En el judaísmo se considera a la pareja como el centro de la Creación divina. Hombre y mujer constituyen una unidad que funciona como motor espiritual del mundo. Su unión y compromiso requiere de un perfeccionamiento mutuo tan elevado que todas las cosas fueron hechas para ayudarlos en su camino.
Dentro de esta unidad se encuentra la continuación de la vida humana y las enseñanzas que D-os le ha dado al hombre a lo largo de los milenios. Es decir, en ellos se encuentra la posibilidad de perfeccionarse y trasmitir ese conocimiento adquirido a su descendencia hasta que la humanidad entera cumpla cabalmente la razón por la que fue creada. En la pareja está la posibilidad de la Redención divina.
Muchos rabinos han dicho que D-os le dio a la mujer un potencial espiritual mayor que al hombre. Dentro de la concepción judaica tradicional, la mujer se encarga de que haya paz en la casa, junto con las mitzvot (mandamientos) correspondientes, de mantener el kashrut (leyes de alimentación) y las leyes de pureza marital, entre otras cosas; en fin se encarga de convertir la familia en un núcleo espiritual y la casa en un santuario que pueda ser habitado por D-os.
Tradicionalmente, es la que se encarga de criar a los hijos y definitivamente es la que los trae al mundo. Por eso mismo la mujer es quien hereda el judaísmo; mientras que el hombre hereda la pertenencia a una tribu determinada, es la mujer quien hace judío al niño que nace. El pacto que hizo D-os con las mujeres es mucho más duradero y de ellas depende el futuro del pueblo.
Se acerca la festividad de Pésaj, es la fiesta donde celebramos la salida de Egipto. En ella recordamos que fuimos esclavos y extranjeros en una Tierra ajena a la nuestra, pero salimos en busca de la libertad; recordamos que Moisés y D-os nos liberaron y nos guiaron a través del desierto y sobretodo, recordamos que D-os cumplió las promesas que había hecho a nuestros antepasados. Es decir, en Pésaj honramos nuestra herencia y nuestro pasado; que al mismo tiempo es aquello que nos da sentido y nos hace libres.
Rab. Yehuda Prero aprovecha la oportunidad para dar un shiur (clase) sobre la labor que las mujeres desarrollaron en Egipto para preservar la herencia judía.
“El Talmud (Sotah 11b) explica que hay correlación entre la preservación de la nación de Israel y su salida de Egipto: ‘Por el mérito de las mujeres justas que vivieron en esa generación, la nación de Israel fue redimida de Egipto’ (Rab. Aviva). Cuando recogían agua, el Sagrado, Bendito Sea, hacía que peces pequeños entraran en sus cántaros, los cuales sacaban con una mitad cubierta de peces y otra de agua. Después ponían dos ollas en el fuego, calentaba el agua y cocinaban los peces y las llevaban a los campos donde trabajaban sus esposos; los ayudaban a lavarse, los ungían, los alimentaban, les daban de beber y tenían relaciones maritales con ellos, entre los pastizales de pastoreo.”
Esto sucedía dentro del contexto de Exilio egipcio: “El faraón tenía miedo que la gente viviendo en su tierra superara a los nativos. Ideó un plan para asegurarse que el pueblo egipcio mantuviera la supremacía sobre los descendientes de Jacobo que vivían en su tierra. Bajo su esquema, el pueblo [hebreo] debería permanecer en la esclavitud; [los judíos] debían ser subyugados en su mente y en su espíritu. Por eso mismo obligó a los hombres a trabajar exhaustivamente, para que no tuvieran tiempo de regresar a casa con sus esposas. Su objetivo era que el número de nacimientos declinara; que la nación no pudiera crecer ni en número, ni fuerza. Sin embargo, las mujeres de la nación de Israel tenían un plan diferente.” (torah.org)
El pasaje de las mujeres y los peces es explicado de formas distintas, cada una habla de la importancia de la unidad marital y la determinación que tuvieron las mujeres en actuar por el bien de sus familias y por la preservación del pueblo y sus costumbres.
La primera ya fue explicada, las mujeres lograron ver el plan del faraón y lucharon para aliviar la carga que se impuso a sus esposos, lo cual aseguró la sobrevivencia del pueblo judío. La segunda explica que el faraón con su decreto principalmente buscaba atacar a las familias. Quería exterminar al pueblo judío, atacaba a los hombres, no para que estos murieran a causa de cansancio sino para destruir el lazo familiar.
Como el faraón lo había planeado, los hombres dejaron de tener intimidad marital con sus esposas, dejaron de desearlas físicamente y dejaron de tener vida familiar. Los lazos empezaban a romperse, sin embargo, las mujeres las mujeres hebreas en Egipto sabían que el amor y la familia es el centro de toda espiritualidad, así que no abandonaron a sus maridos, por eso llevaban el agua a los campos. Para prender nuevamente la llama que el faraón había apagado.
Escrito por Aranza Gleason, con citas e información tomadas de torah.org.
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