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viernes 27 de diciembre de 2024

La historia de los judíos en México, desde la Colonia hasta nuestros días: Alicia Gojman

Enlace Judío México – En el marco de la IV Cumbre Erensya, evento bianual que reúne a las comunidades sefaraditas de todo el mundo, Alicia Gojman, doctora en historia por la UNAM y directora del Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí, presentó una reveladora ponencia en la que hizo un recorrido por la historia de los judíos en tierras mexicanas a partir del siglo XVI y hasta el siglo XX.

A continuación les compartimos el texto íntegro de su ponencia.

La historia de los judíos en México inicia desde el siglo XV, cuando fueron expulsados de España. Una historia que relata grandes sufrimientos y penas para aquellos que tuvieron que salir de la península ibérica por no aceptar el bautismo.

El año de 1492 marca el fin de la vida judía en españa despues de quince siglos de haber habitado en ella. El 31 de marzo de ese año los reyes católicos firmaron el edicto de expulsión de los judíos de sus reinos. A partir de entonces los que desearon quedarse debieron convertirse al cristianismo, y aquellos que no se conviriteron tuvieron que partir a otras tierras.

Esta fecha fue de suma importancia para España, así como para el resto del mundo. Fue la recuperación de su territorio de manos de los árabes, el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos de su territorio.

Para los judíos fue una catástrofe ya que aniquiló su experiencia vivida y su sentimiento de ser españoles, al igual que cualquier español cristiano. Ese grupo se vio obligado a dejar a sus antepasados en panteones olvidados y a sus sinagogas e instituciones. Para ellos fue como la pérdida de la tierra natal.

El edicto les concedió a los judíos un período de cuatro meses para poder salir de España. Sólo se les permitió llevar lo más indispensable, nada de oro ni plata. Tuvieron que vender sus casas y comercios por precios ridículos.

Según el investigador Haim Beinart entonces había en España cerca de 200 mil judíos, de ellos 120 mil salieron hacia Portugal donde el rey les ofreció asilo a cambio de un pago. Fue tal el número de judíos en esas tierras que de cada cuatro personas una de ellas era judía.

El resto de la población que salió de España se dirigió a Francia, Italia y Navarra, que por aquel entonces era un reino independiente. Otros se trasladaron al norte de África y al Imperio Otomano, donde fueron recibidos con los brazos abiertos y empezaron a formar el mundo sefaradí.

Los que se quedaron en España se convirtieron por la fuerza al cristianismo para poder conservar sus bienes o su familia. A ellos se les empezó a conocer como nuevos cristianos, marranos, criptojudíos, conversos o judaizantes. Este grupo tuvo que vivir una doble vida: ser cristianos en la calle y judíos en la obscuridad de sus casas.

Estas personas fueron constantemente vigiladas por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición que fue establecido en España a partir de 1480 por los reyes católicos.

Para 1497 los judíos que habían llegado a Portugal sufrieron de una conversión forzada al igual que los españoles. La inquisición también fue implementada en esos reinos a partir de 1536.

Es por ello que estos últimos eran aun más creyentes judíos que sus hermanos españoles que se quedaron y se convirtieron.

En busqueda de un nuevo mundo

Poder emigrar a América era un sueño que muchos de los conversos de origen judío tenían. Para ellos, la idea de que en estas tierras lejanas estarían fuera de la mirada de los inquisidores les daba muchos ánimos.

Consideraban que en México podría llegar el Mesías y encontrar la Nueva Jerusalén. Estos inmigrantes eran tanto judíos como españoles, ya que su forma de vida era semejante, su cultura y muchas de sus costumbres.

América apareció como una recompensa a su fe, igual sucedió también para los cristianos. En esos momentos España era la primera potencia mundial y sus descubrimientos le dieron una magnitud territorial que jamás pudo haber imaginado. Por otro lado, Carlos V como Rey de España se había comprometido a lograr la unidad del mundo europeo bajo su mando.

