Pésaj es la fiesta de la libertad, en ella recordamos la salida de Egipto; recordamos haber dejado la casa de la esclavitud. Sin embargo, también es la fiesta de nuestra herencia, en ella se marca la importancia de que los hijos pregunten a los padres, de recordar y preservar nuestro pasado. ¿Por qué dos principios tan importantes en el judaísmo (la herencia y la libertad) se celebran el mismo día, con el mismo rito? ¿Se puede relacionar la búsqueda de la libertad con la preservación de nuestro pasado? ¿Cuál es su presencia en la Torá? Éstas son las preguntas que buscamos responder.
Cualquier persona sensata sabría que la libertad se ejerce de distintas formas y a distintos niveles. Todos sabemos que un hombre en la cárcel no es libre, aunque pueda decidir en qué lado de la cama sentarse; tampoco lo es un adicto que no puede separarse de su vicio, ni un político que ha pactado demasiado, con tanta gente que no debía. Todos son esclavos a distintos niveles y de distintas formas; sería antiético decir que los tres son igualmente libres o igualmente esclavos. La libertad por la cual puedan luchar, al igual que su esclavitud, será distinta para cada uno.
Esto se repite para todas las personas y todos los pueblos de distintas épocas. Cada uno lucha por una libertad particular, pensar que la libertad es igual para todos es engañarnos; las luchas de los padres se heredan a los hijos.
Nosotros fuimos esclavos en Egipto, durante ese tiempo perdimos la libertad y abrazamos el servilismo de la esclavitud. Cuando D-os nos libera y nos saca de la casa de la esclavitud, nos dio libertad en cuatro formas distintas. Estas cuatro formas de libertad se expresan en las cuatro frases que D-os dijo a Moisés al anunciar la Redención de los judíos (la salida de Egipto) y en las cuatro copas de vino que tomamos en el séder (cena ritual) de Pésaj. Cada una de ellas implica una forma particular de ejercer la libertad por la cual todo hombre puede luchar. Desde el punto más básico hasta el más profundo. Son las siguientes (1):
Vehotzeisi: “os sacaré de bajo del peso de Egipto”. Libertad física.
El nivel más básico de libertad es poder decidir sobre tu cuerpo y tus acciones. Al preso se le restringe en lo más sencillo, en la libertad de acción y movimiento. Sin embargo, dicha característica es la herramienta fundamental para poder construir una individualidad y acción propia.
Ésta era la situación que vivían los judíos en Egipto. El faraón ejercía castigos físicos demasiado duros a los judíos y les exigía trabajos excesivos para que no pudieran tener tiempo de dedicarse a sus familias. Además, estaban obligados a obedecer las órdenes de los egipcios; con el tiempo se acostumbraron a dejar de tener objetivos y deseos propios, se acostumbraron a obedecer y a esperar una orden antes de actuar.
La frase: “os sacaré del peso de Egipto” se refiere a la primera liberación que vendría con las plagas, al hecho de que los egipcios ya no podrían mandar sobre los judíos.
Vejitzalti: “os salvaré de su servicio.” Individualidad.
La segunda forma de la libertad es poder crear un pensamiento propio y una valoración ética particular.
En cualquier sistema opresivo es común que la parte perjudicada justifique a su opresor o funcione bajo las premisas lógicas que éste implementó. Una persona que sufre violencia en casa, ya sea a manos de su cónyuge o de sus padres, tiende a justificar las acciones de la persona que lo agrede; usa una frase tan común, que se ha vuelto un cliché: “Yo me lo busque”.
Esto pasó con los judíos en Egipto; empezaron a comportarse como egipcios. Olvidaron las enseñanzas de sus padres, cometieron idolatría, agresiones contra sí mismo e incurrieron en chismorrería entre ellos. Para llegar a la libertad, debían librarse de la ética egipcia, reconocer nuevamente al D-os de Jacobo y adoptar las formas de comportamiento que en antaño sus padres les habían enseñado.
Lo logran cuando secuestran al cordero y viven con él una semana. Este mandato les obliga a día con día recordar y reconocer que el cordero no es un dios; al final de la semana lo sacrifican y salen de Egipto. Ahí acabaron con los rastros que les quedaban de egipcios.
Vegoalti: “os redimiré con brazo extendido.” Independencia.
La tercera forma de libertad es la libertad emocional y la independencia: aunque la persona abandone la casa de la esclavitud, no esté sujeta legalmente a una obediencia y no justifique de forma racional el maltrato que recibe, sigue sin ser independiente; sigue sin ser libre hasta que deje de desear la esclavitud y aprenda a no depender de alguien más fuerte.
Es muy común que los esclavos recién liberados caigan en actitudes serviles fácilmente y vuelvan a adquirir amos nuevos. Muchos presos al terminar su condena, vuelven a delinquir porque no soportan lo desconocido, la indecisión, y buscan regresar a la cárcel donde ya saben manejarse.
