Mi carta a los judíos que creen que hay una ocupación israelí

IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La crítica de los judíos al Estado de Israel siempre ha sido necesaria. Aunque resulta un tanto ocioso decirlo. En realidad, tenemos muchos y magníficos judíos críticos con el Estado de Israel. No es algo de lo que nos tengamos que quejar de escasez.

Pero la crítica tiene que ser objetiva y, lamentablemente, hay un punto concreto donde falla sistemáticamente, y es en adoptar el discurso deslegitimador de que hay una “ocupación israelí de territorios palestinos”. Debido a ese severo error de apreciación, dicha crítica pierde su eficacia y queda reducida a un posicionamiento que, en el más extremo de los casos, al gobierno israelí le resulta fácil obviarlo y no tomarlo en cuenta.

Por ello, insistiré en mi punto, aunque se quejen de mi necedad, de mis sesgos ideológicos, o apelen a que muchos intelectuales judíos creen que hay una ocupación. Hace mucho que dejé de creer en las Falacias de Magisterio. Mi compromiso es con lo que considero correcto, y no me parece correcto acusar a Israel de algo que no está haciendo.

La ocupación israelí de territorios palestinos es un mito sin sustento por las siguientes razones:

1. Una ocupación sólo puede darse entre dos entidades similares. Palestina nunca –en la Historia– ha sido un estado. Luego entonces, el problema territorial puede definirse de otras maneras, pero no como una “ocupación israelí de territorio palestino”.

2. En relación al punto anterior, una ocupación sólo puede suceder si una de las entidades está traspasando sus fronteras para imponer su control militar, político, económico, religioso o cultural. Israel y Palestina no tienen fronteras. Por lo tanto, es imposible hablar de ocupación. Generalmente se habla de “las fronteras de 1949” o “de 1967”, refiriéndose con ello a la frontera de facto que funcionó entre Israel y Jordania (nótese: Jordania, no Palestina) entre la guerra de independencia y la Guerra de los Seis Días. Pero, en términos jurídicos y estrictos, eso nunca fue una frontera. Fue una línea de armisticio, y la ONU puso como condición que tenía que hacerse una negociación para que se fijaran fronteras definitivas y seguras. Los países árabes nunca aceptaron hacer dicha negociación. Hasta la fecha, los palestinos tampoco.

3. Los palestinos de hoy no viven en Cisjordania y Gaza porque ese sea “su territorio” o porque ese haya sido “su hogar ancestral”. Viven allí porque allí fueron ubicados por Jordania y Egipto en campamentos de refugiados después de la guerra de 1948-1949, justo después de que los ejércitos árabes llevaran a cabo una limpieza étnica de judíos en las dos zonas. Como consecuencia, la idea de que existe una “Jerusalén Este” es totalmente falsa. Lo único que se puede definir como Jerusalén Este es la zona que quedó bajo control jordano durante 19 años, y de la que fueron expulsados (o asesinados) todos sus judíos (que eran muchos).

4. Si nos basamos estrictamente en las resoluciones que la ONU emitió (tanto en su Asamblea General como en su Consejo de Seguridad) posteriores a los grandes conflictos que se dieron entre árabes e israelíes, todo el territorio es “territorio en litigio”, debido a que la única base legal para sustentar la existencia del estado que hoy sería Palestina es el Plan de Partición de 1947, mismo que no funciona como tal –fundamento jurídico– porque nunca se implementó debido a la negativa de los árabes.

5. El concepto de “ocupación israelí de tierras palestinas” fue creado por la propaganda árabe después de 1967. Demostrarlo es fácil: nunca se habló de una “ocupación egipcia de tierras palestinas” en Gaza, o de una “ocupación jordana de tierras palestinas en la Margen Occidental”, entre 1949 y 1967. Tanto jordanos, egipcios, árabes palestinos refugiados en la zona, así como la ONU, la Unión Europea y el resto de la comunidad internacional, consideraron durante esa etapa que eso era territorio jordano y egipcio.

6. Desde 1967, el concepto “ocupación israelí de tierras palestinas” nunca se ha usado para hablar de lo que Israel haga en Gaza o la Margen Occidental. Siempre e inequívocamente, en el discurso oficial de los países árabes (y, por supuesto, en cualquier charla de café entre ciudadanos árabes) se ha usado para hablar de la existencia del Estado de Israel. Se ha llegado a una esquizofrenia retórica de lo más irracional: en occidente (Unión Europea, Barack Obama, intelectuales judíos de izquierda, por ejemplo) se habla de la “ocupación israelí” en términos nada similares ni equivalentes a los que están vigentes para los árabes cuando usan las mismas palabras. Probarlo es fácil: Hamas, que gobierna la franja de Gaza, sigue hablando de su compromiso de “luchar contra la ocupación israelí” pese a que la retirada israelí de Gaza en 2005 fue total y absoluta. No obstante, Hamas sigue hablando de Israel como “potencia ocupante”, y no por lo que sucede en la Margen Occidental. Con el mayor cinismo posible, se han referido cualquier cantidad de veces a “liberar Tel Aviv” y el resto del territorio. En la Margen Occidental, incluyendo en Jerusalén Este, los libros de texto para los niños palestinos siguen inculcando la idea de que Israel no debe existir.

