Un israelí en Bahrein, vivir para contarlo

NICK LIEBER / Hay pocas cosas (al menos, que haya experimentado) tan aterradoras como ser un israelí en medio de un bar lleno de gente en el Reino de Bahrein mientras un chico saudita bromea – en voz alta – que eres del Mossad.

Quiero decir, las bromas del Mossad pueden ser bastante divertidas, pero no tanto cuando estás en un país que se considera públicamente como enemigo de Israel, en una región del mundo donde ser acusado de ser un agente israelí equivales a menudo a ser condenado a muerte, y no tienes ni idea de quién puede estar escuchando.

Pero acabó bien.

En enero tomé la decisión de viajar a Bahrein, un pequeño reino de islas en el Golfo de Arabia (o Golfo Pérsico), cerca de Arabia Saudita y Qatar, y aunque mis amigos pensaban que estaba loco, siempre confié en mi decisión … al menos hasta febrero, cuando llegó el momento de ir.

Entonces, me encontré negándome a llevar un desinfectante para las manos porque no pude encontrar uno sin letras hebreas en la botella (me arrepentí más tarde), sacando mi seguro, las tarjetas de autobús y de crédito – y sobre todo mi identificación de reservista de las FDI de mi billetera, y cambiar la configuración de la hora y fecha en mi teléfono de israelí a estadounidense. Por no hablar de sentirme bastante mal en las horas antes de abordar el avión.

1 israelí, 1 bahraini, 3 sauditas en Bahrein

Todo eso resultó ser una enorme pérdida de tiempo. Fue un gran viaje. Todo la gente que encontré era encantadora, y realmente no podría haberles importado menos que yo fuera israelí. Y sí, lo sabían.

Dado que pasé el año pasado acercándome a la gente en todo el mundo árabe a través de los medios de comunicación sociales, tenía varios amigos virtuales en Bahrein, así como en Dammam – la ciudad saudita a unos 45 minutos de Bahrein al otro lado del puente King Fahd Causeway – y les dije a todos que viajaba.

Aunque eso hizo que mis amigos en Israel pensaran que aun estaba más loco, realmente fue eso lo que hizo que el viaje fuera lo que fue.

(Importante parar un momento para observar dos cosas: Primero, pasé tiempo con un subconjunto específico de árabes. Principalmente jóvenes, bien educados, ricos, sunitas y, obviamente, no muy religiosos – como verán por las bebidas. No dudo que habría recibido una recepción diferente si hubiera tenido la oportunidad de interactuar con diferentes comunidades. En segundo lugar, aunque viajaba con mi pasaporte americano, Bahrein es el único país en el Golfo que no niega automáticamente la entrada a los israelíes).

Fui a tomar unas copas en el Four Seasons y el Ritz Carlton separado por un paseo por la feria gastronómica de Bahrein con la actuación de un grupo de baile indio. Los kuwaitíes entusiasmados me tocaban la bocina celebrando su día nacional mientras circulaban con las banderas kuwaitíes en sus coches. Fui a tomar algo en un lugar llamado Big Texas Barbeque & Waffle House con una personalidad de la televisión árabe.

Y – menos divertido – gasté cantidades no razonables de dinero en verduras porque las traían desde todo el mundo. Los aguacates procedían de Estados Unidos, las cebollas de la India, las zanahorias de Australia, los pepinos de Jordania y los tomates de Arabia. Un gran inconveniente.

Gracias a un amigo saudí, terminé en una fiesta de cumpleaños en una mansión frente a la playa en una isla construida artificialmente (los pequeños países del Golfo son conocidos por construir islas artificiales para aumentar su terrenos) rodeado de borrachos saudíes y kuwaitíes – que sielen viajar al Bahrein mucho más liberal socialmente los fines de semana.

Una chica saudita, a quien mi amigo más tarde describió como “una de los más grandes bailarinas (de la danza del vientre) en Arabia”, se ofreció invitarme a visitar Arabia Saudí, la única manera de que los extranjeros no musulmanes viajen al reino notoriamente cerrado y conservador por razones que no sean comerciales.

Momentos antes o después – es difícil decirlo – un chico kuwaití con el que había estado hablando me aseguró que sin duda Israel estaba trabajando con Irán e ISIS contra los países árabes sunitas. Creo que mi respuesta a eso fue algo convincente como, “No, estamos del lado de ustedes”.

