NELLY HUSNY SMEKE
El gobierno de Israel obtuvo un éxito, como nunca antes, tras la reunión del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el presidente americano Donald Trump en la Casa Blanca.
Trump declaró que deja atrás la solución de dos estados y aceptará lo que las partes, tanto Israel como los palestinos acepten. En pocas palabras, Trump va a optar por una postura de su gobierno un poco más neutral en cuanto a la problemática de Israel y Palestina.
Esta nueva etapa en la que Trump pretende incursionar a la potencia americana, otorga un campo de libertad y acción para Israel con el cual nunca ha contado.
Evidentemente Trump ganó la crítica de la comunidad internacional y de la ONU que siempre han apoyado esa solución y la consideran como la única vía o salida a dicha problemática.
El presidente estadounidense muestra un gran interés en apoyar a Israel, también en sus propuestas y posiciones para la campaña presidencial, dejó en claro que la relación con Israel es vital para la política exterior estadounidense.
La relación de Estados Unidos con Israel durante la administración de Trump se prevé que será muy diferente respecto de otras administraciones, sin embrago, podría contar con una postura mucho más pro Israel que las anteriores; siempre retomando principios básicos de estrategias, geopolítica y alianzas, manteniendo la balanza de poder regional para la garantía de la seguridad internacional y global.
El Estado de Israel siempre ha sido un bastión para Occidente en el medio de Oriente, un “Caballo de Troya” para poder tener injerencia en la región y un aliado estratégico para controlar y neutralizar ciertos actores, con la finalidad de mantener o crear un status quo que garantice cierta seguridad regional.
Sin duda alguna, es un momento histórico muy importante, un parteaguas en la relación de ambos Estados, así como en la dinámica regional.
Los gobiernos deben estar expectantes sobre qué vendrá después. Por su parte Netanyahu puede estar con mayor tranquilidad y con grandes esperanzas por trabajar junto con un gobierno Republicano totalmente pro Israel, que incluso cuenta con mayoría en el Congreso y que como premio mayor, repudia el acuerdo nuclear con Irán.
“My administration will stand side-by-side with the Jewish people and Israel’s leaders to continue strengthening the bridges that connect, not only Jewish Americans and Israelis, but also all Americans and Israelis,” he said. “Together we will stand up to enemies, like Iran, bent on destroying Israel and her people, together we will make America and Israel safe again.”
Esta declaración durante la candidatura del actual presidente americano presagia tiempos buenos para el Estado de Israel y Netanyahu lo sabe, será el momento ideal para llevar a cabo todos los proyectos pertinentes.
Sin embargo, no se puede pasar por alto que el presidente Trump, en cuanto al conflicto Israelí-palestino, es todavía una carta indomable e impredecible. Lo cual también causa conflictos a los estadistas israelíes que generalmente ya saben qué es lo que les toca, pues anteriormente las administraciones americanas han sido más predecibles.
Durante la campaña presidencial, Trump utilizó, en distintas ocasiones, la retórica del ala derecha y neoconservadora respecto al tema de Israel. En cuanto al conflicto con Palestina, hizo hincapié en permanecer “neutral”. En la campaña, Mike Pence, también llamó a Israel como el “aliado más preciado e importante de América”. Declaró que él y Trump …“estarán con Israel porque la lucha de Israel es nuestra lucha, porque la causa Israelí es nuestra causa”…
En la actualidad, la región de Medio Oriente está sufriendo una serie de transformaciones y procesos que han permitido la entrada de actores estatales y no estatales en la dinámica regional y en la política internacional. Es ya inevitable el ajuste de la balanza de poder regional, así como la configuración de un nuevo orden, tanto regional como mundial.
Existen diversos tópicos, en las agendas de ambos países, que coinciden a la perfección, sobre todo en cuestiones de seguridad nacional y global, así como en cuanto a las amenazas o riesgos concretos y/o inminentes; tomando en cuenta el componente subjetivo de seguridad, es decir, la percepción que la población tenga sobre estos riesgos.
Una problemática en común, básica, esencial y que ha sido el eje central de la campaña presidencial de Trump es el terrorismo islámico.
Otro tema importante es la balanza de poder en el Medio Oriente. Tanto Netanyahu como Trump, buscarán un equilibrio totalmente favorable para Occidente, restándole poderío a Irán, y a todos los Estados que no estén alineados.
Acabar con él ISIS es fundamental para la configuración de un nuevo orden mundial y regional con una seguridad global establecida y liderada por América.
En cuanto al conflicto Israelí y palestino:
La arcaica e histórica solución de dos Estados nunca ha progresado más allá de las buenas intenciones, no ha dejado de ser una mera ilusión de la Comunidad Internacional y un proyecto patrocinado por ciertos actores occidentales que siguen viendo al Medio Oriente como una región a la que hace falta llevar la luz y la civilización Occidental, sigue siendo un trato colonialista. Con una óptica de tutelaje e intromisión total.
Las potencias occidentales así como las injerencias de distintos estados, no han permitido que se busquen otras soluciones basadas en la problemática de raíz.
No se puede olvidar que la gran mayoría de conflictos de esta región, al igual que muchas otras partes de Asia y África, siguen arrastrando serios conflictos que fueron provocados o heredados gracias a la colonización occidental, y a la visión orientalista que el mundo sigue teniendo de Oriente.
El enfoque de dos estados, como bien lo declaró Trump, no ha llevado a La Paz, no ha solucionado nada.
Por un lado, las declaraciones de Trump permiten ver a un presidente más realista al respecto, más comprensivo y menos colonialista e invasor, pues al final de cuentas, las partes en conflicto son las únicas que deben analizar posibles acuerdos para poder lograr sus propios objetivos.
Por su parte, estas declaraciones y la supuesta neutralidad que piensa tomar la administración americana, pueden ser nada más y nada menos que un truco político para “otorgar extraoficialmente” apoyo incondicional a Israel y permitirle mayores libertades, respaldadas solamente “debajo del agua”.
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