asentamientos, pues legalmente son territorios de su país y las propias normas de la FIFA impiden que un equipo adscrito a una federación pueda estar fuera de su territorio soberano salvo que se acepte la excepción, que no es el caso.
El jeque ausente
Ese conflicto, así como una supervisión total de los problemas derivados de la tensa relación entre ambos países, era parte de la orden del día del Consejo. La reunión se desarrolló con normalidad hasta ese momento, pero cuando se iba a abordar este punto un miembro de la reunión pidió ausentarse. No era un cualquiera, ni mucho menos. Era el Jeque Salman El Khalifa de Baréin, presidente de la Confederación Asiática de Fútbol, vicepresidente de FIFA y candidato a la presidencia en el último Congreso.
Sorprende que sea precisamente él quien, en una cuestión de tal trascendencia, decida abstenerse con una salida precipitada y sin oír lo que en ese punto tenía que exponerse. Se podría pensar que Palestina tiene el respaldo inequívoco de las monarquías árabes, pues la afinidad con su causa debería suponerse lógica, pero eso está muy lejos de ser así. No es la primera vez que la Federación Palestina se encuentra con obstrucciones de los países del Golfo Pérsico. Arabia Saudí, por ejemplo, ya presionó para que Palestina tuviese que jugar sus partidos en campo neutral, con el daño que eso supone.
Salman, como presidente de la Confederación Asiática, es uno de los personajes con más peso en el concierto internacional futbolístico. Apareció en el Congreso anterior como favorito para ser el zar del fútbol mundial, pero perdió contra Infantino. En su contra jugó un escaso aprecio por los derechos humanos, problemáticos en las monarquías del petróleo. Concretamente le acusaban organizaciones de Derechos Humanos como Human Rights Watch de haber reprimido a deportistas en las manifestaciones de 2011, motivo suficiente para que se cayesen algunos votos que consideraba hechos.
De él se podría esperar que defendiese a una de sus federaciones miembro, pues Israel está encuadrada en la UEFA, pero cuando la cuestión se puso sobre la mesa él se ausentó y evitó dar su opinión. La delegación palestina sí encontró apoyo explícito en otras federaciones de su confederación presentes en el Consejo, pues Malasia habló a su favor en la reunión. También lo hicieron los representantes de Egipto y Túnez.
La delegación palestina se siente indefensa, su lucha siempre es complicada, aunque da por hecho que en esta cuestión lleva las de ganar y que, eventualmente, Infantino terminará tomando decisiones que redunden en la prohibición de la existencia de equipos israelíes en suelo palestino. No será, eso ya se ha demostrado, por el apoyo de los países árabes que han conseguido un lugar importante en el fútbol mundial gracias a sus casi ilimitados recursos económicos.
Fuente:elconfidencial.com
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