Cincuenta años después de la Guerra de los Seis Días, la comunidad judía norteamericana está fragmentada en forma severa, con muchos judíos lidiando con dónde encajar el Sionismo dentro de su identidad judía. Mientras el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) crece en popularidad y atrae a más defensores judíos, la brecha está haciéndose aún más amplia entre la judería estadounidense e Israel.
ASAF ROMIROWSKY
Para los judíos norteamericanos, el Sionismo se ha vuelto una fuente de debate, controversia, bochorno, y culpa mientras intentan entenderse con las actividades del estado judío y sus funcionarios electos. Por consiguiente, muchos buscan despegarse de lo que solía encarnar el centro de la identidad judía. Un ejemplo de ello es Voz Judía para la Paz (JVP), un grupo judío pro-BDS que utiliza su “judeidad” para validar su causa.
Si bien el deseo de JVP de persuadir al gobierno israelí para que cambie sus políticas es legítimo, la fuerza creciente del movimiento BDS en general hace cada vez más probable la desaparición de la solución de dos estados. La directora ejecutiva de JVP, Rebecca Vilkomerson, es famosa por sus opiniones izquierdistas duras, como fue ilustrado en su artículo de opinión “Yo soy judía y quiero que la gente boicotee a Israel” en el Washington Post. Tan fuerte es la antipatía de JVP hacia Israel que la Liga Anti-Difamación (ADL) lo ha llamado “el grupo judío anti-sionista más grande y más influyente” en los Estados Unidos.
Sin embargo la verdadera esencia del Sionismo radica en su capacidad de encapsular tanto la identidad religiosa como laica judía. El desafío actual es identificar el componente de renovación. La empresa sionista no terminó con el establecimiento del Estado de Israel en 1948. Cada generación debe redefinir al Sionismo como sea relevante para ellos.
Theodor Herzl escribió famosamente en su diario, “Si yo fuera a resumir el Congreso de Basilea [1897] en una palabra – que cuidaré de no pronunciarla públicamente – sería esta: ‘En Basilea, fundé el estado judío. Si dijera esto en voz alta hoy, se me respondería con carcajadas universales. Si no en cinco años, ciertamente en cincuenta, todos lo sabrán.’”
La diferencia entre la generación de Herzl y las generaciones posteriores a 1948 fue una comprensión de primera mano de lo que significa la ausencia de un estado judío para la supervivencia judía. El estado representa la diferencia entre autonomía y servilismo, de hecho entre la vida y la muerte. Pero la generación milenaria de hoy no tiene recuerdo de una época en que Israel no existía o estuvo siempre en el “lado correcto de la historia.”
Dada la cuña que ha sido impulsada entre Sionismo y judaísmo, uno podría incluso sugerir que si Herzl fuera a plantear la cuestión de una patria judía hoy, él podría no recibir apoyo. La ironía es que lo que llevó inicialmente a los líderes sionistas a unirse sobre la idea de una patria fue la amenaza creciente de antisemitismo. Hoy, aun cuando el antisemitismo está en ascenso en todo el mundo, el anti-sionismo es visto a menudo como crítica legítima.
Abba Eban disipó esta noción en forma elocuente, declarando, “No hay diferencia alguna entre antisemitismo y la negación del estado de Israel. El antisemitismo clásico niega el derecho igual de los judíos como ciudadanos dentro de la sociedad. El anti-sionismo niega los derechos iguales del pueblo judío a su soberanía legal dentro de la comunidad de naciones. El principio común en los dos casos es la discriminación.”
Pero con la popularidad de la cruzada del movimiento BDS contra Israel, algunos judíos norteamericanos en la izquierda han colocado a otros judíos más allá de los límites, como personas con quienes no se puede debatir debido a sus opiniones abominables.
Aparte, se aplica un doble rasero insidioso: organizaciones judías como Hillel deben incluir a las voces anti-Israel o ser estimadas intolerantes o racistas. Los intelectuales judíos deben involucrarse en diálogo con representantes del BDS u otros activistas palestinos que demandan la limpieza étnica de Israel, para no ser llamados cobardes y ser sometidos a insultos. Y ahora, prominentes intelectuales judíos norteamericanos han adoptado el discurso y métodos del BDS, a ser aplicados sólo a los judíos. Tal vez el próximo movimiento será seguir el ejemplo palestino y acusar a los israelíes en tribunales internacionales.
Individuos como Peter Beinart, en su libro La Crisis del Sionismo, se proponen ofrecer el llamado “amor duro”, un enfoque que se requiere supuestamente para torcer la presunta expansión de la “ocupación.” Impulsado por la culpa, Beinart ha abrazado al movimiento de izquierda para distanciarse de Israel y la empresa sionista en general. Para Beinart, la respuesta es un boicot “sionista” a los asentamientos y productos israelíes.
Beinart, como muchos post-sionistas y revisionistas, sólo se opone a la “ocupación,” lo que lo lleva a colocar toda la carga por el problema persistente entre palestinos e israelíes sobre Israel. En esta narrativa distorsionada, Israel es en gran parte culpable por el colapso del proceso de Oslo/Camp David de la décadas de 1990-2000 y por los fracasos posteriores en revivir el proceso de paz. Pero la centralidad de los “asentamientos” es una cuestión vacía. Se desvía del problema central que obstruye verdaderamente un acuerdo negociado: el rechazo palestino de un siglo de duración de un estado judío soberano.
Hay poco debate que habrá una redistribución de tierra en el caso que sea alcanzado un acuerdo de paz. La mayoría de la negociación será sobre si estos intercambios tomarán la forma de una retirada israelí total en fases, o un intercambio de tierra anexando a Israel las ciudades israelíes más populosas por otra tierra en el Valle del Jordán o el Desierto del Neguev. Pero esto debe ser dejado para que decidan las partes, no impuesto por potencias extranjeras o judíos estadounidenses dominados por la culpa.
Los judíos estadounidenses anti-sionistas han encontrado homólogos israelíes incluso en la Knesset. Esto estuvo en exhibición en la Conferencia Política del AIPAC a fines de marzo, en la cual la diputada Tamar Zandberg de Meretz, cuyo viaje a la conferencia había sido pagado por el AIPAC, decidió unirse a una protesta afuera de la conferencia. En la protesta, organizada por el grupo judío anti-establishment SiNoAhora, los manifestantes sostuvieron en alto carteles diciendo “Rechacen al AIPAC” y “Rechacen la Ocupación.” Zandberg justificó su decisión de participar diciendo, “no hay mayor acto de patriotismo que oponerse a la ocupación.”
Se necesitan pilares sionistas más fuertes dentro de la comunidad judía para superar la culpa por la existencia de Israel más que por sus acciones. El recuerdo histórico colectivo está ausente del discurso de hoy día sobre Sionismo, especialmente en Estados Unidos. Si bien hay sionistas en la izquierda y la derecha que todavía aprecian la historia judía y creen en el destino judío, es necesaria la renovación sionista fuera de Sion. Hay una necesidad seria de enseñar y apreciar tanto el Sionismo de Herzl como el “Sionismo de Emprendimiento” si el sueño va a ser mantenido vivo.
Asaf Romirowsky es el director ejecutivo de Académicos por la Paz en el Medio Oriente y un miembro del Foro de Medio Oriente.
Fuente: Begin-Sadat Center for Strategic Studies
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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