BRET STEPHENS
Olvida las conversaciones de paz. Trabaja en crear una alianza de moderados y modernizadores.
Jared Kushner tendrá su primera prueba real de diplomacia meso-oriental esta semana, cuando su suegro reciba al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en la Casa Blanca. El ex editor de diarios de 36 años de edad ha sido promocionado ampliamente como el hombre clave de la administración en cuestiones israelíes-árabes, la columna de esta semana ofrece humildemente cuatro reglas que Kushner debe observar en los meses y años por delante.
(1) La Regla Clifford. Después de dejar su puesto como secretario de defensa de Lyndon Johnson en 1969, el fallecido Clark Clifford se instaló en la vida de un súper abogado—el tipo de hombre que, por un precio, podía abrir todas las puertas correctas para sus clientes y arreglar algunos de sus peores problemas.
Cuando se le acercó un hombre con uno de tales problemas, Clifford consideró la cuestión y luego aconsejó: “No haga nada.”
Dos días después, el hombre obtuvo una factura de Clifford por u$s10,000. Enfurecido de que un consejo aparentemente tan simple le costara una suma tan grande, fue hacia la oficina de Clifford para protestar.
Clifford respondió: “No haga nada.” El luego envió al hombre una factura por unos u$s10,000 adicionales.
La moraleja de esta historia (tal vez apócrifa) es que “no haga nada” a menudo es el mejor consejo—y que no prestarle atención puede costarte caro.
Si John Kerry hubiese adoptado la Regla Clifford, él podría haberse ahorrado su infructuosa incursión de un año en las conversaciones de paz israelo-palestinas, las cuales llevaron a la Guerra de Gaza del 2014. Si Condoleezza Rice la hubiese adoptado, ella podría no haber defendido elecciones palestinas que llevaron a la victoria a Hamas en el 2006. De haberla adoptado, Bill Clinton pudo haberse ahorrado la humillación diplomática de ser despreciado por Yasser Arafat en Camp David en el año 2000.
(2) La Regla Kissinger. Si “no haga nada” es generalmente buen consejo, ¿qué se supone que haga el Sr. Kushner?
Henry Kissinger observó una vez que “cuando ha sido invertido suficiente prestigio burocrático en una política, es más fácil verla fracasar que abandonarla.” Así ocurre con las fórmulas que gobiernan el pensamiento oficial estadounidense hacia el conflicto árabe-israelí: “tierra por paz” y la “solución de dos estados.” El Departamento de Estado ha estado haciendo rodar esos cantos cuesta arriba por 50 años, y todavía piensa que un último empujón lo logrará.
La Regla Kissinger dispone de la inutilidad. Dice que si no puedes resolver un problema pequeño, arregles el más grande que lo engloba. Así fue con Taiwan y la política “Una China”, o con Egipto y su realineamiento con Estados Unidos posterior a 1973.
Para Kushner eso significa que el objetivo de la diplomacia no es “resolver” el problema palestino. Es anestesiarlo a través de una combinación de ayuda económica y descuido diplomático. El premio real radica en cultivar más los vínculos de Jerusalem con Cairo, Riad, Aman y Abu Dhabi, como parte de una Alianza de Moderados y Modernizadores que puede derrotar a los radicales suníes y chiíes desde Raqqa a Teherán. El objetivo debe ser hacer que los líderes palestinos con el tiempo se den cuenta que son el atavismo de la región, no su futuro.
(3) La Regla Bush. En el 2004, George W. Bush y el entonces Primer Ministro, Ariel Sharon, intercambiaron cartas en la cual el presidente reconoció que el mundo había cambiado desde 1967.
“En vista de las nuevas realidades en el terreno, incluidos importantes centros de población israelíes ya existentes,” escribió Bush, “es irrealista esperar que el resultado de las negociaciones de estatus final sea un retorno total y completo a las líneas de armisticio de 1949.” El punto de la Regla de Bush es disponer del parloteo sin sentido que las fronteras inventadas del Medio Oriente son sagradas. Y el mejor lugar en que el Sr. Kushner podría poner en uso la Regla Bush es ofrecer el reconocimiento estadounidense de la soberanía israelí sobre las Alturas del Golán, capturadas en 1967 de Siria.
Los beneficios: Nadie allí, incluidos 20,000 drusos, quiere ser gobernado por Damasco. El reconocimiento por parte de Estados Unidos pondría al régimen de Assad y a sus partidarios iraníes y rusos sobre aviso de que hay un precio para el comportamiento bárbaro. Y da a la administración una oportunidad de demostrar su buena fe pro-Israel mientras ejerce una influencia restrictiva sobre la construcción de asentamientos en la Margen Occidental.
(4) La Regla Shultz. El secretario de estado de Ronald Reagan se aferró a un principio claro en lo que respecta a negociar con adversarios duros: Establece una posición razonable, anuncia tu conclusión, apégate a ella. Ningún regateo. Probó ser efectiva al lidiar con los negociadores de armas soviéticos.
La metáfora sobrecargada para la diplomacia de Medio Oriente es el bazar. El secreto para no perder la camisa es no entrar al bazar en primer lugar. Estados Unidos no puede resolver el conflicto israelí-palestino; sólo los palestinos pueden. Estados Unidos sí tiene un interés en fortalecer vínculos entre sus aliados, tanto para su propio bien como para contrarrestar a sus enemigos en común. Si los palestinos quieren ser una parte de la solución, tanto mejor. Si ellos quieren continuar siendo una parte del problema, ellos pueden vivir con las consecuencias. Los principios son sencillos. La valentía de apegarse a ellos será la prueba del brío diplomático del Sr. Kushner.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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