ALAN M. DERSHOWITZ / INSTITUTO GATESTONE
En todo el mundo los antisemitas se están incorporando a la corriente principal. Ya no descalifica ser despreciado como enemigo de los judíos. Esto es especialmente así si el antisemita utiliza la portada del odio rabioso por el estado-nación del pueblo judío. Estos fanáticos consiguen ser aceptados – incluso elogiados – no por su antisemitismo, pero a pesar de ello. Cada vez más, se tolera su odio a los judíos porque quienes los apoyan admiran o comparten otros aspectos de lo que ellos representan. Esta tolerancia implícita del antisemitismo – siempre y cuando proceda de alguien cuyas otras opiniones sean aceptables – representa una nueva tendencia peligrosa tanto de derecha como de izquierda.
En Estados Unidos, a pesar de que ha habido antisemitismo de extrema derecha durante décadas, el fanatismo de la extrema izquierda es mucho más frecuente e influyente en muchos campus universitarios. Quienes desde la izquierda apoyan a los antisemitas de izquierda tratan de minimizar, ignorar o negar que los que apoyan son realmente antisemitas. “Son antisionistas” es la excusa al uso. Los de la derecha hacen esencialmente lo mismo: “son nacionalistas”. Ninguna de las partes aceptaría justificaciones tan transparentes y huecas si el zapato estuviera en el otro pie. Creo que al analizar y exponer estas tendencias peligrosas, se debe dirigir a cada uno un único criterio de crítica.
En términos generales, el antisemitismo de extrema derecha sigue siendo un problema en muchas partes de Europa y entre un grupo relativamente pequeño de estadounidenses de “alt-right” (extrema derecha). Pero también existe entre aquellos que se identifican como conservadores comunes y corrientes. Considere, por ejemplo, al ex candidato presidencial y miembro del personal de Reagan, Pat Buchanan.
La lista del prejuicio anti-judío de Buchanan es exhaustiva. A lo largo de los años, ha culpado constantemente a los judíos por los amplios problemas sociales y políticos. En sus críticas a la guerra de Irak, por ejemplo, Buchanan infamamente bromeó: “Sólo hay dos grupos que están golpeando los tambores para la guerra en Oriente Medio: el Ministerio de Defensa israelí y su rincón que lo secunda en Estados Unidos”. A continuación, señaló para reprender sólo figuras políticas judías y comentaristas como Henry Kissinger, Charles Krauthammer y A.M. Rosenthal. Buchanan no mencionó a ninguno de los francos partidarios no judíos de la guerra. Además, Buchanan también dijo que “el lobby israelí” sería responsable si el presidente Obama decidiera atacar Irán, amenazando que si ocurriera, “Netanyahu y sus partidarios en el Congreso” enfrentarían “una reacción en todo el mundo”. El sórdido flirteo de Buchanan con el revisionismo nazi también está bien documentado.
Mientras tanto, en los campus universitarios, el concepto absurdo de “interseccionalidad” -que se ha convertido en una palabra clave para el antisemitismo- domina las discusiones y acciones de la izquierda dura. El cálido abrazo de la activista palestino-estadounidense Linda Sarsour -que recientemente pronunció el discurso de graduación en una Universidad de la Ciudad de Nueva York- es un ejemplo. Co-organizadora de la Marcha de Mujeres en Washington en enero, ella ha dicho que el feminismo y el sionismo son incompatibles, afirmando: “O bien se defiende los derechos de todas las mujeres, incluyendo a los palestinos, o ninguno”. Y cuando se habla de dos principales mujeres anti-islamistas, Brigitte Gabriel y Ayaan Hirsi Ali (que es víctima de la mutilación genital femenina), la feminista de turno, Linda Sarsour, dijo: “Ojalá pudiera quitarles las vaginas”.
La ironía es impresionante. Bajo su propio criterio de “todo o nada”, Sarsour -que es también firme partidaria de tratar de destruir económicamente a Israel- no puede ser pro-palestina y feminista porque la Autoridad Palestina y Hamas subyugan a las mujeres y tratan a los gays mucho peor que Israel.
Sarsour apoya la ley religiosa islámica, la sharía. Si se toma literalmente, esto significaría presumiblemente que también apoya castigar la homosexualidad con la muerte; la amputación por robo; la muerte por lapidación por “adulterio” (que puede incluir ser violada); las mujeres son valoradas a la mitad del valor de un hombre, son azotadas por beber alcohol y, sobre todo, la esclavitud.
Sin embargo, Sarsour ha surgido como una campeona de la extrema izquierda. Tanto el alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill De Blasio, como Bernie Sanders, han pedido su aprobación. Además, Keith Ellison, quien también tiene una historia sórdida con el antisemitismo, surgió de su asociación con Louis Farrakhan (quien públicamente se jactaba de su propio odio judío), y ha apoyado a la intolerante Sarsour. Cuando se trata de Ellison, un viejo idioma viene a la mente: se conoce a una persona por las compañías que tiene.
