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domingo 22 de diciembre de 2024

El ataque en Mánchester muestra cómo aprenden los terroristas

Enlace Judío México.- ¿Los gobiernos pueden ser así de innovadores respecto a salvar vidas?

DAVEED GARTENSTEIN-ROSS

El ataque terrorista que golpeó al final de un concierto de Ariana Grande en el Manchester Arena de Inglaterra—dejando 22 personas muertas y 59 heridas, para la última cuenta—se siente tal vez aún más cruel y personal que otras atrocidades. Como destacó The New York Times, el objetivo fue “un concierto desbordado con niñas en su adolescencia o más jóvenes, con vidas por delante, que estaban afuera para una noche de diversión.”

Para Europa, el ataque, ahora adjudicado por ISIS, representa una continuación de una situación de pesadilla: el ritmo y letalidad de los ataques terroristas en el continente ha alcanzado niveles sin precedentes en la era posterior al 11-S, con lo horrible y grotesco volviéndose una rutina.

Incluso hace cinco años, los especialistas podían contar los principales ataques posteriores al 11-S en los países occidentales con una sola mano, y sabían cada fecha en la que habían sido perpetrados. Eran conocidos por nombres como 11-M o 7-J (referencias a los ataques en Madrid y Londres, respectivamente).

Durante los últimos tres años, sin embargo, hubo un boom en la frecuencia de los ataques terroristas contra países occidentales y en la letalidad de esos acontecimientos. Desde un ataque brutal estilo guerra urbana en París en noviembre del 2015 (130 muertos) a los bombardeos de marzo del 2016 en el Aeropuerto de Bruselas y la estación de metro de Maalbeek (32 muertos), a un camión de carga segando a las muchedumbres que celebraban el Día de la Bastilla en un paseo marítimo en Niza (86 muertos), a un camión atacando un mercado navideño en Berlín (12 muertos), y ahora un concierto de Ariana Grande, el mensaje es que ningún lugar—no importa cuán familiar, amado o asociado con los jóvenes e inocentes—está a salvo verdaderamente. Y hay también muchos otros ejemplos recientes. Un sacerdote cuya garganta fue cortada en medio de un servicio en Normandía. Un atacante en Magnanville que mató a una pareja, luego se conectó a Facebook Live mientras amenazaba a su hijo de 3 años de edad. Un terrorista suicida que atacó afuera de un concierto en Ansbach, Alemania, hiriendo a 15.

Los mismos eventos que terminarían impulsando el salto actual en ataques terroristas fue malinterpretado ampliamente unos seis años atrás como la solución al yihadismo. Cuando Fareed Zakaria de la CNN afirmó en marzo del 2011 que las revoluciones que habían barrido a lo largo del mundo árabe al comienzo de ese año representaban “un repudio total a la ideología fundadora de Al-Qaeda,” él estaba pronunciando una visión casi consensuada. Las revoluciones pacíficas dejando a un lado a gobiernos autoritarios y acomodando regímenes recientemente democráticos que se suponía mostrarían que la violencia de los movimientos yihadistas era innecesaria. Estas opiniones no sólo eran compartidas por los expertos, sino por los analistas del gobierno estadounidense. En su biografía “La Gran Guerra de Nuestro Tiempo”, el ex director adjunto de la CIA, Michael Morell, explicó con pesar que su agencia “pensaba y dijo a los elaboradores de políticas que este estallido de revuelta popular dañaría [a Al-Qaeda] debilitando la narrativa del grupo.”

De hecho, las revoluciones árabes y sus secuelas proporcionaron al movimiento yihadista un impulso sin paralelo. La guerra civil extraordinariamente sangrienta en Siria y la destrucción posterior a Muammar Gaddafi, que quedó detrás en Libia, han colocado a los yihadistas en las líneas del frente de algunos de los grandes conflictos del mundo. ISIS pudo utilizar las redes sociales para popularizar su causa—un espejo enfermizo de la forma en que salieron los manifestantes a oponerse a Zine El Abidine Ben Ali en Túnez o a Hosni Mubarak en Egipto—mientras depende también de redes físicas como las asociadas con Khalid Zerkani o Sharia 4Belgium para mover a los devotos a su santuario en Siria-Irak. La capacidad reciente de los yihadistas para llegar a públicos más amplios en las redes sociales en formas más íntimas coincidió con la explosión global, permitiendo a ISIS abrir el camino al modelo “planificador virtual” de dirigir agentes desde lejos.

Los que predijeron la caída del yihadismo en el 2011 olvidaron muchas cosas. La más importante, quizás, es la innovación absoluta y adaptabilidad de los principales grupos yihadistas. Para las organizaciones yihadistas, la capacidad de innovar es una necesidad, no un lujo. Los grupos terroristas tienen un “imperativo organizacional fundamental” de aprender, como destacó el preeminente estudioso del terrorism, Bruce Hoffman, en su libro clásico “Dentro del Terrorismo”. Como enfrentan una gama de desafíos internos y externos—siendo el más importante la amenaza existencial que enfrentan de los actores estatales—estos grupos deben adaptarse rápida y creativamente o sufren las consecuencias.