México, o la Nueva España, atrajo a un gran número de conversos, para los que quisieron vivir como católicos, la distancia entre ellos y la península ibérica atenuaba cualquier evidencia que existiera sobre su origen judío. La Inquisición fue establecida en 1571 en la Nueva España y en Lima, Perú, y para 1601 en Cartagena de Indias, Colombia. Este tribunal cambió su forma de vida, ya que los criptojudíos se volvieron más cautelosos y más reservados.

Desde el descubrimiento de América, el derecho a emigrar fue reservado solamente para españoles católicos que provenían de la península ibérica. Se les exigía una limpieza de sangre, es decir que fueran españoles cristianos de cuatro generaciones atrás.

Para llegar a estas tierras, muchos consiguieron licencias falsas, cartas de la casa de contratación de Sevilla para venir como sirvientes de algún señor noble y otras formas. En realidad, pasaron muchos de estos nuevos cristianos clandestinamente y sin licencia.

Un gran número de los emigrantes que eran descendientes de conversos eran portugueses. Impulsados por el ambiente hostil de su país, así como por las ilusiones de trabajar en una economía colonial en desarrollo. Salieron a un lugar más propicio y sobre todo libres de discriminación y sospecha provocadas por la inquisición.

Los registros de los juicios inquisitoriales de fines del siglo XVI muestran que la palabra “portugués” era sinónimo de judaizante. En 1580 los reinos de Portugal y España se unieron bajo la Corona Española, y esta unión duró desde ese año hasta 1640. Fue durante esos años que la emigración de conversos de origen judío se dio en gran cantidad.

La emigración inició desde los viajes de Colón a América en los cuales podemos encontrar a 86 de estas personas. Esto coincidió con la expulsión de los judíos, y que algunos se hubieran animado a viajar a tierras desconocidas. Algunos de estos personajes se quedaron a vivir en las islas recién descubiertas.

En la expedición de Cortés a México, en 1519, hubo algunos conversos que participaron en la conquista de México. Cuatro de estas personas fueron acusadas por herejes y dos de ellos fueron quemados en la hoguera por judaizantes, en el año de 1528.

En el año de 1536 se identificó en la Ciudad de México a una pequeña comunidad de personas que practicaban el judaísmo. La Inquisición arrestó al cantinero Francisco Millán, quien delató a otros correligionarios que los sábados iban a comprar el vino en su vinatería. Entonces ya había otros pequeños grupos en Tlaxcala y Mérida.

Uno de los conquistadores del noroeste de México fue Luis de Carvajal y de la Cueva, llamado El Viejo. Gracias a una capitulación que le concedió el Rey Felipe II, pudo traer a cien familias para poblar y asentarse en esas tierras. De estas el 75% eran de origen converso judaizante. Entre ellas estaba la familia de su hermana y su cuñado que vinieron con 9 hijos. Uno de ellos, era Luis de Carvajal el Mozo, que en 7 años se conviritió en el líder de la comunidad judía de la Ciudad de México.

Los judaizantes fueron llegando al país y se establecieron en toda la republica. Hubo una comunidad en Veracruz, Puebla, Oaxaca, Guanajuato, Querétaro, Taxco, Pachuca, Guadalajara, Zacatecas y Acapulco. Iban asentándose sobre todo en lugares mineros donde podían estar alejados del tribunal. Se dedicaron al comercio y a la industria en pequeño y fueron grandes importadores de productos de oriente.

Llegaron a formar la élite de comerciantes de la Nueva España, algunos teniendo naves que viajaban hacia Europa y hacia China. Traían todo tipo de mercancías y eran los surtidores de muchos de los almacenes de la Ciudad de México, de Oaxaca y de Zacatecas entre otros.

Se destacaron no solamente en el comercio sino en las transacciones de cacao con Venezuela y de otros productos del Perú. Su devoción a la ley de Moisés era impresionante. Se reunían en todas las fiestas y ceremonias judías en forma clandestina.

A partir de 1590 empezaron fuertes persecuciones contra los herejes, sobre todo de origen judío y la realización de los autos de fe, donde salían con sus sentencias. En ese año salieron los Carvajal, el tio, sobrino, su hermana y sus tres hijas mayores las cuales salieron libres, pero con la sentencia de que si seguían con sus prácticas judaicas terminarían sus vidas en la hoguera.

