GEORGE CHAYA
Mientras en Londres continúa la investigación sobre las causas del incendio del Grenfell Tower, que dejó un saldo provisional de 30 muertos, y donde la mayoría de sus residentes eran inmigrantes musulmanes, la policía británica no descarta un hecho similar a lo sucedido en Alemania el 5 de abril de 2015, cuando el albergue para refugiados de Tröglitz fue atacado e incendiado por grupos xenófobos. Sin embargo, aun no se han producido detenciones por el incidente del Grenfell.
Pero la noticia que impactó a los británicos en las últimas horas fue dada a conocer por Sky News, que informó sobre el arresto de dos personas acusadas por el delito de odio racial después de que uno de los detenidos publicara un video en línea mostrando a un hombre quemando dos copias del Corán.
Los arrestos deben ser motivo de felicitaciones a la policía londinense por sacar de las calles a esos dos sujetos y ponerlos en la cárcel, que es el lugar donde deben estar; ello más allá de que 22 personas fueron asesinadas recientemente en Manchester y otras siete en Londres a manos de yihadistas islámicos que ejecutan y publicitan sus crímenes en nombre del Corán. Sin embargo, no se debe perder de vista que la derecha extrema y xenófoba es tan peligrosa como la yihad de los islamistas. En consecuencia, está muy bien que quienes quemaron los ejemplares del Corán hayan sido detenidos.
Lo que no va bien por parte de las autoridades británicas es el apuntalamiento de la narrativa de la tolerancia con quienes precisamente han vaciado de contenido esa palabra. Poner en plano de igualdad ambos actos no hace más que reforzar la afirmación de que la extrema derecha constituye una amenaza para los ingleses como para los musulmanes británicos, aunque los últimos se amparan en el accionar de los neonazis para llamarse a silencio sobre los crímenes cometidos por los yihadistas, y a menudo vociferan la palabra “islamofobia” para poner de rodillas a los políticos del Reino Unido.
A mi juicio, colocar un incidente de dos copias calcinadas de un libro del cual literalmente existen miles de millones de ejemplares en contraposición a 29 muertos es un triste ejercicio de desquiciada equivalencia moral, aunque eso sea todo lo que tengan para mostrar de su trabajo las autoridades policiales británicas.
Mientras esto sucedía, Sky News informó que en una redada se detectó una casa segura usada por los atacantes del raid yihadista londinense, los investigadores encontraron allí una copia del Corán abierta en una página que describía la shuhada (el martirio). Muchas personas podrían pensar que el libro religioso secuestrado pudo incitar a los asesinos de Londres a cometer su gran yihad. Afortunadamente, el alcalde londinense Sadiq Aman Khan rápidamente salió a explicar que el terror de la yihad es “una perversión que no tiene nada que ver con el islam” y “que esos incidentes suelen suceder en las grandes ciudades del mundo”.
Lo cierto es que la opinión de Khan es la opinión de todo el establishment británico: “El terror de la yihad no tiene nada que ver con el islam”. Aunque la mayor brutalidad discursiva se escucho del laborista Jeremy Corbyn, cuando luego del ataque en Manchester declaró: “Se debían interpretar los hechos sin apresuramientos y entender que los musulmanes constituyen una raza diferente a la de los británicos no musulmanes”. En consecuencia, siguiendo lo expresado por Corbyn, debemos colegir que cualquier británico que piense y diga lo contrario comete un acto de odio racial.
En este escenario es imposible no preguntarse: ¿Es odio racial quemar una Biblia en el Reino Unido? La respuesta es: “por supuesto que no”. Los cristianos no son una clase especialmente protegida en Gran Bretaña. Theresa May y sus colaboradores saben que probablemente ningún cristiano se preocupe, y que no habrá grupos cristianos en las calles causando desmanes y destrozos. Al arrestar a la gente por violar las disposiciones sobre blasfemia indicadas por la sharia es donde queda claro que el establishment británico está llevando a sus ciudadanos en camino directo hacia la implantación de la propia sharia.
Si el lector malinterpreta, rechaza, critica o apoya no es mi problema. Soy responsable por lo que pienso y expreso, no por lo que usted interprete. Repudio por igual a todo aquel que atente contra la democracia, la vida humana y la libertad, no cuenta que sean neonazis o islamistas. Pero no se puede soslayar lo llamativo del plexo legal británico y la tipificación penal del “odio racial”. ¿Es odio racial quemar un Corán? Claro que no. El Corán no es una raza y tampoco lo es el islam. Hay millones de musulmanes de todas las razas en diversos países y regiones del mundo.
¿El arresto de los dos neonazis está bien? Claro que sí. Pero la noticia no debería ejemplificar la conducta del gobierno británico en una fingida protección a los musulmanes que deriva de la falsa suposición de que la violencia de la yihad es el resultado de la marginación y la ofensa hacia esa comunidad.
Los musulmanes británicos y del mundo deberían tomar acciones firmes contra los yihadistas que han secuestrado su creencia; no es suficiente condenar tibiamente el asesinato sistemático perpetrado por estas sombrías organizaciones. Tampoco lo es guardar silencio sobre lo que hacen los terroristas. Los musulmanes no deberían permitir a los yihadistas invocar al nombre de Allah para asesinar y desear la perdición y el desastre a cristianos, judíos y a los propios musulmanes que han levantado su voz valientemente confrontando a los terroristas.
Es hora de dejar de mirar hacia otro lado ante los crímenes de los islamistas que aspiran a instigar la lucha étnica en Egipto, igual a la guerra sectaria que instigaron en Irak y en Siria. Es tiempo de dejar de ignorar las madrazas extremistas cuya existencia todo el mundo conoce, en esas escuelas se forman las percepciones de los asesinos. No es suficiente decir que no representan al islam si no confrontan las dimensiones de la violencia que se incrementa ante nuestros ojos día tras día. Nadie se conforma ya con la afirmación de que los terroristas están distorsionando la religión y nada más. Los musulmanes deben exigir posturas claras a sus líderes, se hace necesaria una brújula moral precisa para la presentación de la verdadera imagen del islam como la religión que todos conocemos y no la religión de quienes los hacen retroceder cientos de años.
En cuanto al gobierno de Theresa May, se equivoca si apuesta por el futuro de Gran Bretaña en la idea de ser amable y moverse con firmeza ante violaciones a las leyes sobre blasfemia que indica la sharia. Así no pondrá fin a la yihad contra Gran Bretaña. May no toma en cuenta que los libros quemados manifiestan la frustración y el enojo de un número creciente de británicos en respuesta a la amenaza y los crímenes islamistas.
No estoy a favor de quemar libros, prefiero que la gente lea, entienda y tome sus conclusiones en lo que está escrito en el Corán en lugar de quemarlo, pero nadie puede negar el origen de las frustraciones de los perpetradores. Las políticas de May hacen que esa frustración de los británicos empeore la situación de convivencia; y peor todavía, muchas personas pueden sentirse identificadas con el accionar de la extrema derecha en el futuro cercano si los terroristas islámicos continúan derramando sangre en Gran Bretaña.
En el escenario actual el intento reiterado y estéril de apaciguar a los musulmanes para evitar que adhieran a la yihad por parte de los políticos británicos fracasará inevitablemente. La supremacía de la sharia, tolerada por muchísimos años desde la ignorancia y la negación, se volverá con toda su fuerza sobre sus benefactores si es que no hay un cambio drástico en las políticas del Reino Unido.
Fuente: infobae
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