Luis Ángel Reglero
Hubo unos años, no hace tantos, en que el paso clandestino a la tierra prometida a través de Melilla era consentido por España, en vez de frenarlo con una valla, porque entonces de lo que se trataba era de ayudar a quienes huían del vecino Marruecos: un éxodo de al menos 5.000 judíos.
Una historia que hasta hace poco era casi desconocida incluso en la propia Melilla, como relatan a Efe el presidente de la Asociación Socio-Cultural “Mem Guímel”, Mordejay Guahnich, y la historiadora que coordina el Proyecto Sefardíes en Melilla (Sefamel), María Elena Fernández.
España permitió que unos 250.000 judíos huyeran clandestinamente de Marruecos a través de Ceuta y Melilla a mitad del siglo pasado.
“Algo que hemos destapado ahora para darlo a conocer” en Melilla, explica el presidente de esta asociación sobre la cultura judía sefardí.
El régimen de Franco era poco amigo del entonces recién creado Estado de Israel, pero tampoco veía nada bien a Marruecos tras su independencia de España y Francia, por lo que no persiguió a estos judíos, a los que en Ceuta incluso se les aplaudía cuando llegaban.
Pero en Melilla, la otra ciudad española en el norte de África, “era un paso muy callado” y ni siquiera los mismos judíos de la ciudad “sabían que habían llegado”, explica Mordejay Guahnich.
“Era totalmente secreto ese paso clandestino por Melilla”, subraya.
Los judíos marroquíes llegaban de noche y al día siguiente partían hacia Gibraltar, en barco principalmente, para desde allí seguir su periplo hasta Marsella (Francia) y finalmente al puerto israelí de Haifa.
Las fechas de aquel éxodo y los nombres de sus protagonistas constan en archivos militares en Melilla, en los que ha trabajado “Mem Guímel”, buscando en cerca de un centenar de documentos desclasificados, aunque ahora muchos se han vuelto a clasificar.
A través de ellos ha descubierto que fueron al menos 5.000 los que pasaron por la ciudad.
Los propios documentos, aunque detallan nombres y fechas, califican este paso de clandestino, subraya por su parte Fernández.
La historiadora recuerda que al igual que ahora con la inmigración subsahariana sobre la valla, también entonces “era mucha la presión” en la frontera.
Solo que en esa época hubo una especie de “acuerdo tácito” y en vez de impedir el paso, las fuerzas de seguridad lo permitían.
“Posiblemente a nosotros no nos molestaba porque no se iban a quedar aquí”, sentencia, e incluso en esos documentos hay testimonios de agradeciendo al apoyo de la Guardia Civil.
Al principio, hacia 1955, Marruecos les dejaba salir con pasaporte, pero luego se da cuenta de que está perdiendo mucha población y decide cortar ese flujo migratorio “de gente que se iba ‘de vacaciones’ y no volvía”, comenta la investigadora.
Deja de dar pasaportes y es el Mosad, uno de los servicios secretos israelíes, el que acude al rescate de los hebreos que quieren irse a toda costa.
Atrás dejaban ollas puestas sobre el fuego, simulando que no habían abandonado sus casas, aunque en realidad se habían marchado tan solo con lo que cabía en una maleta.
Otras familias se dividían para no salir todos juntos y no levantar sospechas.
Llegaban en grupos de 30 a 40 desde Casablanca, Tánger o Fez la mayoría, recorriendo cientos de kilómetros en autobuses que los dejaban cerca de Melilla “con gran peligro, porque ser en esos momentos detenido en Marruecos te equivalía a pasar varios años de cárcel”, revela la historiadora.
Decían que venían a bodas, fiestas religiosas o a visitar a familiares, en un goteo que de 1956 a 1962 vio pasar al menos a 5.000 por Melilla.
“En Melilla no se quedó ninguno, pasaban 24 horas escasamente”, en palabra de Fernández, porque su meta era Israel, aunque luego desde allí la vida les llevara a algunos incluso a América.
“Mem Guímel” ha contactado con ellos en Israel, pero a otros los ha encontrado en Panamá, Venezuela o Argentina.
Tuvo que llegar una desgracia, el trágico hundimiento en 1961 del Price, uno de los barcos en los que huían desde Melilla, para que saltara la noticia de esta inmigración irregular y desatara las iras de Marruecos, con el consiguiente conflicto con España por estarlo consintiendo.
La del Price todavía no está aclarada y por eso Semafel sigue investigando su historia, al igual la de miles de judíos que un día sí tuvieron en Melilla un paso amable hacia sus sueños.
Fuente – EFE
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