Los turistas que visitan el norte de Israel se detienen en un parador a más de 1,100 metros de altura desde el que se percibe el drama de los combates en el país vecino.
RAFAEL BLASI
Las tropas del Ejército de Israel en la frontera con Siria se dedican a la recolección de información y a la recepción de heridos de la guerra que desangra al país vecino hace seis años.
Los civiles heridos por explosiones o tiroteos, y que pueden llegar hasta los puestos fronterizos con la ayuda de familiares o amigos, son atendidos por médicos que trabajan coordinados con los Cascos Azules de la ONU. Cifras oficiales señalan que, desde 2013, Israel asistió a unos 2.700 sirios de la región del Golán.
Mientras se desarrolla este drama y del lado sirio se avistan cada vez más pueblos fantasmas por las huídas masivas de los ataques cruzados entre el Gobierno, los insurgentes y ahora los combatientes del Estado Islámico, del lado israelí de la frontera no ha bajado el turismo.
En la cima del monte Bental, que se encuentra en la parte israelí del Golán, hay un parador a 1,165 metros sobre el nivel del mar con vista a tres ciudades sirias: Quneitra, Al Hmidaiah y Al Qahtaniah. Contingentes de turistas, en su mayoría japoneses y estadounidenses, llegan ahí todos los días para ver los bombardeos al otro lado del vallado y tomar sus fotos.
Esta especie de parque temático cuenta con un estropeado bunker subterráneo, con un cartel en su puerta que pide “Por favor, mantener limpio el lugar”, y un puesto militar de vigilancia con dos miembros de los Cascos Azules dispuestos a tomarse selfies con todos los que se les acercan.
Israel ha decidido no involucrarse en el conflicto sirio, que se mantiene desde 2011, más que a través de la observación a distancia. La única tarea del Ejército israelí sobre esta guerra es controlar que los disparos en Siria no se dirigan contra sus territorios.
Y el Café Anan, construido en el monte Bental por el kibbutz Merom Golán a pocos metros del lugar donde se ubicaron los Cascos Azules, también sirve como mirador. Allí, toda persona interesada en la pelea del dictador Bashar Al Assad contra su pueblo puede tomarse un cappucino y comer un croissant, sentado en una mesa y atendido por un mozo hipster, mientras observa por un gran ventanal las columnas de humo que generan las explosiones en esas tres ciudades fronterizas.
Los dueños del café incluyeron un sector de souvenirs, donde se pueden encontrar camisetas con escudos del Mossad y la Policía de Israel por USD 10, y armaron una exposición artística con esculturas de animales hechas con hierros oxidados; la obra preferida por los visitantes para las fotos es la de un dragón gigante con cabeza de cerdo.
Arriba del bunker se colocaron unas figuras de metal de soldados que apuntan con sus rifles hacia el monte Hermón, que es el pico más alto de la frontera y es dos tercios sirio y un tercio israelí, y un poste de direcciones indica qué tan lejos de allí están diferentes ciudad de Israel y del mundo.
Pareciera que el paseo del monte Bental está pensado sólo para los cientos de fotografos amateur que llegan diariamente al Golán en busca de una buena selfie para compartir con sus amigos; en el lugar no hay un solo cartel que explique lo que ocurre en el país vecino, donde han muerto unas 500.000 personas en seis años.
El actual desorden en la región es de tal magnitud que muchos turistas llegan al monte Bental con la idea de que ya no pueden hacer nada por el otro y sólo les queda caminar hasta la cumbre, con buen abrigo, mirar cómo se hicieron las trincheras y los refugios antibomba, observar desde la altura el caos en tres ciudades extranjeras, grabar algunos videos, tomarse un café y luego irse para dejar todo como está, sin molestar a nadie.
Fuente:infobae.com
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