SHA’I BEN-TEKOA
Durante la conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca el 15 de febrero presentando al Presidente Trump y al primer ministro israelí Netanyahu, el último dijo, “Los chinos son llamados chinos porque son de China. Los japoneses son llamados japoneses porque son de Japón. Y los judíos son llamados judíos porque vienen de Judea.”
En forma no sorprendente, una columnista del diario de extrema izquierda de Israel, Haaretz, Carolina Landsmann, contraatacó en forma sarcástica por escrito, “Quizás en la próxima conferencia de prensa Netanyahu será tan amable como para explicar por qué los palestinos son llamados palestinos.”
Como no es probable que suceda eso, yo le responderé por él. Llamamos “palestinos” a los palestinos porque es básico para la forma políticamente correcta de esta generación posterior al Holocausto de odiar a los judíos, y aquí está el por qué:
En toda generación la gente odia a los judíos porque se cree que ellos cometen actos malvados, y su delito actual es el robo de Palestina de manos de los palestinos. Y no importa que estos “palestinos” no fueron mencionados nunca en la documentación de la Liga de las Naciones (1920-1945) que en su Mandato para Palestina de 1922 identificaba específicamente al país como la “patria histórica del pueblo judío.” En sus tres décadas de existencia, la Liga se refirió sólo a judíos y árabes, nunca a los “palestinos.”
Entonces, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Liga se transformó en la Organización de Naciones Unidas, durante el primer cuarto de siglo de la ONU ningún documento se refirió tampoco a ningún “palestino.”
Esto no debe sorprender, porque durante una generación bíblica de cuarenta años después que se inició el Mandato, los mismos árabes dijeron que ni existía tal país como Palestina y ningún pueblo tal como los “palestinos.” Sólo los judíos sionistas en este período se llamaron alegremente a sí mismos palestinos. El líder de los árabes, el Gran Muftí de Jerusalem, Haj Amin al-Husseini, dijo que lo que los judíos y cristianos llamaban “Palestina” para los musulmanes era “Bilad a-Sham,” la Siria histórica y siempre había sido eso.
De hecho, cuando a principios de 1919 la Conferencia de Paz de París posterior a la Primera Guerra Mundial creó la Liga de las Naciones e incorporó la Declaración Balfour dentro de su Mandato para Palestina, Haj Amin contraatacó lanzando un diario en Jerusalem al que llamó Al-Suria al-Janubia/Sur de Siria, cuyo propósito fue oponerse a la creación de una jurisdicción llamada Palestina que nunca había existido en catorce siglos de Islam.
Los musulmanes nunca habían tenido un esbozo de tal país en sus cabezas llamado Falastin — como ellos llaman hoy a esta tierra. Nunca hubo un gobierno de Palestina liderado por un rey o sultán, pashá o presidente. Ni uno jamás se llamó a sí mismo “palestino” o fue llamado así por otros. Nunca hubo un idioma palestino. Ningún “palestino” jamás acuñó su propio dinero. Ningún ejército de “palestinos” defendió alguna vez “su” país de invasores enemigos.
Y esta negación de la existencia de un país llamado Palestina fue la posición oficial árabe en la década de 1960. No fue hasta el 29 de marzo de 1959, en una reunión de la Liga de Estados Árabes, que fue planteada la idea de una kiyan falastini/“entidad palestina” por parte del presidente de la Liga Árabe, Gamal Abdel Nasser de Egipto, cuando se discutía el cese del fuego de entonces diez años con Israel. Él propuso un nuevo marco conceptual para, como fueron llamados en esa época, “los refugiados árabes.” Su sugerencia fue imitar lo que estaba sucediendo en Argelia en el momento donde los musulmanes estaban en su quinto año de guerra terrorista para expulsar al régimen colonial francés que había gobernado desde 1830. Nasser era un partidario activo de los rebeldes musulmanes de Argelia albergando a sus líderes del FLN (Frente de Liberación Nacional) en Cairo, proporcionándoles instalaciones de radio para transmitir órdenes y mensajes codificados dentro de Argelia, permitiéndoles contrabandear armas y municiones a lo largo del Sahara para los terroristas.
Nasser también estaba al tanto del éxito del FLN en ganar apoyo político en Francia entre los intelectuales amortiguando su lucha en términos políticos como una “guerra de liberación nacional”, cuando entre ellos mismos se identificaban no como “argelinos” sino como musulmanes. Hasta este día, su diario oficial es El Moudjahid.
