AVIAH DANINO
Crecí en Bnei Yehuda, una localidad en los Altos del Golán, con una hermosa naturaleza y vistas impresionantes. Antes de reclutarme en el ejército, me preguntaba cómo podría contribuir, cómo se verían mis dos años en uniforme. Nunca diría que serviría en la región como mujer soldado, y no cualquier soldado. Hoy soy paramédico en la Brigada 474 del Golán, que protege a Israel en la frontera con Siria.
Entre imaginar mis años en uniforme y servir en la frontera con Siria, pasé tres meses en el curso de paramédicos de las FDI. Trabajé mucho para ganarme un lugar en una unidad cuyo único propósito es apreciar y preservar la salud y la vida. Aprendí sobre la atención básica que los soldados deben recibir para conservar su salud y su fuerza. Sin embargo, el enfoque principal del curso fue salvar vidas. Al final, estaba certificada para tratar a los heridos y actuar en casos de emergencia. Me asignaron para servir en la Brigada Regional del Golán.
Parte de nuestro trabajo como paramédicos en la frontera con Siria es proporcionar ayuda humanitaria, incluido el cuidado de heridos que frecuentemente llegan a la frontera en estado crítico. La guerra civil siria ha durado más de cinco años, y hemos visto las imágenes de los medios y leído las noticias de niños y mujeres inocentes envueltos en el conflicto. Pero, aunque crecí a pocos kilómetros de la frontera con Siria, no tuve contacto directo o personal con esta tragedia.
La primera vez que tuve que poner en práctica las habilidades que aprendí en el curso de paramédicos fue cuando me encontré cara a cara con un niño sirio de 10 años que había resultado herido en una explosión.
Sus ojos reflejaban temor y sorpresa. Estaba físicamente herido, confundido por el caos que le rodeaba, desconocía el lugar y el lenguaje que escuchaba. El equipo médico le proporcionó el primer cuidado que requería y lo consoló. Al final del tratamiento, levantó la vista y sonrió.
Esa fue mi primera vez que trabajaba como paramédico en un caso urgente. También fue la primera vez que sentí el profundo orgullo de desempeñar mi papel, cuyo propósito es ayudar y sanar a otro, sin juicio ni prejuicio.
Este niño me hizo sentir lo importante que es mi función. Cada tratamiento deja en mí una satisfacción, un sentimiento de orgullo.
Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico
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