EDY COHEN
A diferencia de su predecesor inmediato, el presidente estadounidense Donald Trump no permaneció de brazos cruzados inmediatamente después de un ataque químico tóxico sirio, sino que lanzó cincuenta y nueve misiles crucero al aeropuerto desde el cual el Presidente Bashar Assad había llevado a cabo el ataque. Después del ataque, Trump declaró, “Esta noche ordené un ataque militar selectivo contra el aeropuerto en Siria desde donde fue lanzado el ataque químico. Es en el…interés de seguridad de Estados Unidos prevenir y disuadir la difusión y uso de armas químicas letales… Yo llamo a todas las naciones civilizadas a unírsenos en buscar el fin a la matanza y derramamiento de sangre en Siria y también a terminar el terrorismo de toda clase y todo tipo.… Pedimos la sabiduría de Di-s mientras enfrentamos el reto de nuestro muy complicado mundo.”
Al inicio del mandato de Trump, muchos creyeron que él no contendería con Assad y que su agenda no incluiría sacar del poder al dictador sirio en tanto el último combatiera al ISIS. Si esa era, de hecho, la agenda de Trump, él parece haber cambiado su pensamiento luego del ataque químico y el nuevo cálculo ha provocado nuevas preguntas. ¿Quién será el nuevo gobernante de Siria? ¿Subirá un nuevo dictador o será un presidente electo democráticamente, quien encontrará difícil funcionar en el tormentoso Medio Oriente? ¿Cómo se relacionará el próximo gobernante con Israel? ¿Cuál será la suerte de los Altos del Golán?
En los círculos sirios y libaneses ha sido aplicado durante años un viejo adagio a la dinastía Assad, “Un león [Assad en árabe] en Líbano, pero un conejo en el Golán.” Los Assad han cargado el estandarte de la guerra total con Israel desde la década de 1970, pero esa guerra nunca se ha materializado. Desde la Guerra de Iom Kipur en 1973, ni Hafez Assad ni su hijo Bashar iniciaron una sola actividad militar contra Israel desde territorio sirio. En su lugar, ellos se conformaron con movilizar a otras milicias de Líbano contra Israel.
Contra el contexto de informes mediáticos acerca de bombardeos en Damasco por parte de la Fuerza Aérea de Israel y creciente tensión entre Jerusalem y Damasco, uno podría bien preguntar cómo el Golán se las arregló para permanecer calmo por más de cuarenta años hasta el estallido violento de marzo del 2011. La respuesta es que durante ese período, el régimen sirio simplemente no tuvo ningún interés en comenzar una guerra con Israel. No sólo eligió no dar inicio a una lucha armada para liberar la tierra, sino que tuvo cuidado de evitar cualquier confrontación en el frente del Golán, p}temiendo probablemente otra derrota humillante. Las autoridades sirias llegaron tan lejos como a castigar a cualquier soldado sirio que provocara a los soldados israelíes en los Altos del Golán, aun cuando ellos continuaron atacando a Israel en forma indirecta.
Siria apoyó a los grupos terroristas palestinos Hamas y Yihad Islámica, por ejemplo, y ayudó a Hezbola a aterrorizar a soldados de las FDI durante la estadía de las FDI en el sur de Líbano. A mediados de la década de 1980, cuando Hezbola surgió por primera vez, recibió, junto con el movimiento chií Amal, dinero y armas de Teherán a través de Damasco. Siria no fue contraria al principio de atacar a Israel, pero tuvo cuidado de evitar una confrontación directa con Jerusalem.
En vez de llevar las cosas al campo de batalla, Siria trató en su lugar de obtener los Altos del Golán por medios diplomáticos. Tomó parte en las conversaciones de Madrid en 1991, e incluso negoció en forma directa con Israel (unos pocos meses antes de la muerte de Hafez Assad en el 2000, Ehud Barak se reunió con el ministro del exterior sirio Farouk Shara en Estados Unidos), aunque esas conversaciones no llegaron a nada.
Aparte de diplomacia, los sirios han expresado demandas por los Altos del Golán “ocupados”, como los describen, en la prensa y en discursos demagógicos.
Como resultado de esta doctrina de evitar el enfrentamiento militar, Israel disfrutó de cerca de cuatro décadas de paz y calma en el Golán, permitiéndole desarrollar el área, cultivar la tierra y construir kibutzim y sitios turísticos. Los acuerdos no oficiales entre Jerusalem y Damasco se han disipado en los últimos años con el colapso de la Siria moderna, pero ellos no fueron los únicos entendimientos entre los dos países.
