¿Acaso puede Trump (aun suponiendo que quiera) transformar la política exterior en Oriente Medio? Para darse una idea de la dificultad que esto implica, es preciso apreciar primero cuán tradicional ha sido la política pro yihadista. (No empezó con Obama.)
-FRANCISCO GIL WHITE –
Plus ça change, plus ça devient le même.
(Más eso cambia, más vuelve a lo mismo)
Proverbio francés
Mientras duró la campaña presidencial muchos creyeron que Trump prometía sinceramente combatir el yihadismo y defender a Israel. Yo siempre tuve mis dudas. ¿Pero cómo guiarse por la evidencia? ¿Qué políticas serán diagnósticas de la dirección de Trump en Oriente Medio? En un artículo publicado en Foreign Affairs previo a que Trump tomara posesión (Parte 1), escribí que si Trump:
1) secara los canales que abastecen a los yihadistas de armas;
2) apoyase a la Revolución Rojava en Siria; y
3) expusiera los lazos entre OLP/Fatah e Irán,
sabríamos que su nuevo gobierno realmente se opone al yihadismo y defiende la seguridad israelí.
Me parece que Trump ya está sacando el cobre y que no hará nada de eso. Pero eso es para un artículo posterior. Para efectos de éste, démosle a Trump el beneficio de la duda y preguntemos: ¿Qué tenía sentido esperar? Es decir, aun suponiendo que las promesas de Trump fueran sinceras, ¿qué probabilidad tenía de poderlas cumplir?
Esa probabilidad depende de la ideología y estructura del sistema en EEUU. Formal y oficialmente, se supone que el presidente manda. Pero la realidad pudiera ser distinta. ¿Cómo conocerla? Hay que hurgar en el pasado.
En HIR, en aras de emancipar nuestro juicio de los discursos justificativos de quienes juegan ajedrez sobre el planeta, tratamos de encontrar patrones históricos en sus comportamientos—sus políticas de Estado—que nos permitan inferir intenciones y metas (‘ideología’). Al mismo tiempo, nos interesa producir un modelo razonable del funcionamiento institucional (‘estructura’) que pudiera explicarnos por qué ciertas políticas son tenazmente consistentes a lo largo del tiempo.
En este artículo—Parte 2 de la serie—señalaré la consistencia tenaz: una tradición en las políticas estadounidenses a favor del yihadismo.
En la Parte 3 explicaré el motor institucional—la maquinaria burocrática—que produce esta tradición y cuya operación será harto curiosa para quien haya imaginado democrático al sistema estadounidense. Para quien conoce y entiende esta maquinaria se vuelve posible evaluar la probabilidad de que Trump (toda vez que quiera) pueda modificar la tradición pro yihadista.
En la Parte 4 examinaré las primeras evidencias, incluyendo el reciente decreto de Trump que exige “escrutinio severo” de quienes entran a EEUU provenientes de países musulmanes. ¿Se trata realmente de una política antiyihadista, como se anunció? La respuesta pudiera sorprenderle.
Pero empezamos por lo primero. En lo que sigue abordo la cuestión del patrón pro yihadista de abolengo en la política exterior estadounidense.
¿Una tradición pro yihadista?
Mi argumento impone polémica, pues los funcionarios estadounidenses repiten a medios hasta el cansancio que combaten el yihadismo. Quedan entonces avisados mis lectores: conviene escrutar mis asertos con cuidado. Recomiendo, de hecho, que hagan por refutarme, pues la ciencia eso mismo exige.
Todo quien busque refutar que EEUU tiene una tradición pro yihadista hará bien en estudiar el caso de Irán. ¿Por qué? Porque:
1) desde que Ayatolá Jomeini tomara el poder en 1979, él y sus sucesores han empujado un yihadismo imperialista;
2) según los discursos de estos ayatolás, su labor yihadista habrá de consumar un gran exterminio de judíos israelíes; y
3) existe una tradición oficial y pública en EEUU de llamar a Irán ‘enemigo’ y a Israel su muy cercano ‘aliado’ y ‘amigo.’