Ambas formas de esclavitud y libertad podemos observarlas en dos pasajes distintos dentro de la Torá:
El primero nos habla de cómo los judíos lucharon con sus manos para liberarse. Somos el pueblo de la libertad porque no dejamos nuestro destino en manos ajenas. Cuando los judíos cruzaron el Mar Rojo tuvieron que sumergirse de pies a cabeza en el agua antes de tocar tierra seca. La historia del Mar Rojo, es la historia de un pueblo que escogió la muerte y a su D-os, antes que regresar a ser esclavos.
Sin embargo, pese a ello cuando ya éramos libres Egipto seguía grabado en nuestras mentes: en el desierto los judíos se quejaban de que en Egipto se sentaban a lado de las ollas de carne. Ellos cuando eran esclavos no comían carne, comían pescado. Sin embargo, una vez que sintieron la inmensidad del desierto, tuvieron miedo, le recriminaron a Moisés y creyeron que quedándose en Egipto en algún momento hubieran ascendido al poder; hubieran probado la carne. En ese momento, preferían la falsa seguridad de la esclavitud que la búsqueda de una tierra propia.
Antes de recibir la Torá, los judíos tenían que aprender a ser constantes, a enfrentar el miedo diariamente y educar sus emociones y deseos para mantenerlas fuera de Egipto.
Velocajti: “os tomaré como mi pueblo”. Sentido y dirección.
Algo que tenían muy claro los hombres del siglo XIX era que la libertad no es real sin voluntad propia. El hombre también es esclavo de sus instintos, del azar y de los deseos de otros hombres si no forja un carácter propio y no educa su cuerpo y sus deseos a obedecerle.
Cuando el pueblo judío recibió la Torá alcanzó el estado de libertad más amplio que ha tenido cualquier persona en la historia de la humanidad. Para nosotros, la Torá es un camino de autoperfeccionamiento y confrontación constante; es la única forma de alcanzar la trascendencia y liberarte de cualquier atadura externa: te enseña a librarte del odio y perdonar, controlar los deseos de tu cuerpo y darles un sentido a través del honor y el placer. Tomar la Torá como camino implica avanzar hacia D-os; avanzar con un objetivo claro desde tu centro, desde lo mejor de ti: tu alma.
La frase “os tomaré como mi pueblo” se refiere al momento en que recibimos la Torá y nos convertimos en el pueblo de D-os. El autoperfeccionamiento constante se conviertió en el sentido de la existencia del pueblo judío; la razón por la cual vive en este mundo.
Veheisveisi: “os llevaré a la tierra”. Quinta copa, la copa de Eliahu Anaví (Elías el profeta) que anuncia la llegada del Mesías.
Éste es el camino que recorrieron los judíos al salir de Egipto. Nosotros lo hacemos cada año en Pésaj cuando se presenta frente a nuestra mesa el maror (las hierbas amargas) y la matzá (el pan ácimo), volvemos a vivir la esclavitud y se nos pide escoger la libertad (2). En esta noche bebemos cuatro copas de vino para recordar las cuatro frases con las que fuimos liberados; las cuatro formas en que debemos volver a luchar cada año que pasa.
Para el judaísmo la tierra de Israel, al igual que la lluvia, representa una forma de comunicación con D-os; cuando el pueblo está cerca de Él caen las lluvias y la tierra es fértil; cuando está lejos, se seca y no produce fruto. Al mismo tiempo, representa la conexión diaria y constante con D-os; un estado de paz absoluto, el punto de mayor libertad que puede alcanzar cualquier ser.
Será dada a nosotros nuevamente cuando logremos cumplir toda la halajá; cuando bajemos la Torá al mundo y regresemos a ser como inicialmente fuimos creados: “imagen y semejanza de D-os”. Podremos entrar a ella cuando regresemos a ser quienes realmente somos, es decir cuando abracemos nuevamente nuestra herencia y rompamos todos los obstáculos que nos separan de D-os y nuestros antepasados; cuando alcancemos una libertad completa, entonces llegará el Mesías.
Entonces las promesas hechas a nuestros padres serán cumplidas porque habremos recorrido nuevamente el camino que ellos recorrieron y nos enseñaron; entonces gracias a nuestros méritos Eliahu Anaví entrará por la puerta, tomará la copa, bendecirá a D-os y nos dará a beber de su vino (3).
Hasta entonces ¡Pésaj Sameaj!
Notas
1) Las frases y el pasaje del que se habla se encuentran en Éxodo 6: 6-7
2) El seder es la cena ritual que se hace en Pésaj, donde se comen distintos elementos simbólicos, entre ellos el maror (hierbas amargas) que representan la esclavitud y la matzá que representa la libertad escogida, la premura para dejar las casas egipcias.
3) Al terminar el seder (cena ritual) de Pésaj se sirve una copa a Eliahu Anaví. Sin embargo, está copa se deja servida uno no toma de ella. Aparte uno va a la puerta y se la abre invitándo al profeta a entrar. Lo que hacemos con este acto es indicar que nos preparamos para la llegada del Mesías y por eso invitamos a que así suceda.
Bibliografía
torah.org
chabad.org
aish.org
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