Ese fue el inició de la desintegración de la comunidad judía en la Nueva España. En 1596 los Carvajal fueron quemados en la hoguera por seguir creyendo en la ley de Moisés. En el siglo XVII, se dieron varios autos de fe que terminaron con aniquilar a toda la comunidad de criptojudíos acusados de participar en lo que se llamó la gran complicidad o la complicidad grande. Entonces fueron arrestados 140 judaizantes, entre ellos los tres líderes de la comunidad. Uno de ellos fue Simón Vaez Sevilla y otro Tomás Teviño de Sobremonte.

El auto de fe del año de 1649 fue el que marcó el fin de esa comunidad tan próspera y que desarrolló la economía del país, que tardó muchos años en reponerse.

La Inquisición inició la deportación de las personas acusadas y reconciliadas a la península ibérica. Los inquisidores se apoderaron de sus bienes y sus hijos tuvieron que cargar con el estigma de ser descendientes de herejes penitenciados por la Inquisición.

Para el siglo XVIII las persecuciones religiosas fueron disminuyendo. Todavía permanecía una pequeña comunidad en Veracruz, pero se iniciaron las denuncias. Los conversos vivían aislados unos de otros, todavía algunos en Guadalajara y Puebla y grupos que viajaron hacia el norte y se establecieron en pueblos y cerranías lejanas.

Con el movimiento de independencia, algunos participaron en él y otros decidieron regresar a Europa como españoles nacidos allá. Los que permanecieron en el país se asimilaron a la cultura mexicana y solamente conservaron ciertos objetos rituales que les recordaban su pasado. Muchas familias mexicanas tienen raíces en el pasado colonial de los conversos.

Judíos en México. Siglos XIX y XX

Durante el siglo XIX fueron muy pocos los judíos que se aventuraron a venir a México. Aún quedaba el recuerdo de las atrocidades cometidas por el tribunal de la Inquisición.

Este fue abolido hasta el año de 1834 por la Reina Cristina en España. Algunos fanáticos deseaban que se volviera a establecer, pero por fin dejó de operar.

Entre los judíos que llegaron en el siglo XIX encontramos a la familia de la famosa escritora y amante del arte mexicano, Anita Brenner. Llegaron desde los Estados Unidos a Aguascalientes en busca de mejoras económicas.

Con la Revolución regresaron a los Estados Unidos, pero Anita regresó y participó en el recibimiento de nuevos inmigrantes apoyando a la Bnei Brith, a princios del siglo XX.

Otro ejemplo de inmigrantes judíos durante el siglo XIX fue la familia Mayer, encabezada por Gustav Mayer que se estableció en Orizaba donde puso una fábrica de tabaco y cuyos hijos nacieron en ese lugar, pero fueron educados en Inglaterra y en Alemania con los abuelos. Participaron de la vida del país al grado que el hijo William apoyó la construcción del ferrocarril de México a Veracruz pasando por Orizaba, fue Rotario y presidente de la cámara de comercio de la ciudad y cónsul de Inglaterra en México fue uno de los iniciadores de la idea de fundar un comité central que se ocupara de toda la comunidad.

La libertad de cultos aceptada por el presidente Benito Juárez en 1860, abrió la posibilidad de que llegaran a México emigrantes judíos de diferentes partes del mundo.

Fue el presidente Porfirio Díaz, quien tomó el poder en 1877, el que invitó a los inversionistas extranjeros a invertir en el país. Fue así como arribaron judíos que vieron en México la posibilidad de acrecentar sus negocios.

Con el extenso territorio despoblado y con las grandes reservas, convenció a un buen grupo de inversionistas que llegaran al país. Los que arribaban no tenían que mostrar un pasaporte, con una identificación podían asentarse en el país. Muchos llegaron desde los Estados Unidos hacia Ciudad Juárez y luego se internaban dentro del territorio, buscando fuentes de trabajo o minas que pudieran explotar en Coahuila o Chihuahua.