Luego entonces, si queremos descubrir alguna política estadounidense que no favorezca el crecimiento del yihadismo, conviene buscarla aquí. En especial, conviene buscarla en las políticas de los presidentes que tanto maldijeron, en sus discursos, a Irán. Por ejemplo, Ronald Reagan y George Bush Jr.
Ronald Reagan
El presidente Ronald Reagan tuvo siempre una personalidad doble. De un lado, fue estrella de cine, pronto asimilado al héroe universitario ‘the Gipper’ (a quien representara en la gran pantalla en 1940) y votado el quinto actor más popular de su joven generación. Del otro lado, fue siempre muy político: a partir de 1947—justo cuando iniciaba el macartismo—fue presidente del Screen Actors Guild y soplón secreto del FBI para señalar presuntos comunistas en Hollywood.[1]
Más tarde, de 1967 a 1975, sería gobernador de California.
En 1979 compitió por la presidencia contra Jimmy Carter. Fue tan extraordinario el impacto mediático de su campaña que todavía hoy se comenta. Aquel carisma de Reagan—impresionante—. La prensa y el público se enamoraron del ‘Gran Comunicador.’
Al cierre del año, confabulada la coincidencia, cayó un gran telón de fondo geopolítico para que hiciera Reagan el papel de su vida. En Irán, donde había vencido la Revolución Islámica, seguidores de Ayatolá Ruhollah Jomeini, golpeando de sus puños el aire y maldiciendo a ‘Gran Satanás’ (EEUU) al tiempo que quemaban su bandera, tomaron como rehén al personal entero de la embajada estadounidense. Se veía la cosa muy incómoda para el Presidente Jimmy Carter.
Sobre esta escena de drama, el Washington Post, narrador incorpóreo, extendió su voz el primero de diciembre: “Reagan a Duras Penas se Contiene Sobre el Tema de Irán.” Bajo ese encabezado el Post aseguraba que Reagan deseaba ser cauto para no estorbar las negociaciones del presidente Jimmy Carter en pro de los rehenes, pero estaba Reagan tan enojado con Irán, y tan enojado con Carter, que no lograba reprimir su ira. Era demasiado.
Ansioso por “convertir la cuestión de Irán en tema central de su campaña política” y “expresándose cada vez con mayor brío sobre [esto]” y sobre “el tema de represalias estadounidenses contra Irán,” Reagan recogía “el aplauso más generoso” al culpar “las políticas de ‘debilidad e indecisión’ ” de Carter por el fiasco de los rehenes. Lucía muy macho en su papel de “guerrero impaciente.” Y la gente, bueno, encantada: “Otra invitación al aplauso,” contaba el Post, “es la promesa de Reagan de hacer que EEUU sea nuevamente respetado ‘para que ningún dictador ose invadir una embajada estadounidense y tomar como rehén a nuestra gente.’ ”
Trump, acusando a Obama por su manejo de Irán, y prometiendo “hacer a EEUU nuevamente grande,” también recogió muchos aplausos en su campaña presidencial. ¿Qué inferir? Preguntemos primero: ¿qué hizo Reagan?
El día de su inauguración, Reagan presidió la “transferencia financiera más grande de la historia,” un rescate preparado por Carter para liberar a los rehenes: 8 mil millones de dólares.[3] Y los iraníes de inmediato usaron ese dinero para comprar… ¡armas estadounidenses!
“Mientras que el presidente Reagan denunciaba a los iraníes como miembros de una ‘confederación de Estados terroristas,’ los funcionarios estadounidenses se encargaban de preparar las primeras ventas de armas a Irán.”[4]
Cuando se volvió de conocimiento público, esto fue ‘Irangate’ o ‘el escándalo Iran-Contra’ (porque el equipo de Reagan, cruzando algunos fondos, al mismo tiempo financiaba, armaba, y entrenaba a los Contras, un grupo terrorista nicaragüense).
