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domingo 17 de noviembre de 2024

APEIM: Los piratas judíos del Mediterráneo y el Caribe

Angelina Muñiz-Huberman nos presentó, en la sesión de abril de la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México, el primer capítulo de su próxima novela histórica, Los Esperandos, narrada por el cocinero de un galeón.

MORRIS STRAUCH

No cualesquier piratas… “Unos piratas que han incursionado en casi todos los mares, que siempre han salido avante, que han obtenido cuantiosos botines, y que, en tierra firme, también han sabido desenvolverse y se han atrevido a ser espías, intermediarios entre poderosos reyes, mensajeros, diplomáticos, escritores; que han urdido planes de ataque; han fundado colonias agrícolas y nuevas industrias”.

O sea, todo lo que la autora hubiese sido, si le hubiera tocado ser pirata. Piratas de novela, exquisitos, ficticios, con todo y cocinero, un gourmet kosher, como kosher los platillos que él preparaba abordo.

De ello trata el primer capítulo: El cocinero de los piratas.

No es cualquier cosa ser el cocinero de unos famosos piratas. Unos piratas que han incursionado en casi todos los mares, que siempre han salido avante, que han obtenido cuantiosos botines…”

Los primeros registros de la piratería hebrea datan de la época Hasmonea, siglo 1 AC, en el Imperio Seléucida, el tiempo de los Macabeos. De los navegantes que partían de los puertos de Yafo, Ashdod y Gaza, algunos eran piratas que resistían la invasión griega. Cuando Roma toma el Imperio Seléucida, Antígono II Matatías, מתתיהו אנטיגונוס השני, el último Rey Hashmonaí, utilizó piratas judíos para pelear contra los romanos en el mar.

Siglos más tarde, en la diáspora en España se forman embarcaciones piratas sefaraditas, judíos que habían sido expulsados de la península ibérica, que luchan contra la inquisición. Piratas hebreos como Sinan Reis, Samuel Pallache, Moisés Cohen Henriques y Yakov Koriel se aliaron con ingleses, holandeses, turcos y musulmanes, y contribuyeron a la conquista de Jamaica, a la del noreste de Brasil, a la derrota de la flota imperial española en la Batalla de Préveza, y a otras victorias en contra de españoles y portugueses. Sobre algunos de ellos va a tratar el próximo libro Los Esperandos de Angelina Muñiz-Huberman.

Los Esperandos:

“¿Quiénes son los esperandos? Aquellos judíos de Sefarad, conversos forzados, que escapamos a la persecución del Santo Oficio de la Inquisición y que hallamos nuevas fuentes de trabajo en las tierras recién descubiertas”.
“… los reyes de España y Portugal encargaron a la odiosa Inquisición nuestro hostigamiento, despojo y muerte. Los esperandos, ni cortos ni perezosos, buscamos otros lugares donde refugiarnos y acudimos a la protección de gobiernos protestantes que no habrían de perseguirnos. Holanda e Inglaterra nos permitieron establecernos y nos apoyaron,…”

“A eso se debe que adoptáramos el nombre de “esperandos” para dar a conocer de manera velada nuestra identidad judía, a la espera de la llegada del Mesías…”

También cita los nombres históricos de las embarcaciones piratas de la época:

“La Burladora, el barco en el que entonces trabajaba, al avistar en el horizonte dos poderosos galeones españoles enfiló la proa a toda velocidad, se introdujo entre las naves anulando su capacidad de maniobrar, disparó sus cañones por ambas bandas, siguió su veloz carrera y se esfumó.

Fue entonces cuando nuestro barco de guerra, La reina Esther, aprovechó la confusión de los galeones españoles para atacarlos a su vez. Se hizo valer poderosamente, como verdadera reina, y los dejó a punto de hundirse para entonces iniciar el abordaje. La tripulación poseía una furia desatada y sus espadas centelleaban a diestra y siniestra sin dar reposo a los enemigos.”

Habla sobre la omnipotencia del mar donde transcurren todas estas historias, donde se da el 25% de biodiversidad del planeta:

“Como no hay un altar para un dios marino no se sabe qué ofrendas regalarle, pues ni aun las vidas humanas ni los barcos hundidos lo satisfacen. Su falta de forma lo vuelve inatrapable y es inútil cantarle, pues desdeña cualquier halago. Debería ser el verdadero dios de dioses. El único. Sin principio ni fin. Sin sentimientos ni ideas. Perfecto en su indiferencia.”

Y luego, el descanso en tierra firme:

“La Burladora y La Reina Esther enfilaron hacia Port Royal. El clima estaba de su lado y pronto se vio la costa. La tripulación ansiaba llegar para descansar y recibir su paga. Buscar a sus mujeres quienes las tenían y quienes no, a las del puerto, dispuestas a recibirlos. Abarcar así el miedo y el peligro pasados, la cercanía de la muerte con el placer sexual. Fundirlos en uno solo. Y luego dormir, como santos, sin serlo. Dejar que el cansancio agotara sus cuerpos, relajara sus músculos y penetrar en el reino del sueño que borra y olvida.”

El menú de la cocina:

“Además, como buen cocinero, era adicto a inventar no sólo recetas sino a guardar secretos y a contar cuentos. Como muchos escritores, me dedicaba a cocinar historias, aunque, a veces, de tanto divagar se me olvidaba que estaba cocinando y se me quemaban los alimentos. Solía ocurrirme que hasta el agua se me quemaba y calcinaba los recipientes. Luego concebía algún nombre estrafalario, como “pechuga de pollo al humo misterioso”, o “crema de alcachofas al atanor bien encendido”, o “verduras del huerto en fuego de la Cábala”; y los comensales quedaban maravillados de los nuevos sabores y olores. Llegué a pensar que, mientras más desastrosa la comida, más deleitados los hambrientos. Así que procuraba retrasar los horarios de servirla para que los estómagos vacíos se conformaran con lo que fuera con tal de llenarse de algo, y la capacidad de crítica disminuyera.”

Luego el cocinero se confiesa escritor, ahí vuelve a aparecer la autora dentro de la historia:

“En realidad, la cocina era un pretexto, lo que me gustaba era escribir, aunque no recetas precisamente, por lo que me las ingeniaba para llevar un pequeño cuaderno en el que consignaba las extrañas manías de los seres humanos. Esa era mi otra actividad furtiva.”

Como en la asociación contamos, no con un pirata, sino con un soldado holandés, al terminar la lectura de Angelina, Willy De Winter nos contó de los piratas holandeses, del escorbuto, hizo algunas aclaraciones terminológicas y nos cantó la canción del almirante pirata Piet Hein:

De Zilvervloot
Heb je van de zilveren vloot wel gehoord,
De zilveren vloot van Spanje?
Die had er veel Spaanse matten aan boord
En appeltjes van Oranje
Piet Hein, Piet Hein,
Piet Hein zijn naam is klein,
Zijn daden bennen groot, zijn daden bennen groot

Die heeft gewonnen de Zilvervloot!

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