Los deportes pueden cambiar al mundo—como lo hicieron con mi vida—ayudándonos a vernos en forma diferente los unos a los otros.
FAHOUM FAHOUM
El tenis cambió mi vida. Creciendo como un ciudadano palestino de Israel, luché con una crisis de identidad, sintiéndome atrapado entre dos mundos. Pero entonces, cuando tenía 8 años, comencé a jugar al tenis en Haifa. Finalmente me convertí en el primer árabe musulmán en el equipo nacional junior israelí, representando al país en campeonatos europeos y mundiales.
Este fue un éxito personal muy importante, sin embargo, esto me dio una plataforma para construir vínculos con jóvenes judíos. La cancha de tenis fue una isla adonde todos sentían que pertenecían. Mis compañeros de equipo y yo adoptamos la misma identidad. Yo cree confianza con mi compañero de dobles y con la gente del otro lado de la red también.
Un vez que mis padres se dieron cuenta del potencial del deporte para acercar a la gente, establecieron el Programa de Coexistencia en el Centro de Tenis de Israel en Haifa. Este presentó a jóvenes árabes y judíos al deporte, mientras transformaba las colaboraciones en la cancha en amistades fuera de la cancha. El programa, que comenzo en el 2001 con alrededor de 10 niños, ahora opera a nivel nacional con cientos de participantes.
Cuando yo estaba creciendo, las escuelas secundarias y universidades israelíes no tenían deportes organizados. Pero los norteamericanos saben y conocen bien el poder de los deportes, como aprendí cuando llegué a la Universidad Quinnipiac en Connecticut con una beca de tenis. Aun cuando mis compañeros de equipo y yo veníamos de diferentes rincones del mundo, éramos todos Bobcats. Los psicólogos sociales tienen un nombre para este fenómeno de una identidad compartida y compleja. Ellos lo llaman una “identidad superior.”
Jugar deportes puede ayudar a replantear un conflicto. Crea el terreno para la cooperación poniendo a los compañeros de equipo en el mismo barco. Para parafrasear al fallecido Morton Deutsch, un profesor en la Facultad de Maestros de la Universidad de Columbia, esto crea una interdependencia positiva: “Si tú nadas, yo nado, y si te hundes, me hundo.” Incita a la gente a hacer lo que es mejor para el equipo. Si otro jugador está en una mejor posición que tú para anotar puntos, le pasarás la pelota.
Los deportes no reconocen ninguna barrera idiomática. Arroja una pelota de futbol a un grupo de niños en Israel, Sudáfrica o Irlanda, y observa qué sucede. No habrá ninguna necesidad de una presentación, por no hablar de una explicación de las reglas. En su lugar, los jugadores se comunican usando sus cuerpos dentro de un sistema de reglas establecidas que los hace “hablar” futbol en forma fluida. Así como los deportes alteraron mi camino, tienen el poder de cambiar el mundo.
Ese es el motivo por el cual la ONU ha declarado al 6 de abril el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz. El atletismo puede proporcionar entretenimiento y ejercicio, sí, pero también mucho más. Puede ser utilizado como una herramienta para abordar cuestiones sociales—combatir la obesidad, dar poder a las mujeres, integrar a los refugiados o promover la paz. Los deportes son más que meros juegos. Ellos son esenciales para la transformación saludable de la sociedad.
Fahoum es un graduado del programa de maestría en negociación y resolución de conflictos de la Universidad de Columbia.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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