La pesadilla de la postverdad produce máscaras. Algunas tan sobrecogedoramente hiperrealistas como las que fabrica Landon Meier (Colorado, EEUU, 1975) en un taller a las afueras de Denver.
BENJAMÍN G. ROSADO
“Llevo diseñando máscaras más de 17 años”, cuenta a Crónica el artista estadounidense y dueño de Hyperflesh, una empresa especializada en disfraces y réplicas faciales para los más adinerados entusiastas de las noches de Halloween. “Pero lo que ocurrió hace unos días en Monsterpalooza [convención mundial de maquillaje y efectos especiales que se celebra cada año en Los Ángeles] es algo para lo que no estaba preparado”.
Se refiere Meier a los 60 millones de reproducciones que, en sólo 48 horas, registró en YouTube la grabación de la performance con la que dio a conocer sus últimas creaciones. En el vídeo se puede ver a Putin (el propio Meier tras una máscara de silicona), Trump y Kim Jong-un (mismo material en las cabezas de dos chavales que han querido preservar su anonimato), todos cogidos del brazo y bailando alegremente Uptown funk de Bruno Mars. “Estoy abrumado con la respuesta de la gente”, se sincera Meier, que asegura haber respondido en los últimos días más de 3.000 emails. “Me enorgullece que se valore mi trabajo, pero hay una parte de mí que tiene miedo”.
Miedo a las represalias del presidente de EEUU, que no se ha pronunciado en Twitter al respecto de su viralizado mini-doble. “Mi interés por las máscaras nace de una obsesión surrealista de mi infancia: la imagen terrorífica de un adulto con cabeza de bebé”, explica el artista. “A partir de ahí, me he ido especializando en famosos, como Charlie Sheen o Mike Tyson; personajes de ficción, como el superventas Walter White [protagonista de la serie Breaking Bad], y también políticos”. Lo que no imaginaba es que su guiñolada sobre Trump, Putin y Kim fuera a servir de atrezzo a los manifestantes más críticos con las políticas del trío más peligrosamente ridículo desde las Azores.
Admirador confeso de Dalí, Meier estudió Bellas Artes, pero se considera autodidacta más allá de los premios y diplomas que acumula. “En los últimos años he ido evolucionando del látex a la silicona y de las esculturas de arcilla a la impresión en 3D hasta conseguir mi propia técnica de fabricación”. Consiste en diseñar primero los moldes con un sofisticado programa de ordenador e imprimir después cada rostro en silicona pigmentada. El resultado es pura filigrana facial que no escatima en detalles. El proceso es caro, por lo que el precio de sus máscaras oscila entre los 500 y los 5.000 euros, dependiendo de los materiales empleados y de la cantidad de pelo invertido. Lo que no ha impedido que su clientela se haya disparado en los últimos meses: sólo en lo que se refiere a recreaciones faciales de celebridades y políticos Meier lleva vendidas 50 máscaras de silicona y más de 1.000 de látex.
Antes de imprimir cada máscara, el escultor estudia a conciencia cada perfil. “Primero consulto en internet las fotos más representativas de cada uno”, comenta. “Trato de encontrar algún rasgo especialmente característico que delate aspectos relevantes de su personalidad, y a partir de ahí empiezo a desarrollar el diseño”. De Trump le interesaba, sobre todo, su presunción y socarronería. “Su sonrisa es demasiado exagerada para el cargo que desempeña”, concede. “En cuanto a Putin, su cara parece decir: “Tengo un as en la manga que me permite ventaja”. Según Meier, los rasgos del mandatario ruso delatan a un “estratega y experto jugador de ajedrez”.
En cuanto a las dificultades anatómicas de los tres políticos que mantienen en vilo al mundo con sus salidas de tono, Meier destaca la enorme barbilla del petersburgués y el pelo del neoyorquino, “que en sus primeras versiones parecía un surfero californiano”. En el caso de Kim Jong-un, el reto fue doble: acertar con la inclinación del tupé y lograr reproducir su malévola sonrisa. “Tuve que ensancharle la cara varias veces y suavizarle las expresiones”. Aunque físicamente no se parecen, Meier cree que Trump, Putin y Kim comparten ciertos rasgos. “Están cortados por el mismo patrón: los tres son megalómanos, narcisistas insufribles y políticos peligrosamente tercos, movidos por ansias de poder”. Tras el éxito de sus diseños en Monsterpalooza, Meier se ha propuesto cambiar de registro por un tiempo y abastecer el stock de actores (Jeff Bridges, Chris Farley, Steve Buscemi…) antes de que la agenda política le obligue a diseñar más máscaras de jefes de Estado. “Quiero pasar página y olvidarme un poco de Trump y compañía. No hace mucho, en Las Vegas, una mujer me agredió por la calle por llevar puesta la máscara de Hillary Clinton…”. Aunque todavía no hay ningún español en su catálogo, no descarta futuras incorporaciones: “¿Alguna sugerencia?”.
Fuente:elmundo.es
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