Así que Nasser propuso que a partir de allí la etiqueta genérica “los refugiados árabes” de Israel, que era adecuado porque la mayoría de ellos no eran nativos de Palestina sino una bolsa mixta de obreros migrantes de todo el Medio Oriente en el país un corto tiempo cuando ellos huyeron del combate, fueran renombrados la “nación palestina” — y no importa que no hubiera nada “palestino” acerca de la mayoría de ellos.
Coincidentemente ese otoño, en un intento similar y rival, ocho de estos “refugiados árabes”, todos criados en la Hermandad Musulmana, se reunieron en Kuwait para formar su propia imitación del FLN para combatir a Israel. Todos habían nacido en la Palestina del Mandato excepto por uno. Él no era un refugiado sino un egipcio nativo llamado Rahman al-Qudwa, quien no obstante surgiría como su líder. Más tarde, Rahman sería conocido para el mundo por su nombre de guerra, Yasir Arafat.
Después que estos ocho hermanos musulmanes en sus treinta y tantos años decidieron crear su propia célula terrorista anti-sionista, buscaron un nombre. La mitad quería algo como el “Frente de Liberación Nacional” de Argelia; los otros preferían algo islámico. Arafat lideraba esta facción y al final se alcanzó un astuto compromiso verbal. Ellos eligieron Fatah, el nombre de la sura/capítulo 48 de los 114 del Corán. Significa “conquista” pero realmente en contexto “conquista del infiel,” y en este caso los sionistas que estaban en revuelta contra su estatus antiguo y oprimido. El Corán ordena que los judíos que viven en Dar al-Islam deben ser “oprimidos y humillados,” y así lo fueron durante la mayoría de los catorce siglos de Islam. La idea misma de un estado de judíos viviendo libres de la dominación islámica era blasfema. La elección de Fatah por lo tanto no tenía nada que ver con nacionalismo “palestino” y todo que ver con religión.
Y fue una elección inteligente porque satisfizo a la otra mitad que prefería un nombre no religioso y nacionalista. Leyendo las consonantes de fatah hacia atrás, ellos podían representar “Organización para la Liberación de Palestina.”
Y el resto es historia.
La identidad nacional “Palestina” de hoy por lo tanto no fue concebida sino hasta una década después que Israel entró en existencia en imitación del FLN de Argelia (que todavía controla ese país) y otras “guerras de liberación nacional” posteriores a la Segunda Guerra Mundial y tercermundistas– y no importa que su invento constituyera un giro completo y total de 180 grados en la propaganda y diplomacia pública árabes. Ningún árabe que se respetara entre 1920 y 1960 habría sido pescado llamándose a sí mismo “palestino.” Sólo los judíos sionistas hacían eso. Hoy, sin embargo, los musulmanes árabes insisten en que ellos son el antiguo “pueblo palestino” — y no importa que no hubiera mención a ellos en cualquier documento de la ONU hasta la década de 1970.
Irónicamente, la identidad “palestina” fue también co-inventada por israelíes posreligiosos, desjudaizados, también conocidos como izquierdistas, quienes se negaban a reconocer la dimensión religiosa de la guerra árabe musulmana contra ellos. Los izquierdistas de Israel habían predicado durante mucho tiempo que si el terrorismo en Israel y las amenazas de un Irán nuclear eran percibidos como basados en la religión, entonces no había ninguna esperanza para la paz. Por lo tanto, ellos siguen firmes en usar términos nacionalistas para que el conflicto pueda ser visto como una lucha entre dos naciones “normales” por alguna propiedad que puede ser resuelto a través del compromiso, buena voluntad y respeto mutuo. No hay “patriotas palestinos” más grandes que la izquierda judía que dio nacimiento al Bebé de Rosemary del engañoso Proceso de Paz de Oslo que no produjo paz sino la ola de terror más sangrienta en la historia de Israel.
En resumen, la gente llama “palestinos” a los palestinos como forma de perpetuar el odio eterno a los judíos a través del mito antisemita central de esta generación: que los judíos robaron Palestina, la patria antigua del pueblo “palestino” indígena y putativamente paleolítico, y se niegan a regresar siquiera una parte pequeña de ella para que los “palestinos” puedan tener el estado con el que han estado soñando desde el amanecer del Hombre.
El nacionalismo palestino ha reemplazado al antisemitismo como la forma permitida de esta generación de mentir y odiar a los judíos lo suficiente como para justificar masacrarlos en atrocidades terroristas.
Fuente: American Thinker
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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