SOEREN KERN
Inspirados por la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EE.UU, los líderes de los principales partidos antiestablishment de Europa han celebrado una conferencia paneuropea con el objetivo de coordinar una estrategia política para movilizar a millones de posibles votantes desilusionados de cara a las próximas elecciones en Alemania, Países Bajos y Francia.
En su primera comparecencia conjunta, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional francés, Frauke Petry, presidenta de Alternativa para Alemania (AfD), Geert Wilders, líder del Partido Holandés por la Libertad (PVV), Matteo Salvini, líder de la Liga Norte italiana y Harald Vilimsky, del Partido por la Libertad austriaco, se reunieron el 21 de enero en una conferencia celebrada en Coblenza (Alemania), donde pidieron a los votantes europeos que participaran en una “primavera patriótica” para derribar la Unión Europea, reafirmar la soberanía nacional y asegurar las fronteras nacionales.
La conferencia, de dos horas de duración, fue abanderada por la Europa de las Naciones y las Libertades (ENF), un grupo formado en junio de 2015 por miembros del Parlamento europeo provenientes de nueve territorios que se oponen al federalismo europeo y a la transferencia de poder político de los votantes a los burócratas no elegidos en Bruselas, la capital de facto de la Unión Europea.
Aludiendo a la decisión en junio de 2016 de los votantes británicos de abandonar la Unión Europea y a la llegada al poder del presidente Donald Trump en Estados Unidos, Le Pen dijo:
“Estamos viviendo el fin de un mundo y el nacimiento de otro. Estamos presenciando la vuelta de las naciones-Estado. 2016 fue el año en que despertó el mundo anglosajón. Estoy segura de que 2017 será el año en que los pueblos del continente europeo se alzarán.”
Wilders añadió:
“El mundo está cambiando. América está cambiando. Europa está cambiando. Empezó el año pasado con el Brexit, ayer fue Trump, y hoy los partidos que aman la libertad se reúnen en Coblenza para plantar cara. El genio no volverá de nuevo a la lámpara, les guste o no. La gente de Occidente está abriendo los ojos. Se está quitando el yugo de la corrección política.”
Las encuestas indican que la ola de cambio político que envuelve a Estados Unidos está impulsando el apoyo a los partidos antiestablishment de Europa. Además de la indignación por la erosión de la soberanía, cada vez más europeos se están rebelando contra las décadas de multiculturalismo impuesto por el Gobierno, las consignas del discurso políticamente correcto y la inmigración masiva del mundo musulmán.
En Francia, una nueva encuesta de Ipsos para Le Monde revela que Marine Le Pen está a punto de ganar la primera vuelta de las elecciones generales francesas, fijadas el 23 de abril de 2017. Le Pen cuenta con entre el 25 % y el 26 % de apoyo del electorado, frente al 23 % y el 25 % para François Fillon, del partido centroderechista Los Republicanos. En diciembre de 2016, Fillon le sacaba una ventaja de tres puntos a Le Pen.
En los Países Bajos, Geert Wilders encabeza en este momento las encuestas de cara a las elecciones generales fijadas para el 15 de marzo de este año.
El PVV tiene el apoyo de entre el 29 % y el 33 % del electorado. En cambio, el apoyo para el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) ha caído al 23 %-27 %.
En Alemania, el partido antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD) se ha convertido en el tercer partido del país, con un apoyo de aproximadamente el 15 %. AfD ha obtenido representación en diez de los dieciséis parlamentos estatales, y el partido espera lograr escaños en el
Parlamento Federal (Bundestag) por primera vez en unas elecciones generales, que se celebrarán el 24 de septiembre.
Los partidos del establishment europeos, lejos de atender las preocupaciones de los votantes corrientes, han tratado de silenciar a la disidencia tachando a sus detractores de xenófobos, islamófobos y neonazis.
En Alemania, por ejemplo, el vicecanciller Sigmar Gabriel, intentando solapadamente silenciar las críticas a la política migratoria de puertas abiertas del Gobierno, pidió a los servicios de inteligencia alemanes que empezaran a vigilar a AfD.