Los inversionistas judíos venían de Europa, entre ellos hubo personajes como Jacobo Schiff, Daniel Guggenheim, los hermanos Speyer, Eugene Bloch, Eduardo Noeztlin, uno de los fundadores del Banco Nacional, junto con Leon Stein, los señores Hauser y Zivy que establecieron la Joyería La Esmeralda, los Tron que fundaron uno de los almacenes más importantes de la ciudad: el Palacio de Hierro.

Una de las familias más destacadas a principios del siglo XX fue la formada por los Speyer de Nueva York y de Londres y los Lazar Speyer Ellisen de Frankfort, que en el año de 1904 prestaron al gobierno la mayor parte de los 40 millones que requería para adquirir los ferrocarriles y constituir en 1908 los Ferrocarriles Nacionales de México.

A pesar de su interés en el país, pocas de esas familias se quedaron en el país. Los judíos que entonces vivían en la ciudad no se identificaban entre sí, algunos tenían casas modestas en el centro de la capital, en habitaciones en lo alto de sus negocios o de algún edificio del centro.

Cuando renunció Porfirio Díaz en mayo de 1911, la ciudad pasó de tener 200 mil habitantes a cerca de medio millón. Este avance se dio por el flujo migratorio.

En la Ciudad de Mexico aumentó el tránsito de emigrantes extranjeros. Se sabe que en 1890 residían en la capital 7200 personas de origen extranjero. Para 1910 ya eran más de 22 mil personas.

La mayoría vivían en el centro de la Ciudad de México. Muchos tenían allí sus negocios y vivían en la parte alta de ellos. Los franceses dominaron en las principales calles que rodeaban a la plaza central. Ahí se encontraban los grandes almacenes como el Palacio de Hierro, el Puerto de Veracruz y el Centro Mercantil, entre otros.

A fines del siglo XIX y principios del XX, la ciudad recibió otra ola de inmigrantes oriundos del antiguo Imperio Otomano, entre los que destacaron los judíos de Siria y Líbano. Eran personas con escasos recursos económicos y se insertaron en una sociedad donde no existían los mecanismos comunitarios de los que gozaban los emigrantes de europa central y occidental. Estos judíos árabes fueron vistos con recelo y no contaron con la ayuda de los judíos franceses, los cuales no se identificaban mucho con ellos.

Su inmigración fue en cadena, es decir jóvenes que después traían a la familia. Buena parte de estas personas se dedicaron al comercio ambulante y a la venta de artículos en abonos. Vivían en grupo en ciertas vecindades en el centro de la ciudad en calles como Jesús María y Correo Mayor y se congregaban en casas para llevar a cabo sus servicios religiosos, ya que eran judíos ortodoxos y muy observantes.

México fue uno de los países investigados por las organizaciones territoriales judías, para ver la posibilidad de asentamientos en el país. El presidente Porfirio Díaz sólo les ofreció la concesión de la inmigración judía para el desarrollo comercial en general.

Un personaje que fue enviado a México con ese propósito fue el Rabino Martín Zielonka, que oficiaba en El Paso Texas y cuya congregación llevaba el nombre de Monte Sinaí.

En 1908 las congregaciones hebreas de los Estados Unidos querían conocer la vida de los judíos en México y ayudarles a organizarse. Zielonka cuenta que había pocos judíos en las ciudades que visitó y que en ninguna de ellas se lograba juntar un minyan. Sólo en la Ciudad de México había un grupo más grande.

La tristeza era que no había una institución que los uniera, ni los vecinos sabian qué era un judío. Los conocían como alemanes, franceses, sirios o árabes. Despues de una semana de andar buscando a los judíos, pudo lograr una junta en el templo masónico, donde asistieron bastantes personas. Ahí se discutió la posibilidad de organizar una congregación judía, pero el problema era que sus tradiciones eran distintas y sus costumbres muy diferentes, así que no se pudo lograr la organización.

Comentaron que unos años antes en 1905 se habían reunido con el profesor Rivas y fundaron una institución que duró muy poco tiempo. El Rabino Sielonka no se dio por vencido y sugirió que se creara una sociedad de socorro, que diera ayuda a los judíos desafortunados que llegaban a la ciudad.

