RAFAEL CARDONA
La Tora dice: quien salva a un hombre; salva a la humanidad.
Esa frase me resonaba en los oídos una tarde en Jerusalén cuando Sergio Nudelstejer, en aquel tiempo dirigente del Comité Central de la Comunidad Judía en México, me llevaba a conocer el museo conmemorativo del Yad Vashem.
Eran los días tensos cuando Luis Echeverría, antes de realizar una visita oficial a Israel, se había encontrado, provocador e imprudente, con Yaser Arafat, líder de la OLP, con lo cual ponía en riesgo no sólo la visita sino las relaciones entre el Estado judío y México.
Nudelstejer hacía labor diplomática extraoficial para suavizar las cosas. Uno de los actos de distensión fue la lectura de un poema de León Felipe, ahí, en el memorial, por el hijo de Echeverría, Benito, el menor de todos.
En los prados circundantes del edificio, asentado sobre una suave colonia desde la cual quien se asome a esa ciudad, bajo cuyo cielo se cruzan todos los caminos de la historia, podrá ver el domo dorado y los rastros del Templo de Salomón, allá a lo lejos. Jerusalén mata a sus profetas y la sombra de la tarde comienza a matar al día.
Ahí hay un espacio reservado para todos quienes han auxiliado, de una u otra manera, al pueblo judío. Y ahí está la memoria de don Gilberto Bosques, “justo entre las naciones.”
Bosques simboliza la fraternidad entre ambos pueblos. Pero hoy hay quienes no lo saben o lo ignoran por causa de las perversidades de la política.
Deseo tomar un texto de Peter Katz, presidente de la Asociación de Sobrevivientes del Holocausto, en México, para explicar brevemente quién fue Bosques y cuál su luminosa huella, cuál su impronta entre ambas naciones, para no olvidarlo.
Hoy hace falta recordarle estas cosas al gobierno de Israel y a su primer Ministro, quien nos ha ofendido gravemente y sin justificación ni motivo.
“…Mis amistades iniciales en México, recrearon para mí, la época y la situación política anterior a la Segunda Guerra Mundial, 1938 – 1940, en México. Hice amistades con varios de los afortunados poseedores de las visas “portadoras de la vida” expedidas por Gilberto Bosques, quienes habían arribado sanos y salvos a playas mexicanas y fueron salvados de ser víctimas del Holocausto.
“México había sido el campeón de la lucha antifascista, tanto en las ideas como en las artes, en diseño gráfico propagandístico, en Latinoamérica. El país azteca había apoyado abiertamente a la República Española, surgida en 1931, desde un principio con solidaridad. Cuando estalló la revuelta militar dirigida por Francisco Franco, se mandó un barco cargado de piezas de artillería de campaña y fusiles tipo máuser, con el parque necesario, al puerto de Bilbao, en el país vasco.
“México se declaró aliado de la República. Varios mexicanos, entre ellos Octavio Paz y Alfaro Siqueiros, fueron a pelear como voluntarios en las Brigadas Internacionales (1936 – 1938). Desde aquí también se organizó ayuda humanitaria.
“…Cuando el Cónsul Gilberto Bosques recibió estas instrucciones en Marsella, todavía había prisioneros de guerra, militares, milicianos, intelectuales y simples ciudadanos y campesinos republicanos españoles en la Francia de Vichy.
“Había refugiados judíos en Francia, aquellos que pudieron escapar de Alemania, Austria y Checoslovaquia, antes de que estallara la guerra. La escritora Ana Seghers, el escritor Egon Erwin Kisch, los arquitectos Bodo Uhse, Walter Goeritz, el coleccionista Kurt Stavenhagen, Hans Brom Offenbacher, catedrático e investigador, Walter Reuter, fotógrafo de la Guerra Civil española…
“…Él, como otros diplomáticos, tenía que decidir entre la vida y la muerte. En la vorágine, en la antesala del infierno, que era Europa, durante el conflicto entre 1939 y 1945. Todos sabían que una visa representaba una vida. Una visa representaba salir del infierno. Una oportunidad para viajar hacia la libertad.
“…Casi todos pudieron trasladarse a Marsella en 1941, y recibieron visas mexicanas y formas FM2 del Cónsul Gilberto Bosques. Pudieron llegar a México, vía Lisboa, Portugal, de allí a Casablanca. Luego a La Habana y finalmente a Veracruz.
“…Ya en México, recuerdo que una noche de Mayo, en un local de la Avenida Álvaro Obregón, fui invitado como austriaco recién llegado, a reunirme con personas refugiadas, quienes estaban en México y habían llegado al amparo de “visas de la salvación”, expedidas por Gilberto Bosques en Marsella. Todos los presentes viajaron en el barco “Nyassa” de 9 mil toneladas. La reunión fue para recordar su llegada a México. Se habló en alemán, idioma nativo de los presentes.
“Allí estaban Friedrich Katz, Walter Gruen, Paul Westheim, Danielle Wolfowitz, Nelly Wolf, Klari Vilner, Arnaldo Orfilia (no judío) editor del Fondo de Cultura Económica en México, Bruno Schwebel, Klaus Bodeck, Ernst Roemer, director de Orquesta (abuelo de Andrés Roemer), un señor Svoboda (también no judío), Oscar Braun, Ernst Robitschek, actor, la señora Rainerova, periodista. Más noche llegaron los papás de Friedrich, Leo y Trude Katz…
“…Gilberto Bosques fue una persona decente y honesta. Un humanista. Un gran mexicano. Nunca hizo nada para provecho suyo. Gran admirador y colaborador de su Jefe, el General Lázaro Cárdenas del Río, Presidente Constitucional de México entre 1934 y 1940, le salvó la vida a muchos judíos europeos”.
Ahora repítanselo a Netanyahu.
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Fuente:cronica.com.mx
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