A través de una serie de organizaciones—no sólo grupos militantes—el aprendizaje organizacional ocurre cuando el conocimiento que obtiene un individuo puede ser transferido al conocimiento organizacional más general. Un ejemplo de esto es el famoso fabricante de bombas Ibrahim al-Asiri de al-Qaeda en la Península Arábiga, quien pudo transferir su extraordinario conocimiento técnico a la organización como un todo. Esto se reflejó en las preocupaciones expresadas por los expertos en seguridad hace muchos años con respecto a que el conocimiento de al-Asiri había sido transferido desde Yemen al escenario sirio. Cuando el conocimiento es diseminado a través del recuerdo de una organización en esta forma, la organización ya “no es más dependiente del educador original,” y puede impartir conocimiento a otros dentro del grupo, según Mick Beebe y Charles Booth. Este proceso es particularmente esencial para los grupos yihadistas que sufren de altos niveles de agotamiento, y por lo tanto deben codificar rápidamente nuevas técnicas dentro de su ADN organizacional o arriesgarse a perderlos.

La nueva tecnología proporciona un ímpetu adicional y acelerador de aprendizaje organizacional dentro del movimiento yihadista. Las nuevas tecnologías, incluidas plataformas y sistemas de comunicaciones que pueden ser transformados en armas, tales como drones mejorados, son presentados en una tasa vertiginosa. Informando desde Irak, Mike Giglio de BuzzFeed hace poco destacó el uso ominoso de drones por parte del ISIS:

“ISIS también había hecho adaptaciones letales a su uso de drones, dijeron los oficiales iraquíes. En los primeros días de la batalla por Mosul occidental, ellos estuvieron siendo empleados intensamente, infiltrándose en las posiciones iraquíes, interrumpiendo operaciones, e infligiendo víctimas. Los drones arrojaron más de 70 bombas sobre un sector en un período de apenas dos días, dijeron los comandantes.

Muchas de las importantes ventajas que han presentado las nuevas tecnologías a los grupos militantes no representan verdaderos saltos de innovación, sino más bien, aplicaciones intuitivas de tecnologías ampliamente disponibles que han llegado al mercado. ISIS estableció un aparato impresionante para hacerse omnipresente en los medios sociales antes de que Twitter decidiera cerrar cuentas pro-ISIS, pero establecer una marca real en redes sociales es lo que hacen las organizaciones del siglo XXI.

El modelo planificador virtual fusionó dos importantes tendencias tecnológicas—redes sociales y mejoras en el encriptado—pero fue fundamentalmente consistente con los desarrollos en el aprendizaje online. Incluso el uso anteriormente mencionado de drones armados por parte del ISIS para repeler a las fuerzas iraquíes que están avanzando sobre Mosul había sido previsto por los expertos (quienes, a decir verdad, habían llegado con usos aún más inventivos que los que el ISIS hizo finalmente de los drones).

En el caso de Mánchester, hay mucho que no sabemos aún, pero muchas de las repuestas relativas al ataque pueden ser métodos de aprendizaje organizacional. ¿Cómo ingresó el terrorista su bomba a través de la ajustada seguridad que había sido empleada en el Manchester Arena? ¿Cómo construyó el artefacto explosivo improvisado en primer lugar? ¿Fue ayudado por cómplices en Inglaterra—o quizás por expertos técnicos asesorándolo desde sus posiciones en Siria? ¿Había estado el atacante en contacto con los planificadores en una organización como ISIS para tratar de integrar el ataque dentro de una estrategia bélica más amplia del grupo militante?

Los políticos europeos no tienen respuestas claras al problema del terrorismo en este momento. A menudo es visto como “la nueva normalidad”, algo con lo que tendremos que vivir y morir en los próximos años. Pero a medida que la tecnología sigue marchando—con impresión 3-D, drones de consumo cada vez más capaces, crecientes vulnerabilidades ante el hackeo, y cosas por el estilo—está la perspectiva preocupante de que mañana será peor que hoy.

No debemos, en el futuro, subestimar a los grupos militantes como organizaciones aprendices. Y al mismo tiempo, la innovación de los terroristas y las organizaciones en cuyos nombres ellos actúan deben servir como un espejo crítico.

Ellos se están volviendo cada vez más adeptos a matarnos. ¿Somos tan inventivos acerca de salvar vidas? ¿O la burocracia, inercia, y fallas de nuestra propia imaginación se interponen en el camino?

 

 

Fuente: The Atlantic
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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