El suicidio de la democracia turca

En una amarga ironía, casi 55 millones de turcos acudieron a las urnas el pasado domingo para ejercer su fundamental derecho democrático al voto. Pero votaron a favor de rendir su democracia. El sistema por el que votaron se parece más a un sultanato de Oriente Medio que a una democracia de Occidente.

BURAK BEKDIL

Según los resultados no oficiales del referéndum, el 51,4% de los turcos votó a favor de las enmiendas constitucionales que conferirán a su autoritario presidente islamista, Recep Tayyip Erdogan, excesivos poderes para expandir cómodamente su régimen autocrático.

Esta modificación convierte a Erdogan en jefe de Gobierno, jefe de Estado y jefe del partido gobernante: todo al mismo tiempo. Ahora tiene poderes para nombrar a ministros del Gabinete sin necesidad de una votación secreta en el Parlamento, proponer presupuestos y nombrar a más de la mitad de los miembros del máximo órgano judicial del país. Además, tiene poderes para disolver el Parlamento, imponer estados de emergencia y dictar decretos. Alarmantemente, el sistema propuesto carece de los mecanismos seguros de contrapeso que existen en otros países, como Estados Unidos. Transferirá a la Presidencia competencias que tradicionalmente han correspondido al Parlamento, por lo que éste quedará reducido a un órgano meramente protocolario, consultivo.

¿Por qué los turcos han optado por el suicidio democrático?

1. La confrontacional retórica islamista-nacionalista de Erdogan sigue atrayendo a masas que lo adoran por decir que está acometiendo el proceso de restablecimiento del histórico influjo otomano del país como líder del mundo islámico. Su retórica —y sus prácticas— evocan a menudo un régimen autoritario en forma de sultanato. No fue una coincidencia que los miles de seguidores de Erdogan que se congregaron para aclamar a su líder tras su victoria en el referéndum ondeasen apasionadamente banderas turcas y otomanas y coreasen “Alahu Akbar” [“Alá es el más grande”, en árabe]. Para la mayoría de los conservadores seguidores de Erdogan, “primero va Dios… y después Erdogan”. Ese sentimiento explica por qué la votación del domingo no era sólo un aburrido asunto constitucional para muchos turcos: se trataba de apoyar a un hombre ambicioso que promete resucitar un pasado glorioso.

2. La campaña por el no y sus defensores fueron sistemáticamente silenciados e intimidados por el poderoso aparato del Estado, incluida la Policía y el Poder Judicial. En cambio, la campaña por el sí gozó de todo el apoyo posible del Gobierno, con una plena movilización de los mecanismos del Estado y los recursos públicos. Aún peor: Turquía fue a las urnas bajo el estado de emergencia que se declaró tras el fallido golpe de julio.

3. Un organismo parlamentario de la Unión Europea (UE) advirtió antes del referéndum de su dudosa legitimidad democrática. Decía que el Gobierno había minado la capacidad de los diputados para hacer campaña a favor del no. “Simplemente, no se dieron las condiciones para un plebiscito libre y limpio sobre las reformas constitucionales propuestas”, decía un informe publicado por la Comisión Cívica de la UE y Turquía. Subrayaba, entre otros motivos, que los líderes de un partido pro kurdo que había hecho campaña por el no llevaban encarcelados desde noviembre, acusados de tener vínculos con organizaciones terroristas. Según una ONG pro derechos civiles, en los quince meses previos al referéndum la Policía empleó la violencia para poner fin a un total de 264 protestas pacíficas en defensa del no.

4. Con aproximadamente 150 periodistas en la cárcel, había un clima generalizado de miedo.

La gran purga turca arroja cifras colosales. Según el ministro del Interior turco, Suleyman Soylu,

– 47.155 personas han sido encarceladas desde el intento de golpe del 15 de julio;

-113.260 personas han sido detenidas;

– 41.499 personas han salido de la cárcel con libertad condicional y 23.861 personas han sido excarceladas sin condiciones; otros 863 sospechosos aún no han sido detenidos;

– 10.732 de los arrestados eran agentes de policía; 168, generales, y 7.463 miembros del Ejército seguían en prisión el pasado día 2;

-2.575 jueces y fiscales y 208 gobernadores u otros administradores públicos han sido encarcelados. El número de civiles en prisión –incluidos discapacitados, amas de casa y ancianos– es de 26.177; más de 135.000 personas han sido purgadas. Un total de 7.137 académicos fueron purgados, así como 4.272 jueces y fiscales que fueron despedidos por su presunta participación en la intentona golpista.

Los defensores del no fueron amenazados y tratados como terroristas. Los observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) confirmaron casos de intimidación contra la campaña del no en todo el país.

5. El Partido Republicano del Pueblo, la principal formación opositora, ha denunciado un fraude electoral. Sostiene que la votación se manipuló en fondo y forma. Cuando el recuento electoral ya llevaba una hora en marcha, la Junta Suprema Electoral declaró válidas papeletas sin sellos oficiales. Esa práctica contraviene claramente el reglamento electoral. La oposición también denunció que en algunas ciudades echaron a los apoderados de las organizaciones a favor del no de los centros electorales. En Turquía, probablemente no importa qué dice la papeleta, lo que importa es quién las cuenta.

La votación del día 16 significó más que un simple voto a un paquete de enmiendas constitucionales. Con un estrecho y controvertido margen, los turcos votaron a favor de cambiar el régimen parlamentario por un sultanato. No fue casualidad que uno de los jefes de sección de Yeni Akit, periódico islamista militante y pro Erdogan, tuiteara tras los resultados del referéndum un obituario de la “Vieja Turquía”. En enero, un columnista de Yeni Akit afirmó que Erdogan se convertiría en el “califa” si ganaba el referéndum y las elecciones generales.

En Turquía, las guerras espirituales y sociales nunca tienen un momento de tregua. Las guerras turcas no son sólo entre líderes y partidos políticos: son guerras entre los partidarios de un país democrático y laico y los del califato que Atatürk, el fundador de la Turquía moderna, abolió hace casi un siglo. Como dijo Kati Piri, relatora de Turquía en el Parlamento Europeo, acerca del referéndum: “Este es un día triste para todos los demócratas de Turquía”.

 

Fuente:es.gatestoneinstitute.org

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