Por fin lo aceptaron y establecieron una sociedad de beneficencia Alianza Monte Sinaí. Eligieron el nombre en honor de Zielonka y su congregación. En el año de 1912 lograron realizar las primeras juntas que legalizarían la estancia de los judíos en México.

El 14 de junio de 1912 en el templo masónico se reunieron los judíos habitantes de la capital y firmaron la creación de la beneficencia Alianza Monte Sinaí. Esta institución fue fundada bajo la iniciativa de los señores Jacobo Granat, Isaac Capón, Carlos Mizrahi, Francisco Cohen, D. Zellen, N. Grossman, A. Morritz, M. Wolfowitz y S. Weinstock.
En ella se reunieron los judíos sin distinción de ser sefaraditas o ashkenazitas, todos los hombres de 15 años y más debían ser miembros y pagar por ello 10 pesos.

Se hizo una asamblea en abril de 1913 para discutir la compra de un terreno para un panteón judío. Como la sociedad no tenía suficientes fondos, por sugerencia de Granat y Weinstock se creó una sociedad anónima con mil acciones de 10 pesos cada una, se eligió mesa directiva quedando Jacobo Granat como presidente, Isaac Capón como tesorero, Carraso como subtesorero y Jose Chiquiar como secretario.

Isaac Capón propuso que para la mejor marcha de la sociedad se nombrara una comisión que representara a la colonia árabe. Quedaron Carlos Mizrahi, Teófilo Sacal, Francisco Cohen, Salomón Lobatón y Moisés Arari.

La situación en el país no era sencilla. Estaba en plena Revolución y muchos tenían que viajar a la provincia para vender sus mercancías. Las reuniones se hacían muy esporádicamente ya que era difícil poder llevarlas a cabo. A pesar de ello, la sociedad siguió adelante y ante la dificultad de poder pagar el terreno para el panteón, el señor Granat otorgó un préstamo para poder adquirirlo.

Los judíos de origen sirio estaban al principio bastante renuentes a esa unión, ya que se seguían reuniendo en casas particulares para llevar a cabo los rezos cotidianos y cuidar el sábado. Tanto Granat como Capón lucharon durante varios años para poder convencerlos que lo mejor era estar unidos en una sola congregación.

En 1916 Jacobo Granat ya tenía 4 años al frente de la sociedad, con gran carga de trabajo en su negocio como exhibidor y productor de películas y problemas en la gran cadena de cines que tenía. Por ello pidió que lo reemplazara en la presidencia el señor Isaac Capón y él permaneció con el título de presidente honorario.

En 1914 fue puesta la primera piedra del cementerio judío y entonces tomó la palabra Isaac Capón diciendo que era de suma importancia para el bienestar de la comunidad, la que además requería ya una sinagoga, una casa de asilo para ancianos, una escuela y un hospital.

La sociedad además de apoyar a los inmigrantes y tratar de resolver los problemas del panteón, también se dedicó a resolver problemas entre los socios formando un Comité de Honor y Justicia. Y apoyando a los enfermos que eran enviados al Hospital Americano.

La Alianza Monte Sinaí logró en el año de 1920 tener un local propio y construir una sinagoga en la calle de Donceles 171, a la cual le fue cambiado el nombre por el de Justo Sierra número 83. Allí se reunían todos los miembros de la sociedad para rezar diariamente, así como el sábado y las fiestas mayores.

Fue allí donde se inició la separación entre los ashkenazitas y sefaraditas o árabes, a partir de 1922. Desde 1917 había llegado al país un grupo de judíos estadounidenses que venían huyendo del servicio militar, no deseaban participar en la Guerra Mundial ya que habían huido de Europa por las malas condiciones existentes.

Estas personas formaron un club en la calle de 5 de Mayo 36 y posteriormente se mudaron a Tacuba 15 en donde se reunían a platicar y leer periódicos y libros que les llegaban de los estados unidos. Su idioma materno era el idish además del inglés. Eran ashkenazitas que recibieron a otros paisanos del mismo origen que arribaron al país porque las cuotas establecidas en los Estados Unidos les habían cerrado las puertas.

