BEN SALES
Los líderes del Estado judío pueden ser de derecha, pero se toman el calentamiento global en serio, y sus opiniones sobre el aborto, las armas y la atención de la salud decididamente difieren de las de Trump.
Una de las condenas más fuertes de Israel contra Donald Trump no fue sobre el proceso de paz. No tuvo que ver con la promesa rota de Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos, ni a su fuga de información de inteligencia israelí.
Tuvo que ver con el cambio climático.
Después de que el presidente Trump anunciara la retirada de los acuerdos de París, el acuerdo de 2015 para luchar contra el calentamiento global, el ministro israelí de Energía, Yuval Steinitz, se unió al coro de líderes internacionales criticando su decisión.
“Aunque haya una probabilidad del 50 por ciento de que el cambio climático y el calentamiento global sean causados por la actividad humana, es nuestro deber actuar para minimizar los riesgos”, Steinitz publicó en Facebook el jueves, el mismo día que el anuncio de Trump. “Los acuerdos de París fueron una rara ocasión en la que el mundo se unió -a excepción de Siria y Nicaragua- para cuidar el bienestar y la salud de las generaciones futuras”.
Al igual que los EE.UU., Israel tiene un gobierno de derecha. Los gobiernos estadounidense e israelí parecen estar de acuerdo sobre los peligros del islamismo extremista, y sus líderes se han elogiado uno al otro respecto a todo, desde la acción militar hasta la política económica.
Pero la posición de Israel sobre el cambio climático demuestra que, en cierto modo, se parece más al resto del mundo que a Estados Unidos.
Después de que Israel firmara los acuerdos de París en 2015, el discurso del primer ministro Benjamin Netanyahu en su gabinete sonó como si hubiera sido del entonces presidente Barack Obama. Netanyahu llamó a los acuerdos un “acuerdo importante”. Reconoció la realidad del calentamiento global y se comprometió a combatirlo. Hacer cumplir el acuerdo, dijo, “exige disciplina internacional, lo que no es fácil, pero por el bien de la humanidad, espero que se encuentre”.
Con ese fin, Israel prometió, para 2030, mantener las emisiones de gases de efecto invernadero en los niveles actuales. Teniendo en cuenta el crecimiento de la población, el plan equivale a una reducción per cápita de las emisiones de gases de efecto invernadero de aproximadamente el 26 por ciento. El plan de Israel también incluyó un aumento de ocho veces en las fuentes de energía renovables, implementando códigos de construcción más verdes para promover la eficiencia energética e invertir en el transporte público.
En ese momento, los activistas climáticos israelíes calificaron los compromisos de insuficientes. Sin embargo, acogieron con beneplácito el plan como primer paso.
La promesa de cambio climático de Israel también jugó en su propia imagen como líder en medio ambiente, un país cuya historia fundacional incluye “hacer florecer el desierto” y rejuvenecer los bosques del norte al sur. Israel recicla la inmensa mayoría de su agua, cubre sus edificios de apartamentos con calentadores de agua solares y ha sido pionero en las innovaciones de tecnologías agrícolas para ahorrar agua y energía. El país cuenta con enormes campos de gas natural en alta mar que pueden proporcionar una energía más limpia que el carbón o el petróleo.
Al apoyar el acuerdo, Netanyahu no fue un caso extraño entre los líderes conservadores. Los gobiernos de derecha, desde el Reino Unido hasta Rusia y Turquía, han permanecido comprometidos con la lucha mundial contra el cambio climático causado por los seres humanos, aun cuando el presidente conservador de Estados Unidos ha cuestionado su existencia.
La lucha contra el cambio climático es una de las muchas cuestiones domésticas que se politiza en Estados Unidos, pero es apoyada por la derecha en Israel y en otros lugares. Los sentimientos compartidos entre los republicanos y los partidarios del Likud sobre detener las ambiciones nucleares de Irán no se extienden a asuntos domésticos polémicos en América como el control de armas, el cuidado de la salud universal o el aborto.
Por ejemplo, a pesar del reclutamiento militar obligatorio, la propiedad de armas privadas es un privilegio con límites estrictos en Israel, no un derecho. El año pasado, el gobierno de Netanyahu anunció su expansión de los beneficios de salud financiados por el gobierno federal. El aborto en Israel está cubierto por el seguro de salud y está disponible en el 99 por ciento de los casos. Lo más parecido que Israel tiene a un grupo pro-vida de estilo americano es una organización sin fines de lucro llamada Efrat, que ofrece apoyo financiero para disuadir a las mujeres del aborto, pero que no hace campaña por restricciones legislativas.
Netanyahu y Trump pueden estar involucrados en una fiesta de amor pública cuando se trata de combatir el terrorismo en el Medio Oriente. Pero respecto al futuro del planeta, Israel está con todos desde el Líbano hasta Luxemburgo – y no con Estados Unidos.
Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico
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