Enrique Rivera para Enlace Judío México- Hace ya algunos años, en un capítulo de la famosa serie The Nanny (La Niñera), cuando por fin la protagonista se casa con el dueño de la casa, hay una escena después de la boda donde el feliz matrimonio se para en lo alto del salón y mira a los concurrentes. Los invitados estaban divididos: los de él, no judíos y los de ella, paisanos.
Por parte del novio se ve mucha alegría, generada en parte por el consumo de alcohol, mientras que por el otro lado la comida es el gran motor de el ánimo. Fuera de estereotipos y de concepciones tajantes de la realidad, podemos señalar que tradicionalmente los grandes eventos y fiestas judías están enmarcadas por una cantidad y una variedad de alimentos que impresionan tanto a propios como a extraños.
El “lado mexicano”
Este Yom Hatzmaut intercomunitario, llevado a cabo en la Comunidad Maguén David, no fue la excepción. Si bien tal vez fue ligeramente parco, las mesas dedicadas a dulces, pastelitos y demás son muestra de lo que las “bendichas manos y costumbres” pueden generar, ya en Eretz Israel Yafa o en el México Lindo y Querido, merecen no un aplauso, sino una batería de ellos- y otra de utensilios de cocina a fin de asegurarnos que seguirán elaborando dichas suculencias.
El “lado israelí”
Mientras en el Templo los asistentes se deleitaban con la Orquesta Sinfónica y la interpretación de su director, el Maestro Lifshitz, los pocos niños que estaban en la entrada lanzaban miradas, primero moderadas y discretas, luego, sólo discretas; para, posteriormente acompañar las miradas con acciones de acercamiento. Y culminar, esta etapa, por intentos de llevarse la presa …
Media hora después, empezaron a salir grupos de niños y niñas, quienes se acercaban con actitud inofensiva a la mesa y, en cuanto podían, estiraban la mano. Algunas fueron paradas en el aire, con la advertencia de que aún no se podía tomar nada.
Pasaba el tiempo y el deleite en el concierto continuaba, al igual que el acecho a las mesas. Del lado israelí, también había tentaciones y negaciones. Aunque un mínimo descuido significaba una o varias caritas sonrientes.
La pregunta ¿Cuánto falta para poder tomar de las mesas? era atendida con un “ya, nada más que salgan”. Pero no salían y la cantidad de personas que revoloteaban sobre las mesas se incrementaba inexorablemente. Del lado mexicano, se abrieron algunos boquetes en la defensa, por donde unos churros con cajeta. Ya los adultos también empezaron a rondar. En el circuito de televisión se escuchó un aplauso y la invitación a pasar a la inauguración … no de las mesas, sino de la muestra fotográfica.
Ahí entonces, no hubo listones ni postes que las protegiera ni vigilantes que valieran. Chocolates, pistaches, buñuelos, dulces de almendra, pudines, palomitas enchiladas, cocadas, y 40 cosas más, que no sé ni cómo se llaman, inundaban el espacio aéreo, debido a que, para sacarlos de la mesa, debían alzar el brazo para esquivar a los demás que aún no terminaban su selección.
La única queja que tengo es que yo estaba en desventaja, pues la cámara sólo me permitía usar una mano para tomar de las exquisiteces ahí expuestas.
Jag Hatzmaut Sameaj!!!
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