No es bueno que el hombre esté solo. Génesis 2:18-20

En el segundo capítulo de Bereshit (Génesis) la Torá nos cuenta en más detalle la creación del hombre y de la mujer. Nos explica que el Creador inicialmente creó al hombre solo, sin la mujer, y luego, en una segunda etapa, creó a la mujer.

RABBI YOSEF BITTON

Hombre y mujer ¿Quién es superior?

Este orden en la Creación no establece ni sugiere un nivel de superioridad del hombre. En realidad se podría argumentar todo lo contrario.

1. En el relato de la Creación vemos una “evolución” desde lo menos sofisticado a lo más sofisticado. Primero HaShem crea la materia: átomos. Luego con los átomos crea la atmósfera y los continentes. Recién al final del Tercer Día de la Creación aparecen las primeras células con la creación de las plantas. Luego, en el Quinto Día, llegan los animales ovíparos: insectos, aves, peces, reptiles, anfibios. En el Sexto Día HaShem crea a los mamíferos, seres que son superiores a los ovíparos (sangre caliente, cerebro más complejo, producción de leche etc.). Al final del Sexto Día HaShem crea al hombre, un mamífero, pero con un elemento Divino superior: su inteligencia. Y la mujer aparece al final. Fue la última creación Divina. Y explicaron los Sabios que la mujer fue creada con biná yeterá, una inteligencia superior.

2. El hombre fue creado a partir de una fuente “inferior”, el polvo de la tierra, al igual que los mamíferos. La mujer, y solamente la mujer, fue creada a partir de un cuerpo vivo, una fuente “superior” al polvo de la tierra.

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Hay otra lección muy importante que se aprende del orden en el cual la mujer fue creada. En Bereshit 2:18-20, el Creador le muestra al hombre los animales. Adam, el primer hombre, es invitado a designar el nombre de los animales y reconocerlos como una categoría diferente del ser. El famoso comentarista bíblico Radaq explica que este encuentro entre Adam y los animales le sirvió al hombre para reconocerse a sí mismo como un ser que, a diferencia de todos los demás, posee un elemento “divino” superior: su espíritu, su inteligencia. Además, si bien el elemento sexual todavía no aparece en este contexto, el “género”, lo masculino y lo femenino, también es reconocido por Adam en los animales al verlos en parejas. Y fue entonces o gracias a esto que Adam se dio cuenta que él estaba solo. La Torá afirma que el hombre no encontró entre los animales una “compañía” (עזר), o sea, alguien más, de un género diferente, pero (כנגדו) “en un nivel similar”, alguien en su mismo nivel mental, con la posibilidad de pensar y elegir. El encuentro con los animales le ayudó a Adam a comprender simultáneamente su singularidad y su soledad. Quizás ésta sea la razón por la cual HaShem no creó a la mujer al mismo tiempo que al hombre. Para que el hombre llegara a darse cuenta por sí mismo, gracias a su inteligencia Divina, que precisa de una compañía y que esa compañía (o compañera) todavía no existe. Y así, aún antes de que la mujer o la sexualidad existiesen, el hombre ya “deseaba” a la mujer.

La mujer no fue impuesta por Dios al hombre. Fue el hombre quien solicitó a HaShem que creara a la mujer. Los rabinos del Midrash expresaron esta profunda idea explicando que después de conocer a los animales Adam rezó (¡esta fue la primera plegaría!) y le pidió a HaShem una compañera a su nivel.

 

 

Fuente:halaja.org

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