Cogido infraganti, Reagan negó acaloradamente que se tratara de un rescate para liberar nuevos rehenes, tomados ahora en Líbano por Hezbolá, criatura de Irán. Para nada. Habían querido tan solo moderar (sí, moderar) a los ayatolás con… armas. Las armas eran un… gesto.[5] Debió razonar Reagan (incomprensiblemente) que esto sonaba menos ridículo que decir “pagué otro rescate.” Luego lo pensó bien: No, dijo, lo primero fue mentira. Siempre sí: pagué otro rescate.
¿Y la verdad? Era peor: una investigación del Congreso, años después, documentó que las ventas secretas de armas a Irán habían comenzado, con algo de prisa, tan pronto tomó posesión Reagan en 1981—es decir, antes de que fuese secuestrado el primer rehén en Líbano en 1982—.[6]
¿O sea que se trataba simplemente de fortalecer a los ayatolás?
La presidencia de Bush padre—anterior vicepresidente de Reagan y su cofrade en el Irán-Contra—daría evidencias consistentes con esa hipótesis.
En el primer año de Bush padre un operativo de la CIA, desde el importante think tank RAND Corp., publicó un estudio afirmando que había que ‘resolver’ el conflicto árabe-israelí forzando la entrega de los territorios militarmente estratégicos de Judea y Samaria (‘Cisjordania’) a OLP/Fatah—es decir, al grupo que había creado el régimen anti-israelí y de ambiciones genocidas de Khomeini—.Ipso facto, Bush se avocó a forzar a los israelíes a negociar con OLP/Fatah. Y lo logró: de esos esfuerzos se desprendió el ‘Proceso de Oslo’ que metería a OLP/Fatah—al aliado de Irán—a territorio israelí.
George Bush Junior
Otro que amagó fuerte con la boca fue Bush Jr. En su informe presidencial de 2002 defendió el honor de su país, injuriado por aquel mote de cómics: ‘Gran Satanás.’ Golpe de revés: Irán sería incluido en el ‘Eje del Mal.’ Muy dramático. Pero a los hechos: ¿qué hizo Bush Jr.?
Bush invadió a Irak—rival de Irán.
Las razones oficialmente dadas para dicha invasión son generalmente despreciadas y hasta la fecha las verdaderas razones siguen siendo un misterio. Quien quiera resolverlo pondrá atención al ‘detalle’: para invadir Irak, Bush se alió con Irán.
Eso casi no se reportó. Pero el Financial Times sí publicó un artículo sobre cómo Irán asistía la destrucción estadounidense de Irak. Y el International Herald Tribune (o sea, el New York Times) otro sobre cómo Washington pagaba el favor bombardeando a los disidentes iraníes, enemigos de los ayatolás, que tenían sus bases en Irak, persiguiendo luego a los sobrevivientes por tierra [8].
Para 2006, el Guardian había concluido ya que la invasión iraquí de Bush había sido un gran regalo para Irán, pues casi de inmediato había convertido a Irak, de facto, en la provincia extremo-occidental iraní.[9] Esto se ha consumado ya: oficiales iraníes—con la bendición de los generales estadounidenses—dirigen ahora los ejércitos iraquíes.[10] O sea que toda la infraestructura militar que dejaron los estadounidenses en Irak ha sido en realidad para… Irán. ‘Gran Satanás’ y el ‘Eje del Mal’—¡un final feliz!—.
Es ampliamente posible para un líder de EEUU, como exhiben estos dos ejemplos, imprecar contra los ayatolás y beneficiarlos con políticas muy caras (costando miles de millones de dólares).
