IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El episodio es bien conocido por la mayoría de los lectores asiduos de la Biblia. Pero está narrado de tal manera que pocos, muy pocos, se dan cuenta de que se trata de algo monumental, crucial para la Historia del pueblo judío y, sobre todo, para su conciencia como nación libre.
Nos referimos al regreso del exilio en Babilonia, básicamente relatado en los libros de Esdras y Nehemías.
Resulta toda una curiosidad que esté redactado de tal manera (en ambos libros) que el lector promedio no se percata de que se trató, literalmente, de un Segundo Éxodo. Y para entenderlo tenemos que remitirnos al otro libro que se escribió en esa época (de hecho, en el punto final del exilio en Babilonia y, por lo tanto, antes que Esdras y Nehemías).
¿De qué libro estamos hablando? Aquí también sucede algo curioso: es un libro que no aparece como volumen separado en la Biblia, sino integrado como parte de otro libro. Se trata de los capítulos 40 al 55 del libro de Isaías. Muchos lectores simplemente piensan que es parte de lo que escribió Isaías en el siglo VIII AEC y, por ello, pierden de vista todos los referentes contextuales.
La realidad es que estos capítulos fueron escritos por un profeta anónimo hacia el año 539 AEC, cuando Ciro el Persa estaba a punto de conquistar Babilonia. El profeta anónimo, evidente conocedor de la política de los persas que permitía que los pueblos conquistados y exiliados por los babilonios pudieran regresar a reconstruir sus hogares, entendió que esto marcaba una inflexión relevante en la situación del pueblo de Israel, y que la llegada de Ciro al poder significaría la posibilidad de reconstruir el destruido Reino de Judea, la ciudad sagrada de Jerusalén, y el Templo.
Por eso se expresa en un lenguaje que no deja lugar a dudas: está a punto de ocurrir un nuevo Éxodo, y el pueblo judío tiene que prepararse tal y como se preparó en los tiempos de Moisés.
Nótese de qué manera empieza el discurso: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro D-os. Hablad al corazón de Jerusalén, decidle que su tiempo se ha cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano del Señor por todos sus pecados. Voz que clama en el desierto: preparad camino al Señor; enderezad calzada en la soledad a nuestro D-os” (Isaías 40:1-3).
¿A qué se refiere con “enderezar calzada” y “preparar camino” en el desierto? El referente es lo que ha dicho previamente: se ha cumplido el tiempo de Jerusalén y sus pecados han sido perdonados. Es decir, hay que preparar el camino en el desierto por el cual los judíos exiliados en Babilonia regresarán para reconstruir la Ciudad Santa. El segundo Éxodo.
Esto lo podemos confirmar conforme se desarrolla el discurso. Por ejemplo, en este pasaje del siguiente capítulo se retoma el tema del camino que hay que hacer en el desierto, pero también se hace eco de la alimentación milagrosa del pueblo de Israel durante el primer Éxodo, el original: “En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de agua en la tierra seca” (Isaías 41:18).
Más adelante retoma la idea del ejército poderoso que se desmorona al ir detrás de los israelitas: “Así dice el Señor, Redentor vuestro, el Santo de Israel: por vosotros envié a Babilonia, e hice descender como fugitivos a todos ellos, aun a los caldeos en las naves de que se gloriaban. Yo el Señor, Santo vuestrro, Creador de Israel, vuestro rey. Así dice el Señor, el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas, el que saca carro y caballo, ejército y fuerza; caen juntamente para no levantarse, fenecen, como pábilo quedan apagados” (Isaías 43:14-17).
No cabe duda que es una clara referencia al episodio del Mar Rojo y la derrota de los ejércitos del Faraón, sólo que anunciada ahora para los ejércitos de Babilonia. No porque vaya a haber una nueva persecución, pero sí porque viene un colapso de las tropas babilónicas (que, efectivamente, fueron derrotadas por los persas y no pudieron hacer nada para evitar el nuevo Éxodo judío).
El capítulo 44 nos ofrece otras dos referencias muy claras. Primero retoma el tema del agua en el desierto: “Porque yo derramaré aguas sobre lo seco, y ríos sobre la tierra árida” (Isaías 44:3); luego, establece una similitud entre lo que sucedió antes (Éxodo de Egipto) y lo que está por suceder (Éxodo de Babilonia): “Así dice el Señor rey de Israel, y su Redentor, Señor de los Ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el último, y fuera de mí no hay D-os. ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene y lo que está por venir. No temáis, ni os amedrentéis. ¿No te lo hice oír desde la antigüedad y te lo dije? Luego, ustedes son mis testigos. No hay D-os sino yo. No hay fuerte, no conozco ninguno” (Isaías 44:6-8).
Resalta la frase “desde que establecí el pueblo antiguo”. Se refiere, evidentemente, al nacimiento de Israel como nación después del Éxodo de Egipto. Eso es también “lo que hizo oír desde la antigüedad”. Y es lo que está a punto de suceder para esta nueva generación judía, todavía exiliada en Babilonia.
Esta idea se retoma en Isaías 46:9 “Acordaos de las cosas pasadas, desde los tiempos antiguos. Porque yo soy D-os, y no hay otro dios, ni nada semejante a mí”.
