Sobre el valiente comunicado de la Comunidad Judía y las lecciones que debemos aprender

LEONARDO COHEN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En circunstancias prácticamente inéditas, de una manera inesperada, esta vez le tocó al pueblo mexicano, y a los judíos de México dentro de este contexto, ser el chivo expiatorio de Netanyahu. Azuzar a un sector contra otro, para obtener beneficios políticos, es una estrategia que ha usado a lo largo de su carrera. Los ísraelíes lo hemos padecido por años. He aquí una breve lista de ello: sus infames e impresentables apariciones en las violentas manifestaciones que calentaron el ambiente en el que Rabin fue asesinado; su comportamiento en la elecciones de 1999 cuando susurró a los oídos del anciano Rabino Kaduri -quien tuvo una influencia prominente entre los judíos ortodoxos de orígen sefaradí- que los izquierdistas se olvidaron de lo que es ser judío; sus maniobras cuando hace dos años clamó que “cantidades de árabes fluyen a las urnas con el respaldo de las organizaciones de izquierda” a fin de descalificar así a árabes e izquierdistas como ciudadanos legítimos; su uso falaz de la “presunta” violación de una mujer judía discapacitada en manos de tres árabes para condenar a la izquierda por hipócrita; su reciente acusación a los medios de comunicación de ser responsables de que lo “persigan” para exigirle cuentas claras en lo que respecta a las sospechas de corrupción por las cuales la policía lo está investigando.

Algunas voces en la comunidad judía de México y la diáspora en general, han salido a defender al primer ministro israelí en numerosas ocasiones, por considerar que eso es lo mismo que defender a Israel. Se reclutó el apoyo moral de los judíos del mundo cuando Netanyahu informó que terroristas prendían fuego deliberado en diferentes puntos de Israel. No fue verdad. Simplemente y de acuerdo a su conveniencia táctica había que aprovechar la coyuntura, para denigrar a unos, para asustar a otros y poder así sacar provecho.

El daño que este tipo de políticas ha causado en nuestra sociedad es preocupante pero como dice el dicho, nadie escarmienta en cabeza ajena. Ahora de pronto, sin decir “agua va,” le tocó a México convertirse en el escalón sobre el cual Benjamin Netanyahu puso su zapato para subirse a su pedestal. “¡No nos pises!” Dicen con justificada razón los judíos de México, “¡No seas abusivo! “.

Y sí, ahora nos tocó a nosotros. Pero más allá de la valiente postura que mostró en este caso la comunidad judía y sus instituciones al haberse deslindado públicamente de las declaraciones de Netanyahu, tal acto debe de estar acompañado de la siguiente reflexión: ¿Dónde estuvimos hasta ahora? ¿Por qué guardamos silencio y escribimos apologías de su política y de sus decisiones, cuando les hacía lo mismo a sus ciudadanos judíos y árabes? ¿O cuando instigaba al público contra la izquierda a fin de obtener réditos políticos? Quién iba a suponer que los caprichos de la historia iban a complicar a Netanyahu en una crisis diplomática con México. Sus ansias por darle gusto a Trump lo llevaron a humillar a México.

Hoy, consecuente con su patético estilo, ha señalado que ya localizó al nuevo culpable de la crisis: “los medios de comunicación de izquierda, que se dedican a agudizar y agravar una crisis que es superficial.” Ese es el hombre, ese es el estilo. Según su tradicional comportamiento, él no tiene culpa o responsabilidad alguna.

Algunos de los aliados del premier israelí ya empezaron a detectar en los judíos de México, los rasgos “anti-patrióticos” de la izquierda israelí. Así lo escribe la digna activista de Hasbará, Dori Lustron, a quien cito de su propio muro de Facebook: “Yo creo que los judíos de Mexico están perdiendo de vista su identidad como judíos y defienden su identidad como mexicanos. Y por eso se alteran con Bibi.” Así pues. ¡Ay de todo aquel que critique a Netanyahu! porque, según esta visión macarthista, en el mejor de los casos tal crítica se denunciará como antiisraelí o desleal a su identidad judía, y en el peor de los casos, como antisemita.

Tal como sucede con otras crisis diplomáticas, la crisis de hoy entre México e Israel habrá pasado en algunos días o semanas. Será quizá una breve línea en la historia de la comunidad judía de México. Pero creo que es importante generar, a partir de ella, una agudización del espíritu crítico, una revisión de cómo se debe encarar a gobiernos propios y foráneos que utilizan la incitación y la demagogia como fuente de sustento. Y si ese gobierno es el israelí, no por eso darle un cheque en blanco. Yo diría incluso sacudirlo más que a cualquier otro, sobre todo si aspiramos a ser luz para los pueblos, y no títeres de Trump.

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