En general, si bien los presidentes se perfilan—en su discurso—unos más belicosos y otros más complacientes (y otros, como Obama, francamente serviles), quien siga el dinero verá que desde 1979—por casi 40 años—, sean demócratas o republicanos, todos los presidentes han implementado políticas de gran beneficio a los ayatolás. Lo documentamos aquí:
Esta historia vuelve arriesgado decir, con base nada más en el discurso belicoso de Donald Trump, que ejecutará una política exterior realmente anti iraní. Por el contrario, antes de aventurar semejante opinión, cabe preguntarse por qué ha sido posible, durante casi 40 años, un patrón tan consistente de políticas pro yihadistas.
Una hipótesis dice que en EEUU gobierna una élite de poder organizada a manera de cártel político, por lo cual, pese a la alternancia de los dos grandes partidos, el curso de algunas políticas importantes jamás vira. Esta hipótesis predice que Trump—aun suponiendo que quiera—no podrá cambiar estas políticas, pues no es él quien tiene las riendas.
Considero, en lo que sigue, evidencia relevante para evaluar esta hipótesis.
Pies de página y lecturas adicionales
[1] Fried, A. 1997. McCarthyism, the Great American Red Scare: A Documentary History. New York: Oxford University Press. (pp.125-26)
[2] “Reagan Finding It Hard to Restrain Himself on Iran Issue”; The Washington Post, December 1, 1979, Saturday, Final Edition, First Section; A9, 742 words, By Lou Cannon, Washington Post Staff Writer
https://www.washingtonpost.com/archive/politics/1979/12/01/reagan-finding-it-hard-to-restrain-himself-on-iran-issue/a6e8f5b3-284c-4d6d-bf42-b96874a457f9/?utm_term=.62af4d29543b
[3] “Largest Financial Transfer in History”; New York Times; Jan 25, 1981; by STEVEN RATTNER; pg. E3
https://www.nytimes.com/1981/01/25/weekinreview/largest-financial-transfer-in-history.html
[4] Kornbluh, P., & Byrne, M. 1993. The Iran-Contra Scandal: The declassified history. New York: The New Press. (p.xviii)
[5] Kornbluh, P., & Byrne, M. 1993. The Iran-Contra Scandal: The declassified history. New York: The New Press. (p.xvi-xviii)
[6] Las transferencias de armas, explicó el New York Times, comenzaron “en 1981,” o sea, “antes de que iniciara la toma de rehenes estadounidenses en Líbano en 1982…” (énfasis mío). Increíblemente, en vez de poner la hipótesis obvia sobre la mesa—que EEUU tenía una política, desde entonces, para fortalecer a Irán—el New York Times se agachó: “No pudo establecerse un motivo estadounidense para permitir ventas encubiertas de armas a Irán.” Entonces enviaron esas armas… ¿porque sí? ¿Éste es “the newspaper of record”?
¿Y quién es el periodista? Seymour Hersh.
FUENTE: The Iran Pipeline: A Hidden Chapter/A special report.; U.S. Said to Have Allowed Israel to Sell Arms to Iran, The New York Times, December 8, 1991, Sunday, Late Edition – Final, Section 1; Part 1; Page 1; Column 1; Foreign Desk, 2897 words, By SEYMOUR M. HERSH, Special to The New York Times, WASHINGTON, Dec. 7
[6a] Fuller, G. E. 1989. The West Bank of Israel: Point of No Return? Santa Mónica, CA: RAND Corp.
https://www.rand.org/content/dam/rand/pubs/reports/2009/R3777.pdf
[7] “War Sirens Herald Iran’s Hour of Revenge”; Financial Times; March 24, 2003, Monday Usa Edition 1; Section: Comment & Analysis; Pg. 17; By Khairallah Khairallah
Full text:
It may be part of George W. Bush’s axis of evil; some predict it will be next on the list for US pre-emptive action; but Iran is the only one of Iraq’s neighbours that wholeheartedly supports regime change in Baghdad, even if via a US-led invasion.
Getting rid of Saddam Hussein and his government is one of the few objectives on which the various factions of the Tehran regime agree. Since becoming convinced that the Bush administration is indeed determined to effect forcible change in Iraq, Tehran has been egging on Washington, albeit in private. Whenever the US has needed Tehran’s help, the Iranians have been more than happy to oblige.
