SAL EMERGUI
Sara e Irene Díaz llegaron al mundo con una diferencia de tres minutos. No es lo único que separa estos días a las dos gemelas nacidas hace 18 años.
Sara representa a Israel e Irene a Palestina. Las españolas participan en la simulación de negociaciones para conseguir en 24 intensas horas el anhelado acuerdo de paz. Discuten con pasión sobre colonias, Jerusalén, fronteras o terrorismo como si realmente fueran actores del proceso de paz que en la vida real está estancado desde hace tres años.
En la academia EMIS (Eastern Mediterranean International Boarding School)situada en la pequeña localidad de Kfar Yarok, al norte de Tel Aviv, la paz parece más factible que en el despacho del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en Jerusalén y del presidente palestino Abu Mazen en Ramala. Junto a adolescentes israelíes, palestinos y extranjeros (vietnamitas, costarricenses, albanos…), Sara e Irene se han peleado hasta llegar a un acuerdo basado en la solución de dos Estados con principios como las fronteras del 67 con modificaciones obligadas por lo que hoy marca el terreno, el cese de la construcción en colonias o la comunicación directa entre Cisjordania y Gaza.
“En las conversaciones, hay israelíes que representan también a palestinos y viceversa. Es importante porque por primera vez se ponen en el lado del otro y entienden sus problemas y demandas”, ha dicho a EL MUNDO Sara que reconoce: “Para ellos es mucho más complejo que para nosotros ya que desgraciadamente los dos pueblos no ven lo que le pasa al otro”. Desde la lejana Sant Cugat, el conflicto se ve con otros ojos. “En España, la gente es más propalestina y se piensa que son los únicos que sufren pero escuchando a los israelíes te das cuenta que el conflicto es muy complejo”, ha añadido.
“Comparto habitación con chicas palestinas e israelíes y por tanto tengo un punto de vista más profundo. También más cercano porque son amigos que quiero. Al mismo tiempo me da más responsabilidad para intentar resolverlo”, ha afirmado Irene. ¿Alguna receta? “En primer lugar, intentamos crear confianza entre los dos lados y después encontrar una solución. El problema es que la gente se centra en el pasado. Lo que yo te hice, tú me hiciste…Yo no quiero pensar en quien tiene la culpa sino como solucionarlo”, nos ha respondido.
Con un 20% israelí, 20% palestino y 60% procedente de 40 países, el alumnado de EMIS mezcla religiones, orígenes y narrativas. La convivencia rompe barreras psicológicas. La israelí Keren Saban y la palestina Marwa Toame comparten entusiasmo por poner su granito de arena tal y como alienta el curso del Centro Leon Charney para resolver conflictos. “Mi familia, que también apoya la paz, me animó desde el primer momento para que viniera aquí. A mis amigos en Ramala al principio no les gustó la idea pero cuando les expliqué de qué iba, lo aceptaron”, nos ha dicho la palestina de 17 años.
En las negociaciones, Marwa rechaza que haya incitación al terrorismo en las escuelas palestinas como acusa Israel. Tras la ronda de conversaciones con los israelíes en la que la soberanía de los Lugares Santos de Jerusalén fue uno de los temas más espinosos, concluye que “la paz es posible en el futuro. Cada uno debe ponerse en los zapatos del otro”. Cuando vuelve una vez al mes a su casa en Ramala, la palestina debe cruzar el checkpoint. “Se sufre bastante. Como establecimos en el acuerdo, Israel debe reducir los checkpoints y hacerlos más efectivos para que los que lo crucen sufran menos”, ha asegurado.
Es un tema que también inquieta a su amiga Keren. “Es algo muy duro para mí. Por un lado, es el ejército, mis hermanos que deben estar en checkpoints para defendernos. Por otro, dar esta fuerza a chicos de 18 años además de escuchar lo que sufren allí los palestinos. Siempre pienso qué se puede hacer”, ha señalado esta joven del norte de Israel. Y ha reconocido: “Muchas veces me desanimo pensando que no hay ninguna solución al conflicto pero cuando encuentro personas que también quieren hacer algo por la paz como yo, pienso que es posible. Las dos partes tenemos la misma culpa”.
Participante de Gaza
Hay un estudiante que no sale en la foto. En ninguna foto. Huye de la cámara como si fuera fuego. Solo tras muchas peticiones accede a hablar con EL MUNDO. Procede de la paupérrima Gaza, controlada por el grupo islamista Hamas. “Si Hamas se entera que estoy aquí, mi familia sufrirá represalias. Dirán que son colaboracionistas de Israel. En Gaza, nadie puede manifestarse contra Hamas. Te pueden matar o torturar”, ha denunciado este chaval al que llamaremos Said.Sin revelar el verdadero destino y larga espera, logró el permiso de Hamas para salir. “La situación en Gaza es muy mala. Hamas, Israel, Egipto… todos tienen la culpa. Hay mucho desempleo, numerosas casas destruidas por la última guerra que aumentó el odio a Israel. Hay comida, productos y medicinas pero falta material de construcción, no hay electricidad durante muchas horas…”, ha contado Said que estudiará en Israel hasta el 2018. Se ha despedido con un mensaje optimista: “El problema son los dirigentes en ambos lados. Yo creo en la paz con Israel. Es difícil pero hay que intentarlo”.
Fuente:elmundo.es
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