La misma tendencia se detecta entre la extrema izquierda en Europa, particularmente en Gran Bretaña, que está a días de una elección. El Partido Laborista británico ha sido secuestrado por extremistas radicales de la izquierda, y es conocido por ser suave con el antisemitismo.
En una reciente entrevista con una reportera de la BBC, Emma Barnett -quien resulta ser judía- el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, respondió torpemente a una pregunta sobre cuánto costaría su propuesta política del cuidado de niños. En lugar de criticar a Corbyn, los partidarios del Partido Laborista rastrearon viciosamente a la reportera judía de la BBC. Los tweets como estos abundaron: “Han surgido acusaciones de que @Emmabarnett es sionista” y “la sionista Emma Barnett (su familia vivía de burdeles) ataca a Jeremy Corbyn”. Corbyn también ha sido acusado de intolerancia antijudía. Ha dicho en el pasado que el grupo terrorista genocida de Hamas debería ser retirado de la lista de terroristas designada por el Reino Unido, y ha llamado a Hezbolá y Hamas (ambos han prometido la destrucción del estado-nación del pueblo judío) “mis amigos”. (Recientemente escribí extensamente sobre la asociación de Corbyn con algunos de los más notorios negadores del Holocausto de Gran Bretaña y antisemitas.)
Cada vez más, el discurso antisemita también está penetrando en las artes y la academia. Considere el fanatismo anti-Israel y anti-judío del líder de Pink Floyd, Roger Waters. Firme partidario del llamado movimiento BDS, Waters ha dicho de los palestinos que “los paralelismos con lo que sucedió en los años 30 en Alemania son tan aplastantemente obvios”. También tenía un globo en forma de cerdo con una Estrella de David en uno de sus conciertos. Y cuando se le preguntó sobre su agresivo esfuerzo para reclutar gente para unirse al BDS, Waters culpó al “lobby judío”, que explicó que es “extraordinariamente poderoso aquí y particularmente en la industria en la que trabajo, la industria de la música”. En 2013, ADL (Liga Anti-Difamación, por sus siglas en inglés) declaró que las “teorías de la conspiración antisemita” habían “penetrado en la totalidad” de las opiniones de Waters.
Del mismo modo, el mercado de ideas en los campus universitarios y dentro de las instituciones académicas ha visto abrazar el antisemitismo a menudo disfrazado de antisionismo. Hace varios años, identificé la peligrosa tendencia de los académicos a cruzar una línea roja entre las críticas aceptables de Israel y legitimar el odio a los judíos. Esto fue a la luz del vergonzoso respaldo de varios académicos prominentes de un libro antisemita escrito por Gilad Atzmon, un notorio aborrecedor de judíos que niega el Holocausto y atribuyó los problemas económicos generalizados a un “golpe sionista”.
Preguntada recientemente sobre el escándalo que rodea su dirección de CUNY, Linda Sarsour jugó ingenuamente la carta de víctima:
“… desde la Marcha de Mujeres en Washington, cuando la derecha vio una muy destacada mujer musulmana en un hijab que era una palestina que estaba destacando a lo grande con una comunidad, convirtieron en su misión el hacer todo lo que pueden para retirar mi plataforma”,
No, Sarsour. Está usted equivocada. Esta no es una campaña de difamación de la “derecha”, sino más bien una muestra de que las personas de buena voluntad rechazan sus manifestaciones de fanatismo.
Quienes toleran el antisemitismo de los que por el contrario admiran nunca aceptarían otras formas de intolerancia, como el racismo, el sexismo o la homofobia. Es difícil imaginar a Bernie Sanders haciendo campaña por un socialista al que no le gustaran los negros o que estuviera en contra del matrimonio gay. Pero está cómodo haciendo campaña para Jeremy Corbyn, que ha hecho carrera condenando a los sionistas – lo que para él significa judíos.
La creciente tolerancia por el antisemitismo tanto de la extrema izquierda como de la derecha se está convirtiendo rápidamente en corriente principal. Por eso es tan peligrosa y debe ser expuesta por lo que es: la complicidad y el estímulo de la forma más antigua de intolerancia. Es una vergüenza para aquellos que toleran el antisemitismo cuando se trata de su lado del espectro político.
La gente de ambas tendencias deben tener la misma tolerancia cero para el antisemitismo como lo hacen con el sexismo, el racismo y la homofobia. La gente decente en todas partes, judíos y no judíos, deben condenar con igual vigor todas las manifestaciones de intolerancia, ya sea que emanen de la extrema derecha o de la extrema izquierda. Seguiré juzgando a los individuos en base a sus propias declaraciones y acciones, sin importar de qué lado del pasillo provengan.
Alan M. Dershowitz, Felix Frankfurter Profesor de Derecho, Emeritus, en la Facultad de Derecho de Harvard y autor de “Tomando partido: Mi vida dentro de la ley” y “Disfunción Eléctil : Una guía para el votante dormido”.
Fuente: Gatestone Institute – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención:
©EnlaceJudíoMéxico
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