El Ministerio del Interior alemán propone ahora la creación de un “Centro de Defensa contra la Desinformación” (Abwehrzentrum gegen Desinformation) para combatir las “noticias falsas”. Los críticos han descrito la propuesta como un “monstruo de censura” que pretende silenciar las opiniones disidentes.
Y llega Trump. Si un número suficiente de votantes europeos sigue el ejemplo de la transformación política que está teniendo lugar en Estados Unidos, el equilibrio de poderes europeos podría empezar a inclinarse a favor de los partidos antiestablishment. Por lo tanto, las élites políticas y mediáticas europeas verán a Trump como una amenaza para el orden político establecido de Europa.
En una entrevista el 16 de enero con el Times de Londres y Bild de Alemania, Trump dijo que pensaba que el Brexit “iba a acabar siendo algo grande”. Añadió que la canciller alemana, Angela Merkel, “cometió un error completamente catastrófico al dejar entrar en el país a tantos inmigrantes ilegales”.
En la misma entrevista, Trump dijo que la alianza de la OTAN era “muy importante” para él, pero dijo que estaba “obsoleta” por no contener la amenaza que representa el terrorismo islámico para Occidente. También se quejó de que algunos países “no pagan lo que deberían”. De los 28 países de la alianza, sólo cinco –Gran Bretaña, Estonia, Grecia, Polonia y Estados Unidos– cumplen el objetivo de gastar al menos el 2 % de su PIB en defensa.
Los comentaristas europeos criticaron duramente a Trump por sus declaraciones y acusaron a Estados Unidos de ser “un socio no fiable”. Los líderes europeos volvieron a pedir la creación de un ejército paneuropeo, un viejo objetivo de los federalistas europeos, lo que supondría una insólita transferencia de soberanía desde las naciones-Estado europeas a la Unión Europea.
El presidente embajador de Gatestone Institute, John R. Bolton, ha aportado un muy necesario contexto para el debate sobre la OTAN. En un reciente artículo para el Boston Globe, escribió:
“La OTAN ha sido intensamente criticada este año por Donald Trump, lo que ha provocado gritos de rabia entre los honorables del sector de la política exterior. Los honorables saben, sin embargo, que Trump sólo está utilizando su megáfono para decir lo que ellos mismos dicen más discretamente: la toma de decisiones de la OTAN es muchas veces esclerótica; su misión no ha sido apropiadamente redefinida tras la Guerra Fría; y demasiados de sus miembros no han asumido su cuota económica o militar durante muchos años […]. Trump ha recalcado que sus quejas tienen la intención de fomentar el debate para mejorar y fortalecer a la OTAN, no para cercenarla. Es un debate que vale la pena tener.
Bolton añadió:
“En muchos aspectos, Francia y Alemania están demostrando que no comprenden el significado del Brexit. Están siguiendo, de manera refleja y casi religiosa, el mismo camino que ha provocado la actual crisis existencial de la UE: que cada fracaso del “proyecto europeo” hacia una mayor integración sólo se soluciona con más integración. Se trate de la creación de una moneda sin gobierno; comprometer capacidades militares que la UE, colectivamente, nunca alcanza; o aspirar a que la UE tenga un papel en los asuntos internacionales que nadie fuera de Bruselas se toma en serio, “más Europa” es siempre la respuesta.
Reacciones europeas a la investidura del presidente Trump
El discurso de investidura de Trump fue recibido con correcta formalidad por los líderes europeos –de los cuales la mayoría tendrán que trabajar con el nuevo líder del mundo libre– y con burlas desenfrenadas de los comentaristas y las élites mediáticas de Europa, muchos de los cuales parecen negar el fervor antiestablishment que está barriendo Estados Unidos y Europa.
Muchos de los comentarios en Europa sobre Trump han consistido en insultos y antiamericanismo. Un puñado de analistas europeos, en cambio, ha llamado a la introspección y la autocrítica.
