KAREN BENSUSSEN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Pareciera que en años recientes la relación entre los judíos de la diáspora y el gobierno de Israel, ha sufrido un debilitamiento.
Es evidente que hoy en día la tendencia del gobierno israelí es hacia la derecha; acciones como construcciones en los territorios que se encuentran fuera de la línea verde, el subsidio por parte del gobierno en la infraestructura de los asentamientos, propuestas de anexionarse algunos territorios de Judea y Samaria, la promoción del Estado para colonizar ciertas áreas ofreciendo facilidades económicas y una vida menos costosa; son algunas de las políticas que han provocado distintas opiniones entre los judíos de la diáspora; algunas a favor y otras en contra, censurando y reprobando las acciones llevadas a cabo por el gobierno de Israel.
Un gran número de académicos e intelectuales judíos ha condenado la política israelí actual; para mostrar su desaprobación, muchos de ellos se han unido al boicot hacia los productos fabricados en los asentamientos, otros se han unido a grupos como J-Street, e incluso algunos han ingresado activamente al movimiento BDS.
Esto ha originado una respuesta por parte del gobierno israelí, proponiendo la prohibición de entrada a Israel a todos aquellos judíos que son integrantes de movimientos en contra de las políticas del Estado.
Sin embargo, esta sensible cuestión figura como un elemento nuevo en la relación de Israel con la diáspora, ya que desde su fundación, los judíos de la diáspora hemos sentido un profundo vínculo y conexión con Israel, teniendo dentro de la conciencia de cada uno de nosotros una enorme gratitud y orgullo hacia el proyecto del Estado, sintiéndonos obligados ética y moralmente a apoyar incondicionalmente a Israel de la forma en que nuestra condición nos lo permita, ya sea económicamente, por medio de contribuciones, o activamente por medio de la difusión de las cualidades, la capacidad y logros que se dan día a día en Israel, y otros por medio de la aliyá.
El común denominador de la relación Israel y el mundo judío era de interdependencia, Israel procurando a la diáspora dar seguridad y tranquilidad, y así mismo los judíos de la diáspora en constante cooperación para fortalecer al Estado. Si hay algún elemento que definía el vínculo de la diáspora con Israel era la profunda afinidad, conexión y respeto hacia el Estado.
Sabemos que al día de hoy las tendencias y políticas mundiales están sufriendo cambios, los países están virando hacia políticas de derecha utilizando como herramienta los discursos y propaganda populista y nacionalista para persuadir a la población.
Israel no está exento, hoy vemos que en el gobierno israelí se maneja un discurso nacionalista, proteccionista y cauteloso.
¿Acaso estas acciones están cimbrando un antes y un después en la relación de Israel con los judíos de la diáspora?
Anteriormente había un especie de “pacto” moral por parte de la comunidad de la diáspora, donde ni siquiera nos atrevíamos a cuestionar ninguna acción ejercida por parte de Israel; lo apoyábamos incondicional e indistintamente; de lo contrario la sensación era la de cometer una especie de “traición” hacia nuestra esencia, hacia nuestra historia, nuestro pasado, nuestro futuro, nuestra seguridad, nuestra religión y tradiciones; por ello y por no estar allí como judíos apoyando en las guerras, en los ataques terroristas, en la violencia vecina; estábamos en deuda eterna con Israel.
No había cabida para la duda o los juicios de valor. Nosotros simplemente apoyábamos de la manera en que pudiéramos al pedacito de tierra que con mucho trabajo, sufrimiento, voluntad y valor, llegó a ser el Estado de Israel, una nación para todos nosotros, los judíos.
Sentirse judío era sentir a Israel dentro de uno mismo, dentro de nuestro corazón, Israel era “sagrado” para cualquier judío en la diáspora, era el centro de nuestra identidad, era nuestro orgullo, el triunfo contra el mal, el símbolo de valentía, la recuperación de nuestro hogar bíblico, el Estado sagrado y por lo tanto enaltecido y glorificado. Gracias a Israel nosotros nos percibíamos más seguros en la diáspora, nos sentíamos respaldados, protegidos y cuidados.
La pregunta es: ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué hoy en día vemos cada vez más judíos criticando y reprobando las acciones de Israel? ¿Acaso algo se rompió?
Si bien es cierto que el ser humano tiene por derecho la libre expresión, y que por medio de ésta nos comunicamos y exponemos al otro nuestras ideas y valores, también es cierto que dentro de la libre expresión debe de haber límites y estos se demarcan cuando nuestros juicios y pensamientos dañan al prójimo.
¿Acaso debemos ser nosotros, los mismos judíos, los que condenemos y reprobemos las políticas de Israel?
Valoremos cuándo es conveniente expresar nuestro punto de vista y cuándo es mejor callar. Ya la historia se ha encargado de demostrarnos un sinnúmero de veces la hostilidad permanente por parte de la mayoría hacia nosotros, los judíos.
¿Por qué ser nuestro propio enemigo? Suficiente tenemos ya con los juicios ajenos como para que nosotros contribuyamos a nuestra ruina. Sabemos que los niveles de antisemitismo están creciendo, y las expresiones discriminatorias cada vez son más crudas.
Ya sea por tradición o por cualquiera que sea la explicación, la sociedad mayoritaria, siempre se ha manifestado violenta, adversa y contraria a nuestros proyectos e ideales como pueblo, y es verdad, histórica y geográficamente los judíos hemos sido rechazados, discriminados, perseguidos y aniquilados.
¿Qué lograremos a través de la auto crítica? ¿Qué no es suficiente con la cantidad de condenas que vemos hacia Israel por parte del mundo, incluyendo la ONU? ¿O acaso queremos repetir la historia y culparnos por el daño infligido a Israel, como en los tiempos bíblicos con la destrucción del primer y segundo Templo? ¿Estaremos buscando acabar con lo nuestro?
Examinemos nuestras prioridades, Israel sólo es uno y es el único Estado judío; en cambio, los gobiernos son pasajeros, hoy podemos ver en Israel un gobierno que probablemente no comulgue con nuestras ideas, pero sabemos que las ideologías políticas cambian con el pasar del tiempo. ¡Israel debe permanecer a pesar del tiempo!
Observemos a Israel desde una perspectiva más amplia, no caigamos en miopías, contemplemos su existencia a largo plazo y no nos detengamos en asuntos pasajeros. Preguntémonos ¿Qué es más importante para nosotros el pueblo judío? ¿La unidad, o la dispersión y el debilitamiento?
Recordemos lo elemental; Israel es Israel, independientemente del partido gobernante; ya sea derecha, centro o izquierda. Israel es el único Estado para el pueblo judío, cuidemos nuestro hogar, basta de juicios demasiado severos; al fin y al cabo Israel es un país todavía muy joven, con apenas 68 años, recordemos cómo se encontraban los diferentes países a sus 68 años de vida, la formación de cualquier Estado se consolida por medio de prueba y error, por medio de la experiencia. Dejemos de condenar a Israel y apoyémoslo en su proceso de desarrollo como nación, dándole un camino libre de juicios para que así pueda seguir floreciendo.
“Cuida tus palabras; que ellas no levanten un muro entre ti y los que contigo viven”.
Tales de Mileto.
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