Al perder a su hijo, Tzvika Levy decidió dedicar su vida a ayudar a jóvenes en desventaja, y a otros que llegan a Israel sin su familia para reclutarse en el ejército. Actualmente, es conocido como el Padre de los Soldados Solitarios.
HANNAH ACKERMAN Y ESTI PELED- En los últimos 25 años, Tzvika se ha asegurado de que todo soldado, hombre o mujer, que ha dejado a su familia en el extranjero, reciba el cuidado que merece.
Gracias al apoyo del Movimiento Kibutziano, que adoptó a los soldados solitarios, Tzvika ha beneficiado a más de 20,000 soldados, yendo de Kibutz en Kibutz en busca de familias adoptivas para los soldados.
Tzvika Levy, el Padre de los Soldados Solitarios, quien sufre de ELA, platica sus recuerdos en un evento especial de Yom Yerushalaim, dedicado a los 50 años de la liberación de Jerusalén.
Video cortesía de Hannah Ackerman
Hace 9 meses, fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad degenerativa neuromuscular. Como consecuencia, perdió el movimiento y el habla. Milagrosamente, recobró el habla hace apenas un mes.
“El ministro de Educación Naftali Bennett me llamó para decirme que seré galardonado con el Premio Israel este año,” recuerda Tzvika. “¡Lloré tanto! Es lindo recibir el reconocimiento, pero quiero agradecerles a todos los soldados que llegan a Israel para defender nuestras fronteras”.
En un evento para conmemorar el Día de Jerusalem que tuvo lugar el pasado 24 de mayo, Tzvika describe con gran dificultad cómo nació la idea de ayudar a jóvenes en desventaja y soldados solitarios.
“En su momento, mi buen amigo y vecino Rafael (Raful) Eitan, ex jefe del Estado Mayor de las FDI,e iniciador del Proyecto Jóvenes de Raful, me sugirió que en lugar de hundirme en el dolor, viaje a ciudades en desarrollo en busca de jóvenes que no son llamados al ejército debido a problemas personales: ‘Reúne a los jóvenes en desventaja. Llévalos a la Oficina de Alistamiento y ayuda a integrarlos al ejército,’dijo. Así fue como comencé a reunirlos,” comenta Tzvika.
Los jóvenes, dispuestos a dar de sí mismos en defensa del Estado, temían que el ejército los rechazara. Tzvika los acogió y luchó contra el sistema para integrarlos en la sociedad israelí a través del servicio militar.
“Hace un mes me visitó un soldado de Migdal Haemek que llevaba kipá y un libro de rezos y me dijo: ‘Usted me recogió de la calle hace cerca de 50 años y me reclutó en la Brigada de Paracaidistas. Después de dos años me dijo que era preferible que fuese cocinero’”.
“Más tarde, el mismo soldado siguió conmigo como almacenista en la reserva. Es el mejor almacenista que ha tenido nuestro batallón, y la brigada entera. Me alegra tanto que haya recordado el día en que lo recluté en el ejército, mientras el sistema lo rechazaba. Fue un gran logro para nosotros,” dice emocionado.
Al referirse a los soldados solitarios que ayudó a integrar en el servicio militar, Tzvika elogia a los 30 combatientes que cayeron a través de los años e incluso recordó cada uno de sus nombres. Con dolor y un particular apego, mencionó a Michael Levin, quien llegó de la Florida durante la Segunda Guerra del Líbano y murió ahí mismo después de cuatro días. Michael dejó una nota pidiendo que, si llegara a fallecer, fuese sepultado en el cementerio del Monte Herzl y que Tzvika colocara un arbusto de algodón en su tumba.
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