Puso como condición no hablar de sus procesos en el Perú. Nos recibió en Tel Aviv para hablar de su vida y amistad con Toledo.
Tel Aviv nos recibe con los brazos abiertos para la convención Access Israel. Josef Maiman Rapaport sí lo piensa dos veces antes de recibirme. Pone tres candados: no responderá sobre el caso de Ecoteva, ni sobre las acusaciones de Barata de haber cobrado las coimas de Toledo, ni confirmará si será colaborador eficaz. Podré preguntar sobre todo eso, pero callará cada vez que cruce la línea. Acepto. Del lobo un pelo.
Herzylia Pituah es el barrio pituco de Tel Aviv. Lo describe así el propio Maiman al teléfono cuando me da su dirección, lo que confirma que los 45 años que vive en Israel no le han hecho perder la cachita de buen criollo. Me recibe en la puerta de su mansión y caminamos despacio hacia la sala. Está en un proceso de lenta recuperación de una operación de trasplante –no da más explicaciones– que lo postró algunos meses.
Empezamos por aclarar su biografía.¿Nació en Alemania? “Sí, en el campo de refugiados de Landsberg, donde Hitler escribió ‘Mi lucha’. Nací en febrero del 46 y llegué al Perú con mis padres, en diciembre del 48. En el Perú estaba una prima de mi madre con su esposo y nos consiguieron las visas. Mi padre llegó con algo así como US$5 y eventualmente se convirtió en socio de mi tío. Importaban instrumental médico”.
—Alejandro o Eliane—
Por fin puedo preguntarle quién apareció primero en su vida, ¿Eliane o Alejandro?: “En el 72 tuve que hacer mi servicio militar acá. Entré al ejército y una chica que había sido mi enamorada en Lima estaba en Jerusalén. Mi base estaba a una hora, cuando estaba de franco iba a visitarla. Ella compartía departamento con Eliane, pero apenas le decía hola y punto”. Con Alejandro fue patería instantánea: “Cuando ambos vinimos por primera vez de EE.UU., en los 60, no recuerdo dónde, pero fue en un partido de fulbito. No era de vernos cada tres noches para una chela, pero era una relación fluida. Me fui en el 71 y no volví hasta el 78”.
Dejo a los Toledo Karp a un lado, para pedirle su versión sobre el primer escándalo que lo puso en titulares: la recompra de bonos de la deuda externa durante el primer gobierno de García, a cargo de su empresa MIC y cuyo gerente era Víctor Joy Way. En verdad, el caso no se judicializó, pero sí se investigó en el Congreso, pues se argumentó que el precio había sido muy alto. “Mi problema de imagen en el Perú surge a partir de eso. En Israel hubo una crisis de bancos espantosa y empecé a trasladar mis negocios a América Latina. Alan se había lanzado al vacío con su decisión del 10% [no pagar deuda externa por concepto mayor al 10% de las exportaciones]. Era una buena idea y se la consultó a otros presidentes, pero lo dejaron solo y los bancos le cayeron encima. En ese contexto surgió [en el Ministerio de Economía, a cargo de Luis Alva Castro] la idea de comprar bonos y esa operación tenía que ser secreta. El gobierno decidió hacerla con nosotros porque teníamos experiencia”. Le comento que he oído la versión sobre la furia de García al enterarse de que la operación se había ejecutado y que llegó al extremo de mandar a detenerlo. “Yo tenía una relación amistosa con Alva Castro, no necesariamente con Alan. Alva Castro hace bulla sobre que sería el sucesor y Alan salta”.
—El Cholo y el Gordo—
Le pido hacer un salto al 2001. Pero antes quiere contar algo de lo que ha hecho en Israel y el mundo: sus inversiones multimillonarias en energía y en telecomunicaciones, su amistad con líderes como Rabin y Shimon Peres. Hasta fue copropietario de un canal de TV en Israel, el 10 –“No le gustaba a Netanyahu”, dice– y construyó dos refinerías, una en Turkmenistán y otra para Egipto e Israel, a la que llama “la refinería de la paz”, con orgullo.
Le pregunto por los negocios que intentó hacer con Petro-Perú: “Cuando Alejandro llegó al gobierno quedamos en que no haría ningún negocio. Pero se me ocurrió la idea de hacer un oleoducto para mezclar el petróleo peruano, que es pesado en esa zona, con el ecuatoriano. Se lo mencioné al ministro Álvaro Quijandría y me dijo que unos gringos tenían la concesión. Hablé con ellos. No querían nada. Adiós”.
Le recuerdo que Álvaro Vargas Llosa contó que, en plena campaña, Toledo le sugirió que comprara el Canal 2. “Él sabía que yo tenía un canal en Israel y que era un dolor de cabeza, y me dijo algo así: ‘¿Por qué no te deshaces de eso y compras uno en el Perú’. No veo nada de malo en eso”. Aprovecha el tema para describirme, con un ejemplo, la relación que tenía con Toledo: “Venir al Perú era vacilarme. Cuando llegó el rey de España, hubo un almuerzo en la Huaca Pucllana. Me vaciló mucho porque don Anatolio [el padre de Toledo] le dio un beso a la reina y le puso la mano en la cadera. Alejandro le dijo que no debió hacer eso. Él le responde: ‘Pero, hijo, ella me dio un beso a mí’. El rey quería ir a los toros, pero a Alejandro la idea le parecía asquienta y me llevó a un chifa. Era ese tipo de relación. Si yo estaba en Kazajistán, me decía: ‘Voy a estar en la China, también viene el Gordo. ¿Tienes ganas?’. Y yo estaba a 4 horas en mi avión. Y te invitaban a las cenas y a las payasadas”. ¿El ‘Gordo’ es Adam Pollack? “Sí, él era el primer amigo y a mí me decían el segundo amigo de la nación”.
Cada vez que intento hablar del proceso judicial, Maiman calla o pide apagar la grabadora para conversar ‘off the record’. Debo cumplir lo acordado, pero sí puedo transmitir mi impresión: los amigos están distanciados al punto que su estrategia legal difiere. Maiman preferiría pasar de manos de la fiscal Manuela Villar –“Me culpa hasta de los huaicos”, dice ‘on the record’– a las del fiscal Hamilton Castro; al revés que Toledo y Karp.
Hablamos del cariño que siente por Israel y el Perú, y ello me permite hacer el último intento de ir al grano: ¿Le pareció bien, para la relación de sus dos patrias, la gestión para evitar que Toledo viniera? “Obviamente. Hubiera sido problemático para Israel. Mejor que la relación se enturbie con los gringos. Me hubieran atacado, que yo lo traje, que lo cubrí, que soy la madre de todos los pecados”. Así, el ex segundo amigo de la nación marca cierta distancia, aunque no dice nada que implique ni una delación ni una admisión de culpa.
Fuente: El Comercio
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