Disipando el mito de que Israel es el mayor beneficiario de la ayuda militar estadounidense

PROF. HILLEL FRISCH

Numerosos artículos que desacreditan a Israel (así como también muchos otros artículos con mejores intenciones) se preguntan cómo es que un país tan pequeño como Israel recibe la mayor parte de la ayuda militar estadounidense.

Israel recibe el 55%, o 3.1 billones de dólares al año, seguido por Egipto, que recibe el 23%. Esta generosidad llega a costa según se afirma, de otros aliados iguales o más importantes, tales como Alemania, Japón y Corea del Sur. La denuncia evoca el espectro de una muy poderosa antecámara de Israel que ha convertido al Congreso estadounidense en su propio peón.

La respuesta a la acusación es simple: Israel ni siquiera es un beneficiario importante de la ayuda militar estadounidense. La cifra numérica refleja la ayuda oficial directa del ejército estadounidense, pero es casi insignificante en comparación con los verdaderos costos y beneficios de la ayuda militar estadounidense que incluyen, ante todo, tropas estadounidenses sobre el terreno en los estados que los acogen.

Existen 150,500 soldados estadounidenses estacionados en setenta países alrededor del mundo. Esto le cuesta al contribuyente estadounidense anualmente de 85 a 100 billones de dólares, según David Vine, profesor de la Universidad Americana y autor de un libro sobre el tema. En otras palabras, de 800 a 1000 soldados estadounidenses estacionados en el extranjero representan de 565 a 665 millones de ayuda al país en el que estos se encuentran.

Una vez que los verdaderos costos son calculados y revelados, el mayor beneficiario de la ayuda estadounidense es Japón, donde 48.828 del personal militar estadounidense se encuentra estacionado. Esto se traduce en un paquete de ayuda militar estadounidense de más de 27 billones de dólares estadounidenses (calculado según el estimado más bajo de Vine). Alemania, con 37.704 soldados estadounidenses en su suelo, recibe una ayuda equivalente a alrededor de 21 billones de dólares; Corea del Sur, con 27.553 soldados estadounidenses, recibe más de 15 billones de dólares; e Italia recibe por lo menos 6 billones de dólares.

Si lo estimado por Vine es correcto, el paquete de ayuda militar de Japón es nueve veces mayor que el de Israel, el de Alemania es siete veces mayor y el de Italia es prácticamente el doble. Los multiplicadores son aún mayores para Egipto. Incluso los estados triviales del Golfo, Kuwait y Bahréin, cuyas bases estadounidenses albergan a más de 5,000 militares estadounidenses cada uno, reciben ayuda militar casi igual a la que Israel recibe.

Sin embargo, estas cifras subestiman flagrantemente los costos totales de la ayuda estadounidense hacia sus aliados. El costo de mantener tropas en el extranjero no refleja el considerable gasto, profundamente enterrado en las cifras clasificadas de los gastos militares estadounidenses, de numerosas patrullas aéreas y marítimas estadounidenses. Tampoco refleja el alto costo de los ejercicios conjuntos terrestres, aéreos y marítimos con los países receptores (acontecimientos que sólo son reconocidos de mala forma en el portal oficial de la OTAN).

Las fuerzas aéreas y navales estadounidenses patrullan constantemente los mares del Norte, Báltico y Chino con el propósito de proteger a los aliados estadounidenses en Europa y en el Pacífico, a expensas de Estados Unidos. Destellos del tamaño de estas operaciones son proporcionados por incidentes tales como el seguimiento de un buque ruso en los países bálticos, altercados cercanos entre los buques de la Guardia Costera China y buques de la Armada estadounidense enviados para desafiar los reclamos por parte de China en el Mar del Sur y colisiones cercanas entre aviones de la fuerza aérea estadounidense y sus homólogos chinos en la misma zona.

En contraste, ningún avión estadounidense ha despegado para proteger el espacio aéreo de Israel. Ninguna nave de la armada estadounidense patrulla para proteger las costas de Israel. Y lo más importante, ningún personal militar estadounidense pone en riesgo su vida para garantizar la seguridad de Israel.