Take last December’s London conference of Iraqi opposition groups. That gathering would not have been possible had Iran not encouraged its Shia cats-paw, the Supreme Council for the Islamic Revolution in Iraq (Sciri), to attend. Iran strong-armed Abdulaziz al-Hakim, the Sciri representative, to adopt positions similar to those espoused by Zalmay Khalilzad, the US government representative. In exchange for its efforts, Iran was rewarded with a political statement from the conference that – for the first time in modern Iraqi history – spoke of a “Shia majority” in Iraq. This meant the US was no longer able to ignore the sectarian reality of Iraq. Iran, keen for change in Iraq, realised early on that this could be achieved only with US military involvement.
Iranian interference angered many liberal Shia who warned Washington that, by supporting Sciri, they would be committing the same mistake they made when they encouraged Pakistan and Saudi Arabia to back the Taliban not that many years ago. They warned the Americans that Sciri would cause even more damage to Iraq’s relatively open, multicultural and multi-ethnic society than the Taliban managed to inflict on Afghanistan. America, they predicted, would regret having backed Sciri, just as it now regrets helping the Taliban.
Liberal Iraqi Sunnis, meanwhile, protested that the Iranians had succeeded in hijacking the Iraqi opposition by entering into a secret alliance with the Kurds and the Americans. One of the main reasons Tehran wants the Hussein regime out of the way is because it has realised it is the biggest obstacle standing in the way of Iran’s attempts to increase its influence in the region; especially in Iraq proper, which cannot conceivably retain its old character after the US is done with it.
Any new regime in Iraq – whatever its character – will have to take the country’s Shia majority into consideration. Should the US fail to reshape Iraq into a prototype for neighbouring countries, Iran (which would in this case become one of the biggest operators in Iraq) would then succeed in sowing more confusion and forcing Washington to involve itself even more in Iraq. As a result, the Americans would increasingly need Iran.
Even the hardline conservative faction in Iran believes there are benefits in the US war on Iraq. This faction calculates that by having the US army on Iran’s border, it would be able to justify its repressive domestic policies. What better reason for maintaining a hardline stance than having the “Great Satan” on your doorstep?
Overthrowing the Ba’athist regime in Iraq has been an Iranian objective since the days of the Shah. Yet Iran’s attempts to change the regime have failed despite its support for various Iraqi opposition movements, including the Kurds, for more than 30 years, the 1980-1988 war between the two countries and more than 12 years of sanctions.
Tehran therefore came to the conclusion that the only way it could get rid of its old enemy would be through a third party – in this case, the US. Contrary to popular belief, the Iranians have learnt how to co-exist with the Americans, as the experience of Afghanistan has demonstrated.
Whether Iraq manages to remain whole, or civil war breaks out, Iran has been preparing itself for some time to play a role in both the US-led war and in post-Hussein Iraq.
In fact, the only unanswered question is whether Iranian military intervention will be direct or indirect. Will the Badr brigade, Sciri’s military arm, which includes large numbers of Iranian Revolutionary Guards, cross over into Iraq in military or civilian garb?
In either case, it seems that the hour of revenge is at hand for the Iranians. Tehran believes it is time to redraw the political map of the Middle East, giving the Shias a bigger role everywhere, from Afghanistan to the Gulf to south Lebanon.
The writer is a London-based Lebanese political analyst.
[8] “U.S. Bombed Bases of Iranian Rebels in Iraq”; International Herald Tribune | New York Times; Thursday 17 April 2003; by Douglas Jehl
Full text:
WASHINGTON – Without public announcement, American forces have bombed the principal bases of the main armed Iranian opposition group in Iraq, which has maintained several thousand fighters with tanks and artillery along Iraq’s border with Iran for more than a decade.
The group, Mujahidin Khalq, has been labeled a terrorist organization by the United States since 1997. But the biggest beneficiary of the strikes will be the Iranian government, which has lost scores of soldiers in recent years to cross-border attacks by the guerrillas, who have sought to overthrow Iran’s clerical regime.
