JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ.
Judio nacido en Alemania y militante comunista, el pintor fue especialmente odiado por los nazis, que no soportaban sus pioneras creaciones abstractas.
Pintaba estructuras indefinidas, esculpía grandes cabezas y soñaba con poblar las ciudades de Europa de obras públicas abstractas que sedujeran por su aspiración hacia un socialismo utópico. Otto Freundlich fue asesinado en 1943, a los 64, años en el campo de concentración nazi de Majdanek (Polonia) al que acababa de ser trasladado ese mismo día desde el París ocupado.
La exposición Otto Freundlich: Kosmischer Kommunismus (Otto Freundlich: Kosmischer Kommunismus) reivindica a un artista olvidado pese a que fue un destacado pintor cubista y un precursor de la abstracción. La muestra, la primera en los últimos cuarenta años dedicada al autor, nacido en Alemania, de origen judío y especialmente odiado por los nazis, se celebra del 18 de febrero al 14 de mayo en el Museo Ludwig de Colonia.
Idealista de pensamiento —estaba convencido de que el comunismo estaba llamado a “abolir todas las fronteras entre el mundo y el cosmos, entre los seres humanos, entre el mío y el tuyo, entre todas las cosas que vemos”— y vanguardista en las formas —sus cuadros, como Cuerpo esférico (1924), un caleidoscopio cilíndrico de colores entremezclados, estaban basados en las teorías de la relatividad de Einstein, al que conoció—, Freundlich había estudiado para ser dentista, pero se dedicó al arte desde antes de ejercer la profesión.
Aunque residió en Alemania hasta 1924 y formó parte del círculo berlinés del dadaísmo, creó vitrales para iglesias —le gustaban porque le permitían huir de las convenciones del marco— y luego del núcleo fundador del November Group, que proponía un expresionismo de fondo socialista, en ese año tuvo que trasladarse con intención de permanencia a París, ciudad que ya había visitado y en la que había trabado relación de amistad con, entre otros, el surrealista Max Ernst y Pablo Picasso.
Vanguardista, judío y comunista
En Alemania temía por su seguridad: los nazis le consideraban un artista degenerado y le tenían especial ojeriza —creador de vanguardia, judío y comunista, tres razones que, una por una, condenaban a muerte—. Años más tarde, en la la exposición de 1937 que mostró en Múnich 650 obras [PDF de 1,9 megas] de los artistas acusados de no defender la idea “imperial” de Alemania que tenían Hitler y los suyos.
El catálogo reproducía en la portada una escultura primitivista de Freundlich, Großer Kopf (Gran cabeza), que, en un patinazo revelador de la seriedad con que se tomaban los asuntos artísticos los nacionalsocialistas, titulaban erróneamente como El nacimiento del Nuevo Hombre.
‘Uno de los más originales’
En la capital francesa Freundlich se entregó a la abstracción con un estilo altamente original y llegando antes que casi nadie al postulado de que la representación de la forma no es necesaria para expresar sentimientos. Con ochenta obras, la muestra de Colonia reivindica al pintor como “uno de los más originales” de los años veinte y treinta.
Mientras sus piezas anteriores eran destruidas sistemáticamente en Alemania, se esmeró en llevar al lienzo composiciones abstractas que, explican los organizadores de la muestra, expresaban una “renovación radical que iba mucho más allá del arte”, porque entendía que superar la representación formal tenía una “dimensión social”.
‘El objeto desaparecerá’
Para el alemán, toda forma de percepción material está impregnada de la idea de “posesión” y era, por tanto, “anticuada” desde un punto de vista social. “El objeto, como antítesis al individuo, desaparecerá y con él [también desaparecerá] la idea de una persona siendo un objeto para otra”, afirmaba Freundlich, cuya máxima aspiración era la armonía.
La retrospectiva reúne préstamos de gran impacto. Uno de las pieza centrales de la exposición es el impresionante mosaico Geburt des Menschen (El nacimiento de los hombres, 1919), que milagrosamente sobrevivió al nazismo y a la II Segunda Guerra Mundial oculto en un cobertizo. En 1957 fue instalado en la sede de la ópera de Colonia pero en un lugar donde no era demasiado visible.
Carta de Picasso, Kandinski, Delunay…
Sabiendo que el artista tampoco estaba del todo a salvo en Francia, algunos de sus amigos firmaron una carta en 1938 pidiendo al Gobierno que comprara alguna de sus obras, para darle categoría de patrimonio nacional. Entre los remitentes figuraban Sonia Delaunay, Alfred Döblin, Wassily Kandinski y Picasso, pero la petición no prosperó.
Tras la ocupación nazi de Francia, fue detenido una primera vez y puesto en libertad tras la mediación de Picasso. En la segunda detención no hubo suerte: lo enviaron al campo de concentración de Majdanek, en Polonia, en el que ingresó el 9 de marzo de 1943 en un transporte masivo de prisioneros judíos. Ese mismo día fue asesinado.
Fuente:20minutos.e
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