El contexto histórico queda confirmado en el capítulo 47, que es un anuncio del inminente colapso de Babilonia. Por ello, en el capítulo 48 se hace este célebre anuncio al pueblo judío: “Salid de Babilonia, huid de entre los casdim; dad nuevas de esto con voz de alegría, publicadlo, llevadlo hasta lo postrero de la tierra; decid: redimió el Señor a Yaacov su siervo. No tuvieron sed cuando los llevó por los desiertos; les hizo brotar agua de la piedra; abrió la peña, y corrieron las aguas” (Isaías 48:20-21).
Ahora las referenias al Éxodo de Egipto son más claras que nunca, y confirman el sentido de los pasajes que ya habíamos citado. No queda duda: el autor de este discurso está visualizando el regreso del exilio como un evento similar al Éxodo.
Una vez que hemos redimensionado este evento –el regreso del exilio en Babilonia–, es necesario redimensionar la figura de Esdras. Si el regreso del exilio fue un nuevo Éxodo, Esdras fue –literalmente– un nuevo Moisés.
El capítulo 8 de Nehemías nos cuenta cómo Esdras leyó la Torá delante de todo el pueblo. Se trata, simple y sencillamente, de nuestro “segundo Sinai”, la segunda vez que el pueblo judío se reunió para escuchar y recibir la Torá.
Por eso el Talmud nos ofrece una perspectiva bastante interesante sobre Esdras. Dice que aunque la Torá fue dada por medio de Moisés, fue olvidada, pero Esdras la restableció (Sukkah 20a). Tiene coherencia con lo que dice Nehemías 8:17, donde se señala que la fiesta de Sukot no se había celebrado desde los tiempos de Josué, el sucesor de Moisés.
Según la tradición rabínica, la importancia de Esdras fue todavía más allá. Se dice que él instituyó las siguientes normas:
1. La forma en la que se debe leer la Torá los días segundo (lunes), quinto (jueves) y en el servicio vespertino de Shabat.
2. Que las maldiciones contenidas en Levítico deben leerse antes de Shavuot.
3. Que las maldiciones contenidas en Deuteronomio deben leerse antes de Rosh Hashaná.
4. Que los tribunales deben sesionar en lunes y jueves.
5. Que las vestiduras deben lavarse en lunes y jueves.
6. Que las mujeres deben levantarse temprano para cocinar pan.
7. Que las mujeres deben bañarse y lavar su cabello tres días antes de ir a la mikve (baño ritual).
8. Normas referentes a la forma de vestir y al comercio.
Como puede verse, se trata de las formas esenciales de lo que después vinieron a ser las normas halájicas características del Judaísmo.
Esto significa que Esdras está visto como el fundador del Judaísmo en su forma clásica (anteriormente, no se utilizaba el término “judío”, sino el término “israelita”, por lo que los historiadores no se refieren a la religión del antiguo Israel como “Judaísmo”; el término “judío” y, por lo tanto, la noción de que la religión se llama Judaísmo, se consolida en el texto bíblico en los libros de Esdras, Nehemías y Ester).
O, como ya lo dijimos, Esdras está visto como un segundo Moisés.
El regreso del exilio en Babilonia fue tan importante como el Éxodo de Egipto en la consolidación de la identidad nacional de Israel.
Por supuesto, esta identidad ya existía. Pero la percepción de la mayoría de los judíos exiliados en Babilonia era que Israel estaba aniquilado. ¿Por qué? Porque ninguna nación pequeña había sobrevivido a la destrucción provocada por asirios y babilonios. Tal vez naciones grandes como Egipto podían hacerlo, pero no los pequeños reinos como Israel. De hecho, las invasiones asiria y babilónica marcan el final de muchas naciones de la antigüedad, como los reinos cananeos o el de los antiguos filisteos.
Después de medio siglo establecidos en Babilonia, muchos judíos daban por sentado que tendrían que adaptarse a esa nueva realidad para garantizar su sobreviviencia, pero no como una nación. Acaso, como un sub-grupo dentro de la sociedad babilónica.
La providencial derrota de los babilonios ante las tropas de Ciro en la batalla de Opis le dio un giro total a la situación. Es lógico que la mayoría de los judíos no estuviesen al tanto de las políticas oficiales del Imperio Persa, pero el autor de los capítulos 40 al 55 de Isaías sí. Recuperando lo que habían dicho profetas como Jeremías y Ezequiel, anunció que la restauración estaba a punto de suceder. Que el pueblo judío podría restaurarse como nación.
Y fue cierto, aunque también demasiado optimista.
Cierto, porque una vez que Babilonia cayó y pasó a ser parte del Imperio Persa, Ciro decretó que los israelitas (no sólo los del Reino del Sur, deportados por los babilonios, sino también los del Reino del Norte, deportados casi dos siglos atrás por los asirios) podían regresar a su hogar ancestral.
Pero demasiado optimista, porque el regresó tardó en darse. Los judíos no empezaron a migrar masivamente hacia Judea tan pronto se emitió el decreto de Ciro. Tuvieron que pasar varias décadas para que las grandes migraciones dirigidas por Esdras y Nehemías se llevaran a cabo.
De todos modos, el profeta anónimo que escribió Isaías 40 al 55 tuvo la lucidez suficiente para darse cuenta de la magnitud de ese evento.
El segundo Éxodo, el que realmente hizo de la identidad nacional judía algo simplemente indestructible.
Tanto, que los judíos seguimos hablando de eso 26 siglos después.
Todo un récord.
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