At the same time, the attacks appear bound to anger the scores of more than 150 members of the U.S. Congress who have described the Iranian opposition group as an organized and effective pressure point on Iran’s government, and had urged the Bush administration to strike the organization from its terrorist list.
In the months leading up to the war, “We made it very clear that these folks are pro-democracy, anti-fundamentalism, anti-terrorism, helpful to the U.S. in providing information about the activities of the Iranian regime, and advocates of a secular government in Iran,” said Yleem Poblete, staff director for the House International Relations Committee’s subcommittee on the Middle East and Asia.
“They are our friends, not our enemies. And right now, they are the most organized alternative to the Iranian regime, and the fact that they are the main target of the Iranian regime says a lot about their effectiveness.”
Defense Department officials who described the air attacks said they have been followed in recent days by efforts on the ground by American forces on the ground to pursue and detain members of the group.
It was unclear whether the attacks, described by Defense Department officials, were intended in part as a gesture by the United States to thank Iran for its noninterference in the war in Iraq.
The United States does not maintain diplomatic relations with Iran, which is listed on the Bush administration’s “axis of evil,” but American officials are believed to have met secretly with Iranian officials in the months before the war to urge Iran’s government to maintain its neutrality.
A top military officer who spoke on condition of anonymity said the United States had “bombed the heck” out of at least two of the group’s bases, including one about 130 kilometers (80 miles) northeast of Baghdad. The officer said the fact that the group had been listed as a terrorist organization by the United States gave the military little alternative but to launch the strikes.
In a telephone interview from Paris, Mohammad Mohaddessin, a top official of a coalition of Iranian opposition groups that includes Mujahidin Khalq, condemned the bombing as bombing “an astonishing and regrettable act. It is a clear kowtowing to the demands of the Iranian regime,” said Mohaddessin, chairman of the foreign affairs committee of the coalition, the National Council of Resistance of Iran.
Mohaddessin said the group had abandoned its bases in southern Iraq before the American attack began, and had been assured by “proper U.S. authorities” that its other camps, located northeast and east of Baghdad, would not be targets of American bombing.
An expert on Iran, Patrick Clawson, said Wednesday that the American attacks almost certainly represented an end to the group as a fighting force, after the years in which it operated freely from Iraq with support from Saddam Hussein. Clawson, research director at the Washington Institute for Near East Policy, said the attack might also weaken the group’s political arm, the National Council on Resistance in Iran.
“The reason the regime has been so worried about the MEK has been the impression that it could be attractive to those who are rejecting the regime,” Clawson said, using the group’s initials. “It’s now less likely that the MEK will maintain this image in the eyes of young Iranians as being the most radical opponents.”
Mujahidin Khalq was formed in the 1960s and expelled from Iran after the Islamic Revolution in 1979. Its primary financial support in recent years came
from Saddam’s government, but it has support from lawmakers in Europe as well as the United States.
In its most recent annual listing of terrorist groups, the State Department said of the group that “its history is studded with anti-Western attacks as well as terrorist attacks on the interests of the clerical regime in Iran and abroad.”
During the 1970s, the report noted, Mujahidin Khalq killed several American military personnel and American civilians working on defense projects in Tehran, the Iranian capital.
The decision by the Clinton administration to add the group to its list of terrorist organizations was widely interpreted as a goodwill gesture to the Iranian government, and its president, Mohammed Khatami, a more moderate force than Iran’s supreme leader, Ayatollah Ali Khamenei.
Group calls for protests
An exiled Iranian opposition group said Wednesday that it would hold marches in Washington and across Europe on Saturday to protest against attacks on its bases in Iraq that it said killed 28 of its members, Reuters reported from Stockholm.
The Paris-based National Council of Resistance of Iran, political wing of the Mujahidin Khalq, plans marches at noon local time in London, Washington, Paris, Cologne, Brussels, Stockholm, Copenhagen and Oslo.