Empezaron rezando juntos en el local de la Alianza Beneficencia Monte Sinaí, pero en 1922 decidieron separarse por diferencias en los ritos y ceremonias y formaron un grupo al que llamaron Nidjei Israel. Con el tiempo obtuvieron una Torá y libros de rezos de sus correligionarios de los Estados Unidos.

Fue el inicio de la formación de los diferentes sectores de la Comunidad Judía de México que se fueron identificando sobre todo por el lugar de origen de sus primeros inmigrantes. Este sector ashkenazita fue el primero que fundó una escuela judía a la que llamaron Colegio Israelita de México. Erigieron en la misma calle de Justo Sierra una sinagoga que se inauguró en 1941, y compraron su propio panteón en la zona de Tacubaya.

A partir de la decada de los años 20, fueron los ashkenazitas los que mayor número de inmigrantes recibieron. Estos venían de Europa Central y Oriental buscando huir de los pogromos que se dieron en esos lugares desde principios de siglo. Su llegada al país aún les permitió establecerse sin restricciones y adaptarse al país a la vez que formaban diferentes instituciones que se asemejaban a las que habían creado en Europa.

Esta inmigración se detuvo a partir de 1929-1930 cuando en México también se aplicaron las cuotas como en los Estados Unidos. La inmigración proveniente de Europa durante los años que estuvo Hitler en el poder se detuvo y sólo pudieron entrar al país aquellas personas que tenían parientes o que el gobierno considerara que podían integrarse más fácilmente, como los intelectuales de ideología de izquierda.

Los otros sectores que se fueron separando de la Alianza Monte Sinaí fueron el sector sefaradita a cuya cabeza se encontraba Isaac Capón, el cual tomó la decisión de formar su propia comunidad en 1929.

Los antecedentes de este sector sefaradita se encuentran desde 1923, cuando se formó un comité de asistencia a los enfermos y los más pobres, llamado Bikur Jolim. Para el siguiente año de 1924 el grupo se separó de la Alianza Monte Sinaí para formar su propia institución, llamada la Sociedad de Beneficencia Privada La Fraternidad, que obtuvo su registro oficial el 12 de febrero de 1929.

Sus fundadores fueron Jack Penhas, Daniel Montekio, Isaac Babani, Isaac Nichli, Nissim Eliakim, Moisés Mitrani, Nissim Pinto, José Saltiel, Jack Benuzillo y Abraham Levy.

Las mujeres se organizaron en el año de 1925 en torno a una sociedad que fue conocida como la Buena Voluntad, cuyo objetivo fue ayudar a los recién llegados tanto económica como socialmente. Pocos años después formaron una caja de préstamos, un hogar infantil, con niños que podían estar internados, y la Asociación de Beneficencia Guemilut Jasadim, dedicada a entierros, y coordinada por Víctor Mitrani.

Para 1943 se constituyó este sector con el nombre Unión Sefaradí A.C., cuyo primer presidente fue Víctor Babani. Se constituyó como una asociación civil cuyos objetivos eran agrupar a todos los judíos sefaradíes de cualquier procedencia, proporcionarles ayuda y apoyo para desarrollar su cultura, y sus ceremonias, así como fomentar los lazos de unión y armonía con los mexicanos.

En 1940 por iniciativa de Isaac Capón se decidió edificar el primer templo propio, cuya inauguración fue en 1942 bajo el nombre de Rabí Yehuda Halevi en las calles de Monterrey y Tehuantepec.

La unión sefaradí inauguró su escuela en 1944 con el nombre de Colegio Hebreo Tarbut Sefaradí, con una población de 134 niños. Era de orientación sionista, además de ocuparse de la preservación de la cultura sefaradí. Para 1952 cambió su nombre a Colegio Hebreo Sefaradí.

Además de la escuela y la sinagoga fundaron otras instituciones para reunirse; entre ellas estaba el Club Social Unión y Progreso, que fue fundado en 1934. Importante también fue el tener un cementerio propio que estuvo en un espacio del Panteón Jardín de la Ciudad de México.

