Sabido es que en el judaísmo, la falta de hijos en el matrimonio es vivido como una maldición, pues contraviene el “creced y multiplicaos”.
PEDRO HUERGO CASO PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO- No obstante, entre los SS III a.e.c. y VI d.e.c –la época de la concepción del Talmud- ya existían métodos de contracepción. De hecho los más antiguos métodos anticonceptivos que se conocen en la Historia datan del S XIX antes de la era común, en Egipto. Y debían de ser bastante populares para que en el Talmud se tratara este espinoso tema: Tratado de Ketuvot 37, para más señas.
La Guemará se pregunta, en este caso, si una mujer conversa al judaísmo o redimida del cautiverio puede casarse inmediatamente con un hebreo o si por el contrario debería esperar que pasen tres meses, tal cual es la ley para viudas y divorciadas que se quieran casar en segundas nupcias.
El motivo de este trimestre de espera es comprobar que si estuviera embarazada se supiera quien es el padre, pues a los tres meses ya hay evidencias físicas de embarazo.
Y es aquí donde surge la cuestión de las mujeres que por algún motivo no desean caer embarazadas, bien porque fueran conversas o bien incluso porque fueran rameras.
Y entonces aparece el término “moj” (que hoy, en hebreo moderno persiste por ejemplo para designar las pelotillas que se forman con el uso continuado de una prenda de lana) En aquél tiempo, el “moj” , dicen los exégetas medievales del Talmud, era una especie de tampón de algodón que impedía por absorción que el óvulo pudiera ser fecundado.
En Ketuvot 39 se menciona a tres tipos de mujeres que usaban el “moj”: menores de edad que pudieran ser violadas (y víctimas de un embarazo no deseado que podría llevarlas incluso a la muerte en el parto) as embarazadas (para impedir el hipotético y poco frecuente caso de dos embarazos simultáneos con concepciones separadas en el tiempo) y las mujeres que están en período de lactancia, porque entonces ya se sabía que un embarazo disminuía la cantidad de leche materna.
Después, con el paso del tiempo, nuestros antiguos sabios mencionaron la existencia de cierto tipo de poción, fabricada a base de raíces, que producía una esterilidad temporal e incluso permanente si era ingerida en dosis elevadas.
La poción mencionada no tenía las características de los contraceptivos actuales. Se utilizaba en casos específicos, o sea no se producía masivamente, ni era considerada como un agente confiable. Pero nunca se supo exactamente su composición.
Actualmente, la mayoría de las autoridades religiosas del judaísmo permiten el uso de métodos anticonceptivos -aun cuando no se haya establecido una familia- en caso en que el embarazo pueda representar un peligro para la madre o si se sabe con certeza que el bebé se podría ver afectado por una enfermedad congénita. En determinadas circunstancias, el rabino da su autorización basándose no sólo en criterios médicos, sino también en consideraciones ligadas a las necesidades psicológicas de la madre.
Esta actitud no tiene como objetivo el favorecer las relaciones extramaritales ni el limitar el tamaño de la familia por razones sociales, demográficas o por conveniencia económica, sino que pretende una mayor compenetración en cada caso en particular, con el objeto de que la familia constituya un núcleo sano desde el punto de vista mental y físico.
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