Y más temprano en la noche, cuando nos detuvimos en un restaurante indio para recoger algunas botellas de vodka (fuera de los canales legalmente aprobados), otro saudí me llamó la atención porque, a su juicio, el conflicto israelí-palestino es soldados israelíes fuertemente armados contra palestinos que “sólo” tienen piedras.

Aunque obviamente estas caracterizaciones de Israel y el conflicto son incorrectas, era bastante asombroso poder tener estas conversaciones en Bahrein, de una manera mucho más civil y respetuosa que la que tienen a menudo en América o Europa.

Gran Mezquita Al Fateh en Bahrein

Israel también surgió de otras maneras mucho más inesperadas.

Una tarde, hice un recorrido por la Mezquita Al Fateh, una de las más grandes del mundo, construida hace tres décadas por el padre del actual rey de Bahrein. Suponiendo que el guía turístico trabajaba para el gobierno, y por lo tanto no estaría encantado de saber que estaba haciendo un tour a un judío israelí, esta fue una de las pocas veces que intencionalmente oculté mi identidad israelí.

Hubo tantas oportunidades de mencionarlo, sin embargo. Cuando me dio la etimología incorrecta de la palabra aleluya, que intentó conectar con el árabe de alguna manera. (Reservar mis pensamientos para mí mismo en ese momento fue probablemente una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mucho tiempo)

Cuando mencionó que el hebreo, que él trajo a colación para explicar que el árabe es una lengua semítica que se escribe de derecha a izquierda, es el idioma oficial de Israel. Sí, dijo Israel. No Palestina ni la entidad sionista ni nada por el estilo.

Y cuando mencionó que no hay mezquitas en las que se prohíba entrar a los no musulmanes, yo mencioné la mezquita de Al Aqsa en Jerusalem, esperando que dijera algo negativo sobre Israel. Mencionó brevemente una compleja situación política y de seguridad, aunque estoy bastante seguro de que eso no tiene nada que ver con ello, pero eso fue todo.

Me quedé impactado.

No tan sorprendido, sin embargo, como lo fui cuando entré en un supermercado una tarde y escuché – ¡atentos! – una canción israelí sonando en el altavoz. Como se pueden imaginar, pasé los próximos minutos tratando torpemente de filmarlo en video sin llamar demasiado la atención.

Realmente sólo hubo un par de veces en que sentí miedo en Bahrein, y ningún caso en el que realmente tuviera una razón real.

Una noche, me senté con mi amigo de Bahrein en el Fuerte de Bahrein, un fuerte portugués del siglo XVI construido sobre las ruinas de varias civilizaciones que data del 2300 aC, mirando hacia el mar hacia Irán cuando oímos un fuerte ruido.

No es algo que en otras circunstancias recordaría. Pero se me quedó en la mente porque bromeé con mi amigo en el momento que el sonido era Irán que venía a capturarme.

Un día o dos más tarde, un amigo jordano me envió un mensaje de texto preguntándome si estaba bien, ya que había habido una explosión en Bahrein. No había oído nada al respecto, pero después de una rápida búsqueda, vi que había habido una explosión no muy lejos de donde estábamos sentados.

Fue algo desconcertante ser un israelí cerca de la escena de un ataque terrorista, no porque sospechara que fuera un blanco, sino porque me preocupaba que pudiera ser sospechoso de llevarlo a cabo. Mi amigo jordano no ayudó al bromear que probablemente era una operación secreta y yo era un espía israelí …

Entonces, ¿qué aprendí de este viaje aparte de que soy irracionalmente paranoico y que a los árabes les gusta hacer bromas del Mossad? Es que los árabes dispuestos a tener un diálogo con los israelíes están ahí fuera, y no son pequeños en número. Sólo tenemos que involucrarnos con ellos.

Fuente: blogs.timesofisrael – Traducción: Silvia Schnessel –  Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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Silvia Schnessel: Silvia Schnessel es corresponsal de Enlace Judío en España. Docente y traductora, maneja el español, el hebreo, el francés, el inglés y el catalán. Es amante del periodismo, del sionismo y de Israel.