7. Esa es la razón por la cual los palestinos nunca van a dejar de hablar de la “ocupación israelí”. No importa qué haga Israel, o de cuánto territorio se retire. Mientras siga existiendo un pedazo de tierra llamado Israel, los palestinos seguirán “luchando contra la ocupación”, porque la única ocupación que ellos conocen y entienden es la existencia misma de Israel.

8. La insistencia en relacionar los asentamientos como parte de la ocupación israelí avala un proyecto de nación abiertamente racista y xenófobo. En estricto, los asentamientos judíos no deberían ser un problema. Podrían quedarse como parte de Palestina en el marco de dos Estados vecinos que conviven y coexisten en paz, seguridad, y bajo términos legales claros y decentes, de la misma manera que existen “asentamientos judíos” en muchos países del mundo (México, por ejemplo) y nadie los considera una amenaza para la paz. Pero sabemos que con los palestinos eso no es posible. ¿Por qué? Porque los palestinos nunca han callado su intención de construir un Estado “libre de judíos”, haciendo uso de la misma retórica que el Nazismo utilizó en Europa hace 80 años. Los Estados modernos no se basan en identidades nacionales. Incluso Israel, “estado judío”, es el hogar para judíos, árabes, druzos, armenios, y otras minorías que gozan de la ciudadanía en términos de igualdad. Un Estado es una entidad jurídica, no étnica-cultural. Por lo tanto, la identidad “mexicana”, “israelí”, “estadounidense”, “francesa”, o la que sea, no se define por la pertenencia a un grupo étnico-cultural o de cualquier índole similar, sino a la condición jurídica del individuo frente al Estado. Sin embargo, a los palestinos se les ha permitido un proyecto de nación que va en contra del concepto moderno de “estado”, y en todos los ámbitos (incluyendo el de muchos intelectuales judíos) se repite sin cesar que la presencia de judíos en la Margen Occidental es un problema. Se apela a que la protección de esos judíos obliga al ejército israelí a interferir en la vida cotidiana de los palestinos. Y es cierto, pero en ese caso lo que se debe hacer es construir el marco legal y de coexistencia pacífica donde esa intervención del ejército israelí no sea necesaria; pero es necesaria porque el proyecto palestino de nación es abiertamente racista y judeófobo. Y lo peor: se les consciente en que así sea.

En el fondo de todo siempre existe un abierto resabio de antisemitismo. La pura noción de que “un israelí” pueda “ocupar territorio palestino” es errónea y judeófoba (sí, judeófoba, aunque la acepten judíos).

¿Por qué? Porque Israel es el modo jurídico en el que evolucionó el antiguo Protectorado Británico de Palestina.

La propaganda árabe se ha dedicado ha vender la falacia de que los judíos somos intrusos en ese lugar del mundo. Al convencer a medio planeta de que lo israelí está en contraposición con lo palestino, lo están logrando. En términos estrictos –jurídicos, que son los únicos válidos en este caso– los palestinos no existen porque la provincia inglesa, antes otomana, antes mameluca, antes cruzada, antes de los califatos árabes, antes bizantina, antes del Imperio Romano de Oriente, antes del Imperio Romano, antes Judea, ya no existe.

Lo que existe es un territorio en la incertidumbre jurídica, y dos países –Israel y Jordania– que fueron fundados en lo que históricamente fue el Protectorado Británico de Palestina. Por lo tanto, israelíes y jordanos son, en los términos más plenos y definitivos, post-palestinos.

Si se va a comprar el concepto de que “Israel es territorio palestino”, entonces se tiene que asumir que todos los israelíes son palestinos también, y tienen derecho a ese territorio.

El lenguaje propagandístico árabe, desde hace 50 años especialmente, se ha dedicado a imponer la idea de que los judíos y/o los israelíes son alienígenas a ese territorio, y muchos sectores políticos e intelectuales lo han comprado sin mayor crítica de por medio. Resulta natural, dada la facilidad con la que los movimientos progresistas en occidente –generalmente atascados en varios conceptos marxistas tardíos y nostálgicos– todavía arrastran un fuerte impulso antisemita.

Lo que me sorprende es que semejante idea también encuentre cabida entre judíos.

Por eso, reitero mi punto (y lo seguiré haciendo cada vez que lo considere necesario): no existe una ocupación israelí de territorios palestinos. Existe un problema territorial que tiene que ser resuelto en términos justos y provechosos para las dos partes. Pero ello pasa por hacer entender a los hoy llamados “palestinos” que su paradigma de “pueblo despojado que debe luchar por la destrucción de Israel” está fuera de todo contacto con la realidad.

Las críticas contra el gobierno israelí deben seguir vigentes. Siempre es necesario retar a cualquier gobierno a que haga mejor las cosas, y la crítica sirve para eso.

Pero incluir el tema de la ocupación es contraproducente, porque es una falacia inventada por los árabes para buscar la rendición de Israel.

A menos, querido lector, que usted crea que Israel se tiene que rendir.

Yo no lo creo.

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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.