GEORGE CHAYA / Enlace Judío – El ataque químico del martes 4 de abril en Siria asesinó al menos a 86 personas, entre ellas 27 niños, y es la última de una serie de atrocidades vinculadas con el régimen del presidente sirio Bashar al Assad.
Naciones Unidas ya había acusado a su gobierno de cometer crímenes de guerra contra el pueblo sirio cuatro años atrás, pero Assad continuó con su obra macabra.
En 2013, las fuerzas armadas de Al Assad lanzaron un ataque con gas nervioso en los suburbios de Damasco que mató a cientos de civiles. Luego de ello, acosado por la presión internacional, el dictador aceptó un plan para destruir su arsenal de armas químicas. Desde entonces, sin embargo, su régimen ha quedado ligado a los ataques usando cloro y Sarín, el agente nervioso utilizado en el último ataque, según Naciones Unidas.
Además de armas neurotóxicas prohibidas, los militares de Al Assad han usado regularmente barriles de pólvora y metralla sobre población civil; estos explosivos han sido letales en cientos de pueblos sirios. El dictador los ha utilizado ejerciendo terrorismo de Estado y destrucción indiscriminada, según la ONU. El Comité Sirio de Derechos Humanos dijo que los helicópteros del Gobierno sirio arrojaron cerca de 13 mil de estas bombas sólo en 2016, con lo que mataron a miles de civiles, entre ellos niños.
La tortura ejercida por el régimen es otro crimen de lesa humanidad. Hay que recordar que la guerra civil estalló en marzo de 2011, después de que adolescentes de entre 13 y 16 años fueran arrestados y torturados por pintar grafitis revolucionarios. Human Rights Watch ha informado de muchos otros incidentes de tortura cometidos por el régimen. Un informe de la ONU describió condiciones inhumanas dentro de las cárceles de Siria.
Para Amnistía Internacional, la muerte por hambre que Al Assad ocasionó a su pueblo es otro de sus crímenes abominables. Las fuerzas militares sirias han sitiado las ciudades rebeldes en el país para privar a los residentes civiles de alimentos, agua y medicinas, han bombardeado vehículos de ayuda humanitaria que trataban de llegar a los sirios atrapados. Hay testimonios de sobrevivientes que escaparon de esas ciudades citando los horrores. El resultado de esas acciones del régimen han sido el hambre, la enfermedad y la muerte indiscriminada de niños, mujeres y ancianos.
Según el Departamento de Derechos Humanos de la Unión Europea, las operaciones del ejército sirio fueron deliberadas y dirigidas contra civiles a través de bombardeos indiscriminados, “lo que también es considerado un crimen de guerra según el derecho internacional”. Civiles que lograron escapar, por ejemplo, de la sitiada ciudad de Madaya, “fueron asesinados por francotiradores de Hezbolá”, informó Amnistía Internacional.
“La destrucción generada por las tropas de Al Assad en todo el país obligó al desplazamiento de unos nueve millones de sirios, casi la mitad de la población de antes de la guerra”, según Amnistía Internacional. Algunos permanecen dentro del país, la mayoría vive en condiciones deplorables por la destrucción de sus hogares.
Estados Unidos, luego de la desastrosa gestión del ex presidente Barack Hussein Obama en Siria e Irak, ahora ha dejado claro: “El antiterrorismo, en particular la derrota de ISIS, es una de sus prioridades”. Al dar este peligroso anuncio y ordenar el reciente ataque con misiles contra la base aérea siria desde donde despegaron las naves que gasearon a civiles días pasados, el presidente Donald Trump no está lejos de las promesas que hizo durante su campaña presidencial. En ese entonces, Trump criticó la política del ex presidente Obama por permitir que Irán se hiciera cargo de Irak y Siria. Dijo que una vez en la presidencia se centraría en la lucha contra las organizaciones terroristas en colaboración con los rusos. Así que prácticamente está haciendo lo que dijo en campaña.
La difícil pregunta aquí es: ¿Cómo puede Trump luchar contra la influencia de Irán, ISIS y al mismo tiempo con el régimen en Damasco?
Antes de la guerra civil en Siria, Damasco tenía una relación estratégica con Irán que causó el deterioro de las relaciones del régimen de Al Assad con los países moderados del Golfo y con Egipto. Hoy Siria es el Club Mediterranée de terroristas de todo el mundo.
Desde el comienzo de la revolución siria, la mayoría de los países del Golfo quisieron evitarla, pero Damasco prefirió tomar la salida difícil y se asoció con Irán para enfrentar las manifestaciones civiles y combatir a la oposición armada. El apoyo militar de Irán no logró salvar a Al Assad, que no habría sobrevivido hasta hoy si no hubiera sido por la intervención militar rusa. Si estamos dispuestos a aceptar esta verdad, entonces el régimen sirio debe aceptarla también. Irán fue el problema antes y ahora, y será el problema siempre para el pueblo sirio.
Teherán es la razón de las disputas de Damasco con los países árabes de la región que se están defendiendo de la expansión agresiva y destructiva de Irán. Esta lucha árabe con el régimen de los ayatola no tiene nada que ver con las disputas árabes con el régimen de Bashar al Assad, que no supo manejar adecuadamente sus relaciones con los Estados árabes; a diferencia de su difunto padre Hafez al Assad, que supo mantener relaciones óptimas con los países árabes como Irán y fue un mediador positivo en las disputas entre Irán y los países del Golfo.
En el escenario actual, la primera pregunta es si el régimen de Damasco quiere poner fin a la presencia militar iraní en su territorio o no. A esta pregunta le sigue otra, y es si puede realmente liberarse de las fuerzas iraníes como Al-Quds, el Hezbolá libanés y los grupos terroristas chiítas iraquíes, estimados en 40 mil efectivos.
La voluntad de encontrar una solución política para la crisis ha sido el proyecto de la oposición siria durante más de tres años. Es claro que ninguno de los sectores en pugna puede ganar la guerra a través de las armas. El desacuerdo es y ha sido la fórmula para la solución, y podemos decir con seguridad que fracasó hasta para Al Assad que no tiene el control exclusivo de todo el territorio del país ni del gobierno.
Lo concreto es que Siria se ha convertido en un jarrón roto, todo lo que hoy se puede aspirar a ver es cómo se resuelve la reconstrucción del país en los niveles de la política, la administración y la seguridad, pero no sin el apoyo de los Estados árabes moderados. No hay más opciones.
Hasta aquí, el plan ha sido mantener el régimen de Al Assad, ello no es más que el proyecto iraní para tomar el palacio presidencial en Damasco, y con ello las decisiones políticas de la República Árabe Siria. Con Teherán administrando el conflicto y en control de los pilares más importantes del Estado sirio, el país no tendrá ninguna estabilidad y su colapso definitivo será una realidad inevitable. No importa cuánto hagan al respecto las potencias mundiales.
No estoy diciendo esto por negación moral de lo que está sucediendo ni negando el importante papel ruso en estabilizar siria a futuro, pero la realidad siria exige entender el hecho de que la presencia de Irán y sus grupos terroristas chiítas en su suelo, igual que los terroristas sunitas del Daesh, arruinará cualquier acuerdo firmado por cualquiera de las partes.
Mientras Irán esté en Siria administrando el conflicto, no habrá una solución duradera que pavimente el camino a una suerte de “conflict resolution” ni reconstrucción posible del país.
Fuente: Infobae
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