Leaders of the group said 28 people had been killed, 43 wounded and others captured in the attacks, reported to have occurred last Thursday and Friday.
The group began as leftist-Islamist opposition to the late Shah of Iran but fell out with Shiite clerics who took power after the 1979 Islamic revolution.
It uses Iraq as a springboard for attacks in Iran and was accused by Washington, which brands it a “terrorist” group, of supporting Saddam Hussein before his fall. The group is said by Western analysts to have little support in Iran because of its collaboration with Iraq during the 1980-88 Iran-Iraq War.
[9] “Irán es el verdadero ganador de esa guerra. No tuvo más que sentarse quieto mientras que Estados Unidos le entregaba en charola de plata toda la influencia que Irán siempre ha buscado en Oriente Medio. Estados Unidos y sus aliados pronto se irán de Afganistán e Irak, dejando a los chiítas apoyados desde Irán dominantes en ambos países, y su influencia bien repartida por décadas en adelante hasta Siria, un pedazo de Arabia Saudita, y otros países. Irán ha logrado sus ambiciones históricas sin disparar una bala, y EEUU se ha reducido a sacudir su puño en el aire. ¡Qué tontería!”
FUENTE: Comment & Debate: No more fantasy diplomacy: cut a deal with the mullahs: Iran cannot be prevented from developing nuclear weapons, only delayed. We must negotiate not ratchet up the rhetoric, The Guardian (London) – Final Edition, February 7, 2006 Tuesday, GUARDIAN COMMENT AND DEBATE PAGES ; Pg. 31, 1095 words, Polly Toynbee
[10] “Two to three Iranian military aircraft a day land at Baghdad airport, bringing in weapons and ammunition. Iran’s most potent military force and best known general — the Revolutionary Guard’s elite Quds Force and its commander Gen. Ghasem Soleimani — are organizing Iraqi forces and have become the de facto leaders of Iraqi Shiite militias that are the backbone of the fight [against ISIS]. Iran carried out airstrikes to help push militants from an Iraqi province on its border.”
SOURCE: Iran Has Never Been More Influential In Iraq”; Associated Press; 12 January 2015; by Hamza Hendawi Qassim Abdul-zahra.
https://www.businessinsider.com/iran-has-never-been-more-influential-in-iraq-2015-1
[11] “EEUU E IRÁN: ¿Amigos o Enemigos?”; Conferencia presentada por Francisco Gil-White – Auditorio Raúl Baillères, ITAM, el 30 de Agosto, 2016; Historical and Investigative Research; 7 Sep 2016; by Francisco Gil-White
https://hirhome.com/iraniraq/ITAM-conf-eng.htm
[12] De hecho es difícil encontrar un lugar donde la política estadounidense no sea apoyar yihadistas. En Afganistán, la CIA creó a los muyahidines, y estos luego viajaron a todo el mundo, exportando la yihad donde quiera que hubiera musulmanes. En Afganistán, se convirtieron en los talibanes. El gobierno de EEUU tiene mucho tiempo aliado con el gobierno de Pakistán, un país fundado sobre un ideal islamista. Ha estado siempre aliado, también, con el gobierno salafí (yihadista) de Arabia Saudita, y otros gobiernos parecidos en el Golfo Pérsico (Qatar, Kuwait, etc.) En la mal llamada ‘Primavera Árabe,’ EEUU apoyó a la Hermandad Musulmana. En Yugoslavia, apoyó a Alija Izetbegovic, cuyo libro Declaración Islámica hacía un llamado al exterminio de los ‘infieles’ en Bosnia. Es un listado parcial. Por supuesto que hay algunos poderes yihadistas contra los cuales EEUU dice—de manera oficial—oponerse, pero los ejemplos de Irán y de ISIS son más que suficientes para quedar generalmente escépticos.
Historical & Investigative Research –https://hirhome.com/TRUMP/TRUMP_02_esp.htm
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