Hoy, nos corresponde estudiar las dos últimas Parashot de Levítico, Behar Sinay y Bejucotay. Hasta la semana pasada, nos encontramos preferentemente con indicaciones que reglamentaban las relaciones del pueblo de Israel y Hashem. Veremos que hoy, cambiamos radicalmente de tema.
EDUARDO HADJES NAVARRO
En Behar Sinay, nos encontraremos con instrucciones que regulan nuestro actuar tanto con el medio ambiente, así como con nuestros semejantes y, en Bejucotay tendremos una advertencia clara y precisa de lo que nos acontecerá, acorde a nuestro comportamiento.
Behar Sinay, me atrevo a decir que es un claro y extraordinario compendio de ética y de cómo debemos comportarnos, en primer lugar, con el lugar en que nos encontramos y seguidamente, cómo actuar en nuestras relaciones para con nuestros semejantes.
La semana recién pasada, durante el estudio de Emor, veíamos que nos encontramos en algunas oportunidades, con contradicciones que no logramos comprender. Hoy, podemos entender, al estudiar estas dos últimas Parashot de Levítico, que ello se debe a nuestra incapacidad de entender en plenitud, las instrucciones entregadas por El Creador, por intermedio de Moshé, lo que nos llama a seguir perseverando en nuestro esfuerzo por merecer la luz de sabiduría que emana de la Torá y ello sólo lo lograremos si nos esforzamos con más ahínco, en nuestro intento por merecer tal privilegio.
Anticipándose en 3,500 años a los conocimientos adquiridos por el ser humano, durante los finales del siglo XX en adelante, en que nos asombramos de cómo, lo que hoy consideramos ciencia ficción, mañana es una realidad y, pasado mañana es algo ya superado, gracias a la tecnología que se ha logrado alcanzar, vemos como Moshé nos ordena disposiciones que en esta época de tan asombroso modernismo, recién estamos alcanzando.
Me explico: Behar Sinay nos indica que la tierra deberá descansar cada cierto tiempo. No se sembrará y por lo tanto, no se cosechará. Recién a mediados del siglo pasado, en los estudios más avanzados de agronomía, se llegó a la conclusión que era indispensable que para un buen desarrollo agrícola, cada cierto tiempo, era necesario dejarla descansar. Pero Moshé fue más adelante, introduciendo el permanente e ineludible concepto de solidaridad y ayuda al necesitado, al agregar que todo lo que crezca espontáneamente, deberá ser compartido por el necesitado, la viuda, el huérfano e incluso, el forastero.
Rápidamente, por cuanto la Torá ya nos lo había indicado anteriormente, esta Parashá nos recuerda que la tierra le pertenece a Dios y no al hombre. ¿Quién se puede llevar algo material cuando es llamado a emprender su camino a lo desconocido? Por 49 años, será nuestra. Vendrá el año quincuagésimo, el cual no se trabajará, para que volvamos a “arrendarla” por otros 49 años. Igualmente, encontraremos un repaso de la justicia y corrección que deberemos tener al vender y/o comprar lo que sea y como, por ningún motivo, podremos engañar a la contraparte. Como deberemos ayudar al que a nuestro lado, cae económicamente. Se indica igualmente nuestro comportamiento para con el esclavo, en una época en que, en la totalidad de los otros pueblos, éste carecía absolutamente de derechos, siendo, en muchas oportunidades, valorado menos que una simple herramienta, lo que recién empezó a cambiar a partir del siglo XVIII en adelante.
Si los hombres en general, cumpliéramos cada una de las disposiciones entregadas en esta Parashá en nuestro diario vivir, les garantizo que el mundo sería infinitamente mejor y no veríamos tanta pobreza, dolor y desesperanza, como la que, por desgracia, nos acostumbramos a ver en la actualidad en nuestro entorno. Es por eso que destacaba, a los inicios de este estudio, la grandiosidad de las ordenanzas éticas entregadas en Behar Sinay.
En Bejucotay, Moshé nos entrega un recordatorio claro sobre lo que nos acontecerá tanto si respetamos y cumplimos las disposiciones que Hashem nos ha entregado por su intermedio, como si nos olvidamos de ellas.
Ya hemos escuchado esta mañana el recuento de lo que nos pasará en ambos casos, por lo que resulta inoficioso repetirlo y creo que en el primer caso, si damos cumplimiento a sus ordenanzas, podemos resumirlo en las siguientes transcripciones: XXVI-8) “y perseguirán cinco de vosotros a cientos de ellos, y cien de vosotros perseguirán a diez mil” para agregarnos en el v 12) “Y Yo andaré en medio de vosotros, y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”
Si en vez de eso, nos olvidamos de lo que juramos respetar cuando estábamos a los pies del Monte Sinay, lo resumiría con 36) “y caerán sin que nadie les persiga. 37) Y tropezarán los unos contra los otros, como si huyeran delante de la espada, aunque nadie los persiga”.
Durante 2 mil años, estuvimos huyendo con y sin enemigos. Nos humillaron y masacraron sin misericordia, donde fuera que llegáramos. A partir del 14 de Mayo de 1948, esto cambió. El Estado de Israel nos protege donde quiera que estemos y la mano de Dios no es ajeno a ello. Los invito que roguemos a Hashem con el máximo de nuestro fervor, que nunca más sea necesario que nos veamos obligados a huir, con o sin espada a nuestras espadas y, que en lo posible, tampoco sea necesario que cien de nosotros, deba perseguir a diez mil de nuestros enemigos y que la paz se imponga en nuestro entorno.
Y DIGAMOS AMEN.
Shabat Shalom
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