Lo que sigue es una breve selección de declaraciones europeas sobre la investidura de Trump:
En Gran Bretaña, las reacciones a Trump se dividían a partes iguales entre los que apoyan y no apoyan la membresía de Gran Bretaña de la Unión Europea. La primera ministra, Theresa May, dijo:
“Por nuestras conversaciones hasta la fecha, sé que los dos estamos comprometidos con avanzar en la relación especial entre nuestros dos países y trabajar juntos por la prosperidad y la seguridad de los ciudadanos a ambos lados del Atlántico.”
El ministro de Exteriores, Boris Johnson, escribió:
“Creo que el presidente ha dejado muy claro que quiere poner a Gran Bretaña en la primera línea de un nuevo acuerdo comercial, y naturalmente eso es muy interesante e importante.”
Nigel Farage, el político que encabezó los esfuerzos para que el Reino Unido abandonara la UE, fue uno de los pocos europeos que comprendió la magnitud de la llegada al poder de Trump. Escribió:
“Existe la genuina impresión de que la llegada de Trump a la Casa Blanca es parte de un movimiento más grande, global. Nuestros críticos, al ver la candidatura de Trump y su discurso de ayer, dirán que es el auge del populismo. Yo diría que es simplemente una vuelta a la democracia de la nación-Estado y de los valores correctos. Porque esta investidura no es sólo el paso del 44º presidente de Estados Unidos al 45º. Es una verdadera revolución política.”
En Francia, el presidente François Hollande advirtió a Trump que se mantuviera al margen de los asuntos europeos; lo hizo pocos días antes de que el Gobierno francés intentara imponer una “solución de dos Estados” a Israel. Dijo: “Europa estará dispuesta a promover la cooperación transatlántica, pero será basándose en sus intereses y valores. No necesita consejos desde fuera que le digan lo que tiene que hacer”.
Marine Le Pen dijo: “Claramente, la victoria de Donald Trump es otro paso más hacia el nacimiento de un nuevo mundo, cuya vocación es sustituir el viejo orden”.
Jean-Marie Colombani, exdirector de Le Monde, expuso los apuros geopolíticos de Europa, que son una consecuencia directa de no priorizar el gasto francés en defensa:
Desde un punto de vista americano, Vladimir Putin es un problema secundario: Rusia es una potencia mediana, que sin duda puede crearle problemas a Estados Unidos, pero sólo de manera marginal, como en Siria, por ejemplo. China es la única potencia que rivaliza con Estados Unidos. Será –ya lo es– la única obsesión de la América de Trump.
Vladimir Putin no representa un problema, sino una amenaza, para Europa. De hecho, el presidente ruso se ha fijado el objetivo de debilitar a la Unión Europea, a fin de recuperar el papel de guardián que la URSS ejerció en Europa Oriental, en países que ahora son miembros de la UE y de la OTAN. Todo indica que Trump comparte el mismo objetivo: debilitar a Europa.
En realidad, la política europea de Trump está inspirada en Nigel Farage, que encabezó la campaña por el Brexit, y cuyo actual propósito político es lograr el desmantelamiento de la Unión Europea. Esto explica la predicción formulada por Trump sobre la inminente defunción de la Unión Europea y su tufo antialemán. En el nuevo presidente estadounidense vemos el lenguaje y los elementos de todos los partidos populistas y extremistas cuya doctrina común es la hostilidad hacia el proyecto europeo. De ahí, pues, que Europa esté encajonada, por oriente y occidente, en un tornillo de banco.
En Alemania, que depende totalmente de Estados Unidos para la defensa, y que se ha negado invariablemente a cumplir su compromiso de pagar el 2 % de su PIB por la defensa, la reacción al discurso de Trump fue abrumadoramente negativa.
La canciller Angela Merkel prometió trabajar con Trump para preservar la relación transatlántica. “La relación transatlántica no será menos importante en los próximos años de lo que fue en los anteriores”, dijo. “Y trabajaremos en ello. Aun cuando haya diferencia de opiniones, es más fácil llegar a acuerdos y soluciones cuando las ideas se intercambian con respeto”.