En 1976, con la entrada del ejército sirio dentro de Líbano y el temor a una confrontación entre Siria e Israel, se establecieron las llamadas “líneas rojas.” Se prohibió a Damasco desplegar a sus soldados al sur del Río Litani, introducir misiles anti-aéreos dentro de Líbano que amenazarían a la Fuerza Aérea de Israel, y dañar a los cristianos libaneses quienes estaban aliados con Israel en la época. El negociador de estos entendimientos fue el Secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger.
Estas “líneas rojas” soportaron excepto por dos violaciones: 1) cuando los sirios introdujeron misiles Tierra-Aire (SAM) en el Valle de Becá en 1981 y cuando EEUU apoyó a la coalición contra Irak en octubre de 1991; y 2) cuando la Fuerza Aérea Siria detuvo la rebelión por parte de Michel Aoun contra Siria. (Aoun desde entonces ha cambiado de lado ahora es el presidente proiraní y pro-sirio de Líbano.) El primer incidente causó un enfrentamiento directo entre Siria e Israel en el cual la Fuerza Aérea de Israel derribó docenas de aviones sirios sobre Líbano. Esto fortaleció la percepción de los sirios que un enfrentamiento con no valía la pena.
En Líbano, Israel necesita un presidente fuerte – no alguien débil como Amín Gemayel, quien se torció bajo presión interna y externa siria e iraní para cancelar un acuerdo de paz con Israel. El acuerdo, acerca del cual la mayoría de los israelíes sabe poco, fue concluido hace 34 años. En 1982, luego de la Guerra de Líbano, el gobierno israelí negoció con el Presidente Gemayel a través de mediación de EEUU. Después de un año de negociaciones intensivas, representantes de las tres partes se reunieron el 17 de mayo de 1983 en una atmósfera festiva en el sur de Líbano y después en Kiryat Shmona para firmar un acuerdo de paz. Ese acuerdo fue para traer seguridad y una normalización ostensible de las relaciones entre Líbano e Israel y culmina en la retirada de Israel de Líbano al cabo de tres meses. Fue ratificado por la Kneset israelí y el parlamento libanés – pero el Presidente Gemayel se inclinó ante la presión y se negó a firmar. Claramente no es en el interés de Israel tener un presidente en uno de sus países vecinos que no puede controlar su propio país.
Como se destacó, no fue disparado ningún proyectil de mortero sobre el Golán desde la guerra de 1973 hasta hace poco. Los sirios se aseguraron de mantener la calma en el área, ya que disparar contra poblados israelíes fue considerado siempre por Israel una causa válida para lanzar una campaña militar. Este fue el caso en los últimos años con los palestinos en Operación Margen Protector, y fue el caso en Líbano. De hecho, en 1982, el disparo desde Líbano sobre ciudades y pueblos israelíes y la infiltración por parte de terroristas en el norte de llevó al gobierno israelí a invadir Líbano, llegando a Beirut.
Israel está rodeada por enemigos. Necesita que esos enemigos sean liderados por gobernantes fuertes y estables que controlarán a sus ejércitos e impedirán tanto el disparo contra, como la infiltraciones dentro de, territorio israelí. Tanto Assad padre como el hijo tuvieron éxito en esto y continúan teniéndolo hoy, a pesar de los muchos informes en los últimos años sobre ataques israelíes en el centro de Siria.
Siria es ahora un país desmoronándose. Se está hundiendo en una ciénaga de milicias extremistas (ISIS, Jabhat al-Nusra, Jaysh al-Islam, organizaciones palestinas como el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General de Ahmad Jibril, Quwat al-Jalil, y las fuerzas de Padi Malih, tanto como los rebeldes moderados). Está dividido en muchas regiones, cada una controlada por una organización diferente. Cuando Siria colapsó, así también lo hicieron sus entendimientos con Israel, con los proyectiles de mortero cayendo una vez más en territorio israelí.
Siria ya no es más capaz de funcionar como un estado soberano, y esto es malo para Israel. Con todo el lamento por la pérdida de y falta de respeto por la vida humana, y la aversión a la masacre que Bashar Assad está llevando a cabo contra su pueblo, un presidente sirio fuerte con control firme sobre el estado es un interés vital para Israel. Dadas las alternativas islámicas a su régimen, los vecinos de Siria, incluida Israel, pueden bien extrañarlo a medida que Siria es libanizada rápidamente. El país será dividido en muchas entidades, cada una controlada por un grupo/secta distinto. Esto difícilmente será beneficioso para Israel o para el Medio Oriente como un todo.
Fuentes: Diario Perspectivas del BESA Center No. 476, Mayo 25, 2017
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