“La riqueza de los infieles es para ti. Aprópiate de ella”, es el mensaje que el grupo lanza a sus seguidores.
FRANCISCO CARRIÓN
Ya no basta con atacar a los “infieles” allá donde se encuentren, con cualquier método al alcance del agresor. Ahora también interesa su bolsillo y causar estragos en las finanzas de los “cruzados”. Éste es el último y desesperado grito que ha lanzado el autodenominado Estado Islámico a sus seguidores, una suerte de “lobos solitarios” transfigurados ahora en vulgares ladrones.
“Cualquier ataque al infiel, incluido el financiero, es yihad. Cualquier riqueza tomada de un infiel a través de la derrota o el engaño es considerado ‘ghanimah’ [un término que en el islam clásico hace referencia a las riquezas arrebatadas a la fuerza al enemigo en tiempos de guerra]”, explica el IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) en el último y recién publicado número de ‘Rumiyah’, una revista que el grupo difunde simultáneamente en inglés, ruso y turco.
Esta nueva arista de la maquinaria yihadista ocupa cuatro páginas de la revista. El texto está acompañado por fotografías de lujosos coches, furgones de seguridad, tiendas de informática, anillos y tarjetas bancarias. Un revelador titular encabeza este contenido que la revista vende como “exclusivo”: “La fortuna de los infieles es ‘halal’ [permitido] para ti. Aprópiate de ella”. Como ya es costumbre en la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadi, la pieza de proselitismo usa a su antojo la literatura islámica -entre ellos, uno de los ‘hadices’ (dichos y hechos de Mahoma)- para tratar de justificar sus acciones.
“Hace siglos se dictó una fatua [decreto islámico] permitiendo hacerse con la riqueza de los infieles pero nunca antes había usada por el Estado Islámico con el pretexto de incitar al robo”, señala a EL MUNDO Veryan Khan, directora editorial de TRAC (Consorcio de análisis e investigación en terrorismo), un centro dedicado a analizar los movimientos del movimiento yihadista. “El mensaje del IS desde su nacimiento había sido: ‘no os dejéis tentar por las posesiones del mundo material. Solo la otra vida es la que merece la pena'”, agrega la experta.
Esta nueva exhortación del IS encaja bien en el perfil criminal previo de algunos de los seguidores que, inspirados en la retórica de la organización, lanzaron ataques en suelo europeo o emigraron al territorio del califato proclamado en Siria e Irak. Un buen ejemplo -como evoca un informe del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización- es Jalid Zerkani, un marroquí que se instaló ya adulto en Bélgica y se buscó la vida desfilando por los bajos fondos. Tras su radicalización, se convirtió en un reclutador de combatientes. En sus sermones, animaba a sus cachorros a perpetrar robos alegando motivaciones religiosas.
Aunque las huestes del califato no habían hecho hasta ahora apología de esta “yihad”, Al Qaeda la incluyó ya en las llamadas a sus “lobos solitarios” en la década pasada. Por aquel entonces insistía en que “robar a los enemigos” no sólo resultaba permisible sino, en algunos casos, obligatorio. “El artículo de la revista del IS está plagado de fotografías ostentosas de artículos lujosos como coches o relojes. El subtítulo parece claro: ‘Si no eres capaz de matar, ¿por qué no robar?”, recalca Khan.
A lo largo del texto, la llamada se repite. “Igual que la sangre del infiel puede ser derramada, también está permitido apropiarse de su riqueza”, esboza el artículo que bendice la oportunidad que se les presenta a sus simpatizantes en Occidente de causar el terror “acechando al infiel y causándole un perjuicio económico”. La pieza detalla los objetos susceptibles de robo: “Ropa, joyas, todo tipo de armas, oro, plata o dinero así como el vehículo que estaba usando el infiel antes de ser asesinado”.
Este alegato del hurto coincide con los tiempos de tribulación que azotan en los cada vez más reducidos confines del califato. A las mermas de territorio que sufren en Siria e Irak -y que les está obligando a reconciliarse con su pasado de clandestinidad-, se suman las pérdidas de sus principales fuentes de ingresos -el contrabando de petróleo, los secuestros o los depósitos que administraban en los lugares que conquistaban-. “Dios permite a quienes luchan por su causa tomar la riqueza, las armas, las mujeres y los niños de los infieles”, concluye la propaganda.
Fuente:elmundo.es
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