El vicecanciller Sigmar Gabriel fue menos diplomático. Dijo: “Tenemos que tomarnos a este hombre en serio. Lo que hoy hemos escuchado tenía un elevado tono nacionalista. Creo que tenemos que prepararnos para un duro camino”. Llamo a la unión de los europeos para “defender nuestros intereses”.
En un artículo para Deutsche Welle, el analista Max Hofmann aconsejaba a los europeos que dejaran de quejarse sobre Trump y pusieran su casa en orden:
“¿Qué haces cuando tu socio más cercano te da la espalda? Haces lo que la UE debería haber hecho hace mucho tiempo: arreglas tu casa, al margen de lo que “El Donald” esté haciendo en USA. Hay suficiente trabajo por hacer en Europa respecto a “poner la casa en orden”: Brexit, políticas de migración y refugiados, el euro… Si los europeos fuesen sinceros consigo mismos y vieran lo que está pasando en el viejo continente desde la perspectiva americana –y no sólo esa–, no podrían comprender la situación. Si los diputados estadounidenses dijeran que el disenso europeo es una “locura” o un “sinsentido”, nadie podría culparles.
El comentarista Hubert Wetzel dijo que Trump representaba una amenaza para la seguridad europea y pidió la unidad de los europeos para capear los próximos cuatro años. En un ensayo adornado con hipérboles, escribía:
“Los europeos tendrán que adaptarse a un nuevo tono en su trato con Estados Unidos. Trump ha dejado claro en su discurso que promoverá una política exterior nacionalista, y no incluyó ninguna referencia a los aliados de Estados Unidos. [Lo que dijo Trump realmente: “Reforzaremos nuestras viejas alianzas y formaremos otras nuevas” y “Buscaremos la amistad y la buena voluntad con las naciones del mundo”]. Su voluntad de gastar dinero en la defensa de otros países es limitada. No ve a EE.UU. como una potencia protectora de los valores democráticos en el mundo; y es el primer presidente estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial que ha expresado abiertamente dudas sobre el valor de la unidad europea y la existencia de la OTAN. Y en un momento en que Rusia está tratando de debilitar Occidente por medios diplomáticos, de inteligencia y militares, es una actitud que supone una grave amenaza para una Europa unida.
En España, el analista geopolítico Rafael Bardají escribió:
“El presidente Trump aseguró que hoy comienza una nueva era. En su discurso de investidura dejó muy claro que desprecia a Washington y que detesta la forma del establishment de gobernar el país hasta ahora, defendiendo sus privilegios a costa de los ciudadanos. Sí: es un discurso que se puede describir como populista, pero que sin embargo dice la verdad. La democracia, después de todo, surgió como el gobierno del pueblo para el pueblo, algo que, en el presente, está lejos de ser una realidad en Estados Unidos y también en Europa. El gran contrato social de la democracia liberal, en concreto, mayor prosperidad, paz y seguridad para los ciudadanos, ya no se está cumpliendo. Esto se debe a la incapacidad de nuestras élites de abordar la crisis [económica] por su obsesión con el pacifismo, y a la subordinación de los intereses de la ciudadanía nacional a favor de los inmigrantes.”
En Suiza, Roger Köppel, director de Die Weltwoche, advirtió contra los intentos de las élites europeas de denigrar a Trump:
“La elección de Trump fue una saludable conmoción. La conmoción era necesaria. No son sólo los cárteles de poder los que se están viniendo abajo: también ciertas visiones del mundo. Esta alteración es productiva. Los tabús de los últimos años están ahora plenamente en la agenda: la inmigración ilegal, el islam, el sinsentido de las fronteras abiertas, la disfunción de la UE, la libertad de movimiento de las personas, el trabajo, la ley y el orden. Los predecesores de Trump no quisieron hablar de ello, pero la mayoría de los votantes, sí. Eso es la democracia.”
Soeren Kern es analista de política europea para el Instituto Gatestone en Nueva York. Síguelo en Facebook y en Twitter. Su primer libro, Global Fire, estará a la venta en 2016.
Fuente: es.gatestoneinstitute.org
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