El ideal original de mantener unidos a todos los judíos de México fue en realidad un sueño difícil de lograr para la Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinaí.

Desde 1918 los judíos de Alepo instalaron en la Ciudad de México una segunda casa de rezos paralela a la de la Alianza Monte Sinaí. Esta casa funcionaba como sinagoga y como escuela para niños. Desde entonces se empezaron a separar también de los damasqueños.

Los judíos de Alepo se separaron de sus correligionarios en el año de 1936. Ya en 1935 se habían reformado los estatutos para que sólo funcionaran para los de Damasco. Se calcula que para 1938 existían en México 160 familias de origen alepino y otras más o menos de la misma cantidad pertenecían a la comunidad de Damasco.

Así nació la Sociedad de Beneficencia Sedaká U Marpe que significa auxilio y salud que en 1938 inició sus actividades por separado de la Alianza. Esta sociedad terminó con el nombre de Maguén David.

Muchos se dedicaron al comercio ambulante en la ciudad y ante la competencia empezaron a buscar otros mercados en la provincia, se establecieron en ciudades como Tampico, Veracruz, Guadalajara, Torreón, Pachuca, Monterrey, Puebla y Durango.

En México fundaron al igual que los otros sectores su sinagoga, su escuela y su cementerio. En 1920 se había formado el Talmud Torá etz Haim y los de Damasco fundaron la Sociedad de Educación Hatihiá.

El nombre de Monte Sinaí permaneció con el sector de Damasco quien lo conservó hasta el día de hoy. Sus primeras actividades también se ocuparon de la beneficencia y de la educación. Ambos grupos trataron de dar continuidad a sus costumbres y tradiciones traídas de Siria.

Para Maguén David lo básico eran las redes familiares, ya que la mayoría se conocía desde Alepo y su inmigración fue en cadena, los hijos trayendo a los padres y a toda la familia. Su adaptación al país quizá fue más fácil por su cercanía con vecinos libaneses que no necesariamente eran judíos pero que compartían negocios similares y eran vecinos.

Las instituciones que ambos grupos fundaron fueron ampliando el aspecto de la vida comunitaria y fortaleciendo sus relaciones con el país así como con sus correligionarios de Siria y Líbano. Las mujeres jugaron un papel muy destacado en la continuidad de la cultura y la transmisión de la religión.

En 1931, se edificó la primera sinagoga Rodfe Sedek en la calle de Córdoba en la Colonia Roma, pero no fue sino hasta 1938 que se instituyó legalmente la Sociedad de Beneficencia Israelita Sedaka u Marpe. Pronto fundaron un Talmud Torá. Los jóvenes formaron un club Maguén David y las damas formaron un grupo de apoyo a los inmigrantes. Su primer presidente fue Isaac Dabbah en el periodo de 1938 a 1940. Este fue el hombre que escribió la historia de la comunidad. Los integrantes del sector damasqueño fundaron una escuela en el año de 1944 llamada Colegio Hebreo Monte Sinaí.

Los sectores que fueron formándose con nuevos inmigrantes tuvieron en mente la continuidad para dejar un legado a las futuras generaciones. En la actualidad después de cinco o seis generaciones ya nacidas en el país, la importancia de la educación ha sido base del desarrollo de sus instituciones. Las divisiones que se plantearon en los años 30 han cambiado, ya que muchos de los colegios en realidad demuestran que su alumnado proviene de todos los sectores de la comunidad.

Lo que aún marca la diferencia entre los diversos sectores es la cuestión religiosa y debido a ello aún cada uno construye sus sinagogas y mantiene a sus rabinos que están conscientes de conservar esas costumbres y ceremonias de sus antepasados.

En cuestión de cultura, es más notoria la preocupación y el deseo de que en algún momento no lejano estos sectores se conviertan en una sola comunidad judía, bajo la cúpula del Comité Central Judío de México.


En la siguiente galería, les mostramos algunas fotos del evento.

 

 

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