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jueves 21 de noviembre de 2024

Pepe Salame, un israelí muy mexicano

Tel Aviv- En Israel, los mexicanos son una minoría. De una población de 8.5 millones de habitantes, alrededor de 9,000 son mexicanos que han emigrado a ese país en el Medio Oriente. La mayoría son de origen judío. El mayor número de latinoamericanos que llegan a Israel no son mexicanos sino argentinos seguido por uruguayos, brasileños, chilenos, bolivianos, peruanos y venezolanos.

Las razones para dejar México son variadas: la inseguridad y la corrupción pero también la búsqueda de mejores oportunidades y hasta el amor. Los que se van a Israel son como los emigrantes que vienen a Estados Unidos: buscan una vida mejor.

En cuatro entregas, La Opinión publica a la historia de cuatro mexicanos que se fueron tras el sueño israelí. Algunos, como Laura Lotem tiene décadas de vivir en Israel; otros como Pepe Salame y Grace Villanueva llevan algunos años; y unos más como Mariana Viñas y Simón Abraham están prácticamente recién llegados.

Comida ‘Viva México’

Casi al final del mercado Carmel (Shuk Ha’Carmel), el más popular de Tel Aviv, entre una multitud de puestos de mercancías y alimentos, se encuentra el local de comida “Viva México”.

De las paredes del pequeño restaurante cuelgan sombreros de charro, adornos de papel picado, sarapes, algunas muñecas de trapo y blusas típicas mexicanas. Hasta unas camisetas del América, el equipo mexicano de fútbol favorito de Pepe Salame, el propietario de “Viva México”, decoran el lugar.

Hace seis años y medio, Salame dejó México y se mudó a vivir a Israel con su esposa y sus dos hijos adolescentes.

“La inseguridad fue la principal razón por la que decidimos venir”, explica.

Volver a empezar

La transición fue un proceso difícil.

“Significó cambiar totalmente el idioma y prácticamente comenzar la vida de nuevo. La idiosincracia de Israel es multinacional. Hay rusos, franceses, italianos, gente de muchos países. Tienes que amoldarte”, reconoce.

Y explica algunas de las cosas que se le hicieron más difíciles como las diferencias culturales. “El mexicano y el americano dicen todo por favor, de manera muy amable. Acá hay que entender el idioma para saber que no te están gritando. En general, el israelí no busca ser cortés. Te dicen, ¡dame agua! Pero hay que comprender que es un país que está siempre a la expectativa de una guerra. Y sin ser corteses, son muy buenas personas y ¡tienen un corazón maravilloso!

Salame y su esposa sabían un poco de hebreo cuando llegaron. Cada quien por su lado, antes de casarse, a los 18 años, habían visitado Israel. “Estuvimos casi un año en un Kibutz – una comuna agrícola israelí- y nos gustó mucha la experiencia”, relata.

Pero regresaron a México. Tiempo después se reencontraron, se casaron y formaron una familia. Quince años más tarde, emigraron a Israel.

“Desgraciadamente para quienes no tenemos una carrera, los únicos empleos al llegar son de guardias, limpia casas o trabajos mal pagados. Yo traía la idea de poner un negocio y no vivir de un sueldo”, cuenta.

Lo más duro fue empezar desde abajo, a picar piedra en Israel. “Inicié haciendo entregas de supermercado a domicilio. También entregué flores. Hice arreglos de casa, remodelaciones, de todo un poco. Hasta que me llegó la oportunidad de tener este pequeño restaurante”.

El sueño israelí

La especialidad de “Viva México” son los tacos de carne asada pero también tiene de pollo, tinga, rajas con crema y vegetarianos.

Este inmigrante considera que ha tenido éxito porque su comida es muy casera. “Mi esposa lo prepara todo en casa. Yo traigo los guisados frescos todos los días. Eso es lo que hace la diferencia con los otros cuatro o cinco restaurantes de comida mexicana que hay en Tel Aviv. Me van a perdonar pero “Viva México” es comida auténticamente mexicana. Ninguno tiene mi sabor”, exclama orgulloso.

Salame manda traer de México los chiles chipotle, pasilla y morita para hacer sus salsas. Se abastece de las tortilla que hace su propia cuñada. Ella abrió una fábrica de tortillas aquí en Israel. “Son hechas a mano, completamente artesanales. Las fabrica desde el grano”, cuenta.

Su sueño es ampliar su negocio de comida. “Primero Dios, quiero que Viva México se quede para toda la vida, ofreciendo calidad. Para mi no hay mayor satisfacción que ver a la gente disfrutar nuestros guisos. Entonces digo, el esfuerzo ha valido la pena”.

Y mientras sueña, no deja de extrañar a sus amigos y la familia que dejó en México.

Pocos mexicanos emigran

De acuerdo con Salame, son muy pocos los judíos mexicanos que emigran a Israel. “Unos como yo venimos por la inseguridad, otros por sionismo (el movimiento que ha luchado por una patria para el pueblo judío), y algunos en busca de una vida mejor porque nos les ha ido bien en México”.

Él llegó a Israel como parte de un grupo de 45 familias mexicanas que venían a emigrar y se establecieron en ciudades distintas.

Para poder emigrar, él y su esposa tuvieron que presentar una carta del Rabino (jefe espiritual de una comunidad judía) en México que demostraba que se casaron por las leyes judías.

La ley del Retorno permite que todo judío por la vía materna hasta la Cuarta Generación regrese con privilegios como inmigrante.

“Empezamos el proceso para emigrar desde México en febrero de 2010. En tres meses fuimos aceptados”, puntualiza.

“Nos trajeron en avión. Los primeros seis meses nos proveen una canasta básica y nos dan dinero. También nos da acceso a la escuela para aprender hebreo, que se llama Ulpán”, dice.

Pese a esa ayuda, reconoce que al principio estuvieron un poco apretados económicamente.

Otro tipo de inseguridad

Lo más difícil fue convencer a los hijos de dejar México. “Maximizamos los pros de Israel y las desventajas de residir allá. Cuando yo era niño, vivíamos libremente. Ahora no puedes salir porque no sabes si te pueden asaltar”, observa.

“En México ya no me ponía reloj. Aquí lo he vuelto a usar. Cuando hacía las entregas del súper, nunca cerraba las ventanas del auto, y nunca me robaron”, asegura

Pero en Israel hay otro tipo de inseguridad.

“Aquí los palestinos nos pueden mandar un misil en cualquier momento. Aunque cuando nos van a atacar, suena una sirena que nos avisa que viene uno en camino, y te escondes en los refugios destinados. En México, no te avisan que te van a asaltar, nada más te ponen un cuchillo o un arma”.

Y lamenta que muchos crean que en Israel viven en guerra las 24 horas y que todos andan con un chaleco antibalas.

“Nosotros no vamos a atacar a nadie. Solo nos defendemos cuando nos provocan. No hay que meterse en zonas peligrosas o en los territorios ocupados. Fuera de eso, todas las ciudades son seguras”, indica.

A Salame se le ve contento. No titubea al decir que las tres cosas que más le gustan de Israel son: la seguridad, la calidad de vida y la unión familiar.

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