WALTER RUSSELL MEAD
El 2016 se trató todo acerca de ganar; Donald Trump prometió que si el pueblo estadounidense lo ponía en la Casa Blanca, ganaríamos tanto que nos cansaríamos de ganar. Sea lo que sea que suceda después, no hay dudas que el Naranja fue el mega ganador del año. El 2016 será recordado siempre como el año en que Donald Trump, un novato político y presentador de un programa de televisión, cortó las piernas de las dos dinastías políticas más poderosas de Estados Unidos y asombró a los establishments de ambos partidos políticos.
Trump rompió todas las reglas; él tuvo menos dinero que sus oponentes principales tanto en las campañas electorales primaria como en la general. Él pisoteó las convenciones normales, sobrevivió a metidas de pata que habrían hundido a otros candidatos, y convirtió el odio de los medios y los establishments político y cultural en un activo importante.
Pero si Donald Trump dominó el año, no fue el único ganador en uno de los años más memorables y sorprendentes en la memoria reciente. Aquí está nuestra opinión sobre quien más dejó su marca en el 2016
1. Andrew Jackson
El más grande ganador del 2016 ha estado muerto durante 171 años. El legado del populismo norteamericano de Old Hickory es una de las fuerzas más poderosas en la política nacional. Cuando es aprovechado correctamente, gana guerras enfrentando a los enemigos de Estados Unidos con crueldad implacable. Los populistas Jacksonianos son motivados por la amenaza en casa también, y en el 2016 llevaron a Donald Trump a la victoria sobre el lomo del enojo por la inmigración, la competencia económica con México y China, y el islamismo. Los establishments de los dos principales partidos políticos fueron tomados completamente con la guardia baja.
El establishment siempre tiene una relación incómoda con los Jacksonianos, pero los políticos más efectivos son capaces de ganar su apoyo. El Presidente Reagan impresionó a los Jacksonianos siendo duro con la Unión Soviética. El Presidente Clinton fue duro contra el crimen y presidió una caída sustancial en asesinatos y robos.
Los últimos dos presidentes estadounidenses han manejado muy mal su mensaje jacksoniano. En el caso del Presidente Bush, el fracaso de las fuerzas de la coalición en encontrar las armas de destrucción masiva que el gobierno presentó como justificando la necesidad de la guerra recortó el apoyo jacksoniano a Bush. Peor fue la base lógica de la propaganda engañosa que ofreció la administración en lugar de las armas de destrucción masiva: construir la democracia en Irak. A los jacksonianos les gusta la democracia, pero ellos generalmente no piensan que esta puede o debe ser lograda con tropas estadounidenses.
El Presidente Obama nunca estuvo bien con los jacksonianos — él tampoco mostró mucha señal de querer. Su comentario durante las primarias del 2008 acerca de los estadounidenses que “se cuelgan” a la religión y las armas mostró un disgusto con el Estados Unidos jacksoniano que el Presidente Obama hizo poco por ocultar mientras estuvo en el cargo. Su respuesta indiferente al terrorismo y la amnistía para los inmigrantes ilegales confirmaron las sospechas jacksonianas. Mientras tanto, los pronunciamientos demócratas acerca de cómo la coalición política multicultural de Obama estaba haciendo al Estados Unidos blanco impotente políticamente sonaron para los jacksonianos como nada menos que una declaración de guerra contra ellos y contra sus valores. En el 2016, ellos tomaron represalias poniendo al más crudo jacksoniano en la Casa Blanca desde el mismo Old Hickory.
2. Samuel Huntington
Más que tal vez cualquier otro intelectual, las teorías de este titán de la ciencia política (y miembro de la junta fundadora del American Interest) fueron apoyadas por la agitación electoral y tumulto geopolítico de este año extraordinario. Huntington es más famoso por argumentar en El Choque de Civilizaciones y el Rearmado del Orden Mundial que el mundo posterior a la Guerra Fría no sería definido por la universalización de los valores liberales sino por las fricciones étnicas dentro de las naciones y choques de civilizaciones entre ellas (las fallas más volátiles, dijo él, estaban entre el Occidente y el Islam y el Occidente y China). Aún más reciente, al menos en lo que respecta a Estados Unidos, fue el libro del 2004 de Huntington, ¿Quiénes somos?, el cual describió al “nacionalismo contra el cosmopolitanismo” como la línea divisoria central en la política estadounidense, con la inmigración como su punto focal.
