Cada vez que leo esta Perashá quedo perplejo y fascinado por la conducta del faraón.
RAB YOSEF BITTON
Nuestra Perashá comienza con la octava plaga: langostas. Cuando esta plaga llega, el faraón admite por primera vez que se ha equivocado y dice así: “He pecado ante HaShem, vuestro Dios … y ahora, por favor, perdonad mi pecado sólo esta vez, y rezad a HaShem, vuestro Dios, para me quite de encima esta [plaga] mortal.” En ese momento Moshé reza a HaShem y las langostas se marchan de Egipto. Pero, una vez libre de las langostas, el faraón cambia otra vez de opinión y se niega a dejar salir al pueblo de Israel de Egipto.
¿Qué está pasando? ¿Por qué el faraón se comporta de esa manera tan irracional y “suicida”?
Dos explicaciones:
La primera es una explicación teológica. HaShem interviene en el “corazón” del faraón. Influye en su decisión y le inspira terquedad. De acuerdo al Rab Don Isaac Abarbanel, HaShem no hace esto no para coartar el libre albedrío del faraón sino para preservarlo. Me explico: Si Dios se revelara ante nosotros, y pudiéramos, de alguna manera, ver y sentir Su presencia más allá de cualquier duda ¿Podría alguien atreverse a no observar el Shabbat? ¿Podría alguien concebir consumir algún alimento no Kosher y desafiar abiertamente a HaShem? Si nuestra Emuná (fe en HaShem) fuera absoluta, no podríamos elegir entre hacer o no hacer Su voluntad. La certeza total acerca de Su existencia nos convertiría en robots (o en “ángeles”, pero eso es para otra discusión), incapaces de desobedecer una orden divina.
En este sentido, la invisibilidad de HaShem, Su ocultamiento, es lo que permite que uno mantenga su capacidad de desobedecer y consecuentemente conserve el mérito de obedecer. Volvamos al faraón. Él fue la única persona que sabía, porque Moshé le informaba, cuándo iba a comenzar cada plaga y cuándo terminaría. Las evidencias de la intervención divina eran para el faraón, abrumadoras, innegables. Técnicamente, el faraón debería haberse convertido en un robot, privado de libre albedrío, imposibilitado de desobedecer, ergo, “libre de responsabilidad”.
Por lo tanto, para que el faraón pudiera preservar su capacidad de elección, y seguir siendo capaz de decir sí o no, HaShem endurece su corazón, interviene en sus pensamientos y lo hace más testarudo e intransigente. Y así su capacidad de elección regresa a un balanceado 50/50, y el faraón es nuevamente responsable por lo que elige. Maimónides explica que este tipo de intervención en el pensamiento humano no es la regla. El caso del faraón fue excepcional.
La segunda explicación tiene que ver con un fenómeno psicológico de conducta humana, que se puede ver por ejemplo, en el comportamiento típico de un adicto al juego, cuando alcanza “un punto sin retorno”. Al llegar a ese estado exhibe un comportamiento autodestructivo, prácticamente suicida. Ejemplo: un hombre va al casino. Apuesta y pierde todo el dinero que llevó. Digamos, la totalidad del sueldo que recién cobró. ¿Qué puede hacer ahora este individuo? ¿Puede volver a su casa y explicarle a su esposa que su sueldo para el mes entero desapareció? En lugar de eso, elige otra alternativa, y se va encaminando hacia un punto sin retorno. Pide un préstamo por su anillo de casado, y así recuperar aunque sea algo de su dinero. Pero esa noche la suerte no lo acompaña. Y ahora, aparte de su sueldo también perdió su anillo. Ahora sí que no puede regresar a su casa y enfrentar a su esposa… Así que el hombre empeña su auto, que también pierde esa fatídica noche que se transformó en una espiral de autodestrucción.
Creo que de esta manera también se puede explicar el comportamiento del faraón. Luego de la 5ta plaga, después de que el faraón apostó y perdió contra HaShem, ya no podía retroceder y decir: “Bueno, ahora los dejo ir”. ¿Por qué? Porque 5 plagas significaron ya muchísimo sufrimiento y enormes pérdidas materiales para sus súbditos. El faraón ya no puede salir al balcón de su palacio y decirle a su pueblo: “Me equivoqué, pero la casa está en orden”, y perder así lo que le queda de prestigio y credibilidad. El faraón está ahora “jugando”, en medio de una espiral autodestructiva. Y decide seguir apostando, aunque sabe que va a perder.
Es posible que, sumado a la intervención divina, este patrón de conducta también haya influido en el comportamiento del faraón.
De cualquier manera, creo que lo que le pasó al faraón es una gran lección para todos nosotros:
1. Debemos identificar cuáles son los puntos sin retorno, en cualquier área de nuestras vidas.
2. Debemos, obviamente, evitar caer en una de esas espirales de autodestrucción.
3. Y si alguna vez imprudentemente nos encontramos en una de esas espirales, debemos saber que es mejor retornar con humildad, que seguir corriendo hacia el precipicio.
Fuente:halaja.org
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