En Japón, Corea del Sur, Alemania, Kuwait, Qatar, los países bálticos, Polonia y otras partes, las tropas estadounidenses son como un dispositivo detonador vulnerable. Se espera que su presencia impida ataques, pero nunca existen garantías que no se produzca un ataque. Si ocurriera tal ataque, sin duda tendría el costo de vidas estadounidenses.

Esto no puede suceder en Israel, que defiende su propio terreno con sus propias tropas. No hay peligro que en Israel los Estados Unidos se vean involucrados en guerras tales como las que este libró en Irak y Afganistán a un costo de 4 trillones de dólares, según Linda J. Bilmes, profesora de política pública e investigadora en la Universidad de Harvard.

La presencia de Japón como país tope de la lista de receptores de la ayuda militar estadounidense es comprensible y discutible. Es entendible porque Japón es una entidad crítica para la seguridad nacional de Estados Unidos en términos de mantener la libertad de los mares y contener a una China en ascenso. Es discutible porque Japón es un país rico que debería pagar por las tropas estadounidenses estacionadas dentro de este, o en lugar de eso, fortalecer significativamente a su propio ejército. En la actualidad, el ejército japonés enumera los 250,000 hombres, pero enfrenta la rápida expansión del poderío militar de su principal adversario, China. Un caso similar puede hacerse respecto a Alemania, tanto en términos de su riqueza como de su contribución en hacerle frente a la amenaza rusa.

Lo que es incomprensible no es el por qué Israel recibe tanta ayuda militar estadounidense, sino por qué Japón ha recibido nueve veces más ayuda que Israel. Esta es una proporción curiosa dado el poder relativo que Israel posee en el Medio Oriente y su potencial para promover intereses vitales de seguridad estadounidenses en tiempos de crisis, en comparación a la fuerza mantenida por Japón en relación a China.

Desde que el parlamento turco tomó la decisión de no unirse a la coalición encabezada por Estados Unidos en marzo del 2003 y la negativa del gobierno turco a permitir el movimiento de tropas estadounidenses a través de sus fronteras, Israel ha sido el único aliado de Estados Unidos entre Chipre e India con una fuerza aérea estratégica (aunque pequeña) con capacidades rápidas de despliegue de fuerza a fin de contrarrestar las principales amenazas a los intereses vitales de los Estados Unidos.

Toma poca imaginación visualizar estas amenazas potenciales. Irán pudiera decidir ocupar Bahréin, que posee una mayoría chiita seriamente en desacuerdo con la monarquía sunita gobernante. Pudiera tomar el control de los Emiratos Árabes Unidos, el cual desempeña un papel importante en la ofensiva aérea contra los houthis, el estado satélite de Irán en la guerra en Yemen. Pudiera existir una combinación siria-iraquí para desestabilizar a la Jordania sunita, en el caso de que ambos estados sometan a sus rebeldes sunitas. Cualquiera de estas acciones amenazaría el vital suministro de energía hacia los Estados Unidos y sus aliados. Sólo Israel puede depender totalmente en el proveer bases y servicios públicos para una respuesta de Estados Unidos y participar en el esfuerzo si es necesario.

Los políticos, expertos y estudiosos internacionales que atacan a Israel y a la antecámara israelí por extraerle la mayor parte de la ayuda militar estadounidense a un ingenuo y crédulo Congreso saben muy bien que esto no es cierto. Israel recibe una pequeña fracción de los verdaderos desembolsos de la ayuda militar que los Estados Unidos indirectamente le otorgan a sus aliados y a otros países. Estos expertos saben también que el 74% de la ayuda militar a Israel fue gastada en armas estadounidenses, equipos y servicios. Bajo el recientemente firmado Memorando de Entendimiento, esa cifra será modificada a 100%. Los expertos simplemente citan las cifras equivocadas.

Estados Unidos está siendo liderado ahora por un presidente empresario que conoce su moneda. Ha sido inflexible sobre la necesidad de poner freno a la libre circulación por parte de grandes receptores de la verdadera ayuda estadounidense. Uno esperaría que aprecie las negociaciones en el área de seguridad que Estados Unidos posee con Israel, un país que no sólo comparte amplios valores comunes con los Estados Unidos, sino que puede hacer una contribución significativa a los intereses vitales de Estados Unidos sin ningún tipo de obstáculos.

 

*Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y de estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan y destacado investigador asociado en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.

 

 

Fuente: Hatzad Hasheni

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