Huntington identificó dos formas de cosmopolitanismo—el neoconservadurismo, popular en la derecha, el cual prometió llevar los valores de Estados Unidos al mundo, y el multiculturalismo, popular en la derecha, el cual prometió llevar los valores del mundo a Estados Unidos—ambos de los cuales él atacó como destructivos e insostenibles. La campaña electoral del 2016 fue una larga manifestación de cuan en lo correcto estaba Huntington, y cuan ciegos estaban sus críticos liberales y neoconservadores quienes no tenían ninguna idea de las fuerzas que construyen la política estadounidense. Y aunque el abanderado para el nuevo nacionalismo de derecha de Estados Unidos seguramente lo habría alarmado, Huntington, de haber estado vivo hoy, podría decir legítimamente que él vio venir algo como esto.
3. Esquisto
Hace un año, las empresas norteamericanas de esquisto estaban tambaleando por los precios baratos del petróleo. La producción estaba debajo de los 360,000 barriles diarios mientras las empresas eran obligadas a cerrar sus últimas fuentes productivas y más caras, y la producción continuaría cayendo a través de agosto. Pero esta caída no fue anómala —los productores en todo el mundo lucharon para lidiar con precios a menos de la mitad de lo que estaban hace dos años—y no fue ni de cerca tan escarpado como predijeron muchos analistas, gracias al trabajo diligente e innovaciones astutas de las empresas de esquisto que encontraron un camino para mantener (la mayoría del) crudo fluyendo en un mercado huraño. Los frackers estadounidenses obtuvieron una mano de ayuda de la OPEP este otoño cuando el cartel acordó cortar la producción junto con otros petro-estados para inflar los precios. Con el petróleo nuevamente por sobre los u$s50 por barril, la producción de esquisto está pateando en una marcha superior nuevamente, y la producción estadounidense ha saltado a más de 300,000 barriles por día desde ese punto bajo en agosto. Los productores de esquisto ahora están listos para escribir otro capítulo de su extraordinaria historia de éxito en el 2017.
4. Benjamin Netanyahu
Después de ganar la reelección el año pasado, el Primer Ministro de Israel continuó su racha ganadora en el 2016 mientras marginalizó la agenda palestina, cortejó a extraños compañeros de cama a lo largo de África, Asia, y el Medio Oriente, empujó fuera del escenario a Barack Obama, y desafió a sus críticos. Cuando la cuestión palestina desapareció de la atención internacional frente a crisis más urgentes, Netanyahu siguió creando hechos favorables en el terreno e hizo hábiles ofertas diplomáticas que mejoraron la posición internacional de Israel. Sin importar lo que uno piense de las políticas de Netanyahu, es difícil escapar a la conclusión que él ha sido destacablemente exitoso al seguirlas.
Consideren la extensión de los éxitos diplomáticos de Netanyahu este año. Con India, Netanyahu ayudó a cerrar un acuerdo de armas de u$s3 mil millones, otro ladrillo en una relación que ha sido cálida desde que asumió el cargo Narendra Modi. En Egipto, Netanyahu probó su utilidad cooperando en la lucha contra ISIS en el norte de Sinaí, como parte de la cooperación militar israelí-egipcia más fuerte desde 1979. Sacando ventaja de una ansiedad compartida por Irán, Netanyahu ha aumentado calladamente la cooperación tras bambalinas con Arabia Saudita y otras potencias suníes que oficialmente no tienen relaciones diplomáticas con Tel Aviv. También ha cortejado hábilmente a nuevos aliados en el África sub-sahariana, siguió con charlas comerciales de alto alcance con China y Japón y mejoró las relaciones con Turquía.
A medida que Europa se ha vuelto cada vez más hostil hacia Israel y EE.UU. se ha retirado del Medio Oriente, Netanyahu ha diversificado en forma inteligente la política exterior de Israel y buscó nuevas relaciones donde quiera que las puede encontrar. Como escribimos en septiembre, Bibi se ha comprobado como un realista mucho más capaz que Barack, forjando calladamente relaciones sobre la base de intereses pragmáticos y un entendimiento compartido de las amenazas mutuas mientras respaldaba en forma creíble sus líneas rojas.
Por supuesto, la diplomacia de Netanyahu no ha cambiado la oposición profundamente asentada a su política palestina; absteniéndose en la votación reciente de la ONU contra Israel, Estados Unidos se unió oficialmente al coro de países haciendo descarrilar su política de asentamientos. Pero esa votación simbólica no puede ocultar las debilidades políticas de los palestinos, no más que lo que puede borrar el fortalecimiento destacable de la posición de Israel por parte de Netanyahu. Y con Donald Trump entrando a la Casa Blanca en enero, Netanyahu puede esperar con ansia una relación mucho menos díscola con Washington durante los próximos cuatro años.
Triunfante en el exterior, Netanyahu aún enfrenta retos en casa, destacablemente una investigación penal basada en acusaciones de soborno y fraude. El febril Primer Ministro niega toda ilegalidad, pero el Salmista todavía tiene la última palabra: El que cuida a Israel ni estará inactivo ni dormirá. (Salmo 121:4)
5. Peter Thiel
El multimillonario idiosincrático inversor de Silicon Valley tuvo su inicio en política como estudiante de licenciatura en la universidad cuando fundó el Stanford Review, un diario de derecha dedicado a librar una campaña destructiva contra la corrección política en el campus y el multiculturalismo. Casi tres décadas después—después de hablar en la Convención Nacional Republicana y asumiendo un rol influyente en el equipo de transición de Donald Trump–Peter Thiel ha obtenido una línea directa a un presidente que hizo su camino al cargo colocando muchos de los temas de Thiel en el corazón de una campaña populista nacional.
La política de Thiel siempre lo ha hecho impopular en la Silicon Valley liberal, y su defensa obstinada de Trump ciertamente no mejoró su posición antes del 9 de noviembre. Hoy, él es indispensable como nunca antes—uno de los únicos puntos de contacto con el gobierno de Trump para una industria que teme y odia al Presidente pero es afectada cada vez más por la política del gobierno federal y preferiría no antagonizar con él. Y todo esto tuvo lugar contra el telón de fondo de otro triunfo de alto perfil que horrorizó a franjas de la elite tecnológica y mediática estadounidense: en la primavera se reveló que Thiel ha estado pagando por una demanda legal que llevó a la bancarrota a Gawker, el sitio de justicia social crítico y cruzado que lo había expuesto como gay hace muchos años.
Como un estudiante de licenciatura cerebral dedicado a combatir el robo de identidad, Thiel pudo hacer un lío pero se anotó pocas victorias tangibles. En estos días, los titanes de la industria e importantes líderes mundiales quieren obtener su lado bueno.
6. Bashar al-Assad
Cinco años después que el Presidente Obama declaró por primera vez que “Assad debe irse,” el dictador de Siria no muestra ninguna señal de prestar atención a ese llamado. El año pasado dio a Assad poca razón para reconsiderar, ya que continuó reconsolidando en forma brutal el control de su régimen sobre territorio retenido por los rebeldes, con la ayuda prominente de Rusia e Irán. La recaptura del bastión urbano más grande de la oposición en Siria, Alepo, fue un broche apropiado para un año que vio a Assad dar vuelta decisivamente la marea, mientras Rusia surgió como la potencia negociadora principal en el Medio Oriente y Estados Unidos persiguió acuerdos de cese del fuego inútiles.
Assad entra al 2017 con una posición mejorada, no sólo en el campo de batalla sino en las conversaciones políticas que determinarán finalmente su suerte. Estados Unidos para ahora ha sido marginalizado eficazmente en las conversaciones de paz de Siria, dejando a Rusia, Turquía e Irán para discutir a fondo un acuerdo que es probable que proporcione algún rol de liderazgo a Assad en una transición final. Mientras tanto, Assad se moverá para consolidar su control sobre los parches restantes controlados por los rebeldes en el occidente de Siria. El Presidente Obama y la Embajadora Power llorarán lágrimas de cocodrilo por la suerte de Alepo, pero el 2016 fue entre otras cosas el año en el que Bashar al-Assad continuó probando que, a pesar de la indignación del mundo, él no sólo pudo salirse con la suya en el asesinato sino surgir aún más fuerte